las hermanas bunner

Opinión:

La escritora Edith Wharton establece en esta bella historia de amor y renuncias un retrato psicológico cuidado y detallado no sólo de sus personajes sino también de la ciudad donde localiza su narración.

La novela está estructurada en dos partes diferenciadas. En la primera la autora nos ubica con minucioso detalle en las vidas de Ann Eliza y Evelina, nos describe el ambiente en que se mueven, las habitaciones que componen su casa y su tienda, la dedicación a su trabajo y los vecinos que transitan por sus existencias. Ellas caminan por un mundo limpio, sencillo, con un alto sentido de la moralidad y donde sus almas no se ven perturbadas por ningún hecho inesperado. Todo acontece según su previsión, los días transcurren plácidos, con lentitud, inmersos en una rutina que les da seguridad y estabilidad. Y es ese devenir del tiempo el que va a trastocar su orden, el que provocará el caos en su pequeño mundo, desde el momento en que Ann Eliza decide regalarle un reloj a su hermana. Un suceso banal como este articula el relato, le da coherencia y sentido y promueve el cambio necesario para su avance. Ann Eliza conoce al relojero, el señor Ramy y, ya nada será igual.

En la segunda parte de la novela las vidas de las hermanas Bunner toman caminos diferentes y se separan, cada una de ellas hará de un sentimiento propio el tema dominante de su vida. Para Ann Eliza será la renuncia y el sacrificio, para Evelina, el amor y la seguridad. Pese a ello nada ocurrirá como las hermanas habían planeado.

Se aleja Edith Wharton en “Las hermanas Bunner”, una de sus primeras novelas, de los ambientes acomodados y de los personajes aristocráticos que posteriormente tratará con suma maestría en “La edad de la inocencia”. Aquí la autora nos hace sentir una empatía dolorosa por sus protagonistas, especialmente por Ann Eliza, se desnuda en sus palabras de cualquier rastro de ironía, algo que en “La edad de la inocencia” no ocurría, donde dejaba que corriera por sus páginas la crítica de un convencionalismo social obsoleto y a punto de cambiar, de transformarse en una nueva sociedad con diferentes valores.

Este retrato humano que Edith Wharton nos muestra es bello y triste, y aunque presenta muchas de las características propias de la literatura de finales siglo XIX y principios del XX, como son el realismo, la descripción detallada y el estudio costumbrista de sus personajes o la representación de una moralidad que resulta en algunos casos hipócrita, el relato nos resulta fresco, ha envejecido sin acartonamientos y nos sigue hablando de sentimientos universales e imperecederos.

Para terminar destacar dos aspectos cuidados y fantásticos de la novela. El primero el acertado prólogo de Soledad Puértolas que apenas deja resquicio a reseñar nada ya que ella nos hace zambullirnos en la piscina de las palabras de Edith Wharton con la necesaria preparación. Y el segundo, la cuidada edición de Contraseña Editorial, sin erratas, con una ilustración de cubierta acorde con estas hermanas Bunner, especie de siamesas condenadas a la separación e, incluso, nota en la edición sobre la primera publicación de “Las hermanas Bunner”. Mi enhorabuena a todos los implicados en este espléndido trabajo, Edith Wharton y su afilado sentido de la literatura merecen el esfuerzo que acompaña al rescate de esta joya.

Julia Martínez