Las cerezas de Lúculo

Opinión:

El arranque de estas vivencias se presenta a modo de biografía por medio de una narración donde abundan las descripciones, en la que primero contemplamos la ciudad desde lo lejos, en las huertas que la circundan, y después desde dentro, donde el ritmo pausado del campo cambia por otro mucho más ajetreado, sin tiempo para el descanso y repleto de oportunidades para Lucio y su primo; pero es en Atenas donde, a la vez que se forma, vivirá una serie de aventuras que marcarán su futuro.

Roma está en guerra, algo que no sorprende; aunque en este caso afrontamos el relato de los acontecimientos que tuvieron lugar en Asia Menor donde no solo no estaban exentos de pasarse todo el día combatiendo contra sus vecinos, sino que a estos los buscaban por cualquier rincón del mapa. Por lo que tampoco son de extrañar las alianzas, traiciones y pactos; una situación que obliga al lector a estar muy atento a cuanto sucede, pues los hechos históricos lo aconsejan.

Todo en la vida de Lucio Licinio Lúculo resulta interesante y a través de sus experiencias podemos conocer detalles de la especulación de la vivienda y otros modos de corrupción que no nos son ajenos por otras historias. Cuando su primo Rufo, a quien administraba sus negocios, se arruina por la crisis, pasa a llevar las cuentas del ejército de Sila, Lucio Cornelio Sila Félix, por lo que es enviado a una misión en Asia Menor, concretamente a Bitinia, donde deberá organizar nuevas rutas comerciales en sus fronteras. Antes, viviremos de cerca varias campañas, como la Guerra de Yugurta, rey de Numidia, capturado por el general Sila, Dictador de la República Romana durante un breve periodo de tiempo.

Además, Lucio será determinante para acabar con Mitrídates el Grande el mayor enemigo de Roma desde los tiempos de Aníbal. El rey del Ponto, uno de los muchos pueblos que forman Anatolia o Asia Menor, cobra en este relato un protagonismo importante convirtiéndose en el centro de varias actuaciones bélicas.

Una novela en la que no hay descanso, siempre pasan cosas y acuden viejos conocidos como Cicerón o Sertorio para dejar constancia de su presencia entre los siglos I y II a.C., y que, tras la rebelión de esclavos en Italia dirigida por Espartaco, deja abierto el horizonte en espera de la llegada al poder de Julio César.

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