Largo pétalo de mar

Opinión:

Isabel Allende recupera la parte más histórica de su trayectoria literaria para ofrecernos una novela llena de matices que aúna dos de sus lugares fetiche: España y Chile. Así, y encarnando la historia de tantas y tantas personas que pasaron por situaciones parecidas a las de los protagonistas de la obra, nos hace vivir los acontecimientos históricos más importantes de ambos países gracias a las vivencias personales de Víctor Dalmau y Roser Bruguera, dos amigos de toda la vida que se hacen pasar por matrimonio para sobrevivir a la Guerra Civil.

Allende tiene el bagaje literario suficiente para contarnos la historia de los personajes y la Historia de los dos países de una manera bella y cercana. Por las páginas de esta novela transcurren buena parte de los grandes acontecimientos que tuvieron lugar en esos dos países durante el siglo XX, pero la autora chilena consigue que no tomen las riendas de la novela, sino que sean las pequeñas historias, las vidas de las personas y de los personajes, las que se conviertan en protagonistas, rindiendo así un homenaje a las miles y miles de personas anónimas pero únicas e importantes que vivieron aquellos acontecimientos en esos momentos y, también, a algunos de los grandes nombres de la época, como el propio Pablo Neruda o Salvador Allende.

De hecho, tan apegada está la novela a la realidad, que Allende reconoce en los agradecimientos finales, que le resultó fácil escribirla gracias a la investigación ("exhaustiva, que hago siempre", puntualiza la escritora) previa a la escritura. El material que encontró fue abundante y tan significativo que muchas de las fotografías (reales) de aquellos momentos forman parte de las guardas (las dos: delante y trasera) de este libro.

Pero, como ocurre en sus novelas de corte histórico, el valor de Allende está en saber rascar en la documentación para construir personajes únicos, entrañables y humanos que toquen al lector. Personajes con sus luces y sus sombras, que a veces entendemos y que a veces no, pero por los que pondrías la mano en el fuego, por los que inviertes horas de lectura (amena y significativa) hasta saber al completo qué fue de ellos, qué sienten, qué viven, qué piensan, cómo invirtieron sus vidas, cómo acaba su historia.

En este caso, la historia de Víctor y Roser me ha parecido muy especial. Amigos de toda la vida, Víctor (un médico entregado) decide hacerse responsable tanto de ella como del niño que lleva en su vientre, hijo de su propio hermano, fallecido en la Guerra Civil. Ese compromiso, ese valor a la palabra dada, serán positivos muchas veces pero otras le pasarán factura, impidiéndole hacer lo que realmente desearía en momentos determinados. Y ahí está la grandeza de este personaje: en su humanidad, es totalmente leal, confiable, recto.

Por su parte, Roser representa a esas mujeres que no lo han tenido fácil en la vida (quizá nunca, en ningún momento de ella) pero que han sabido sacar fuerza de flaqueza y no solo sobrevivir, sino vivir, ser felices, sentirse completas y satisfechas por el camino recorrido. Roser me ha parecido un personaje muy especial, con una fortaleza y una determinación de la que se puede aprender. Y mucho.

Pero, al margen de estos dos principales, Allende dibuja (como siempre) un lienzo lleno de personajes entrañables, algunos con los que es más fácil empatizar, otros con lo que no tanto, pero siempre humanos y verosímiles.

En definitiva, una buena manera de recorrer los acontecimientos históricos más importantes de la España y el Chile del siglo XX sin perder la perspectiva de las pequeñas historias, de lo humano y lo cotidiano.

Lidia Casado