La vida después

Opinión:

Comenzar a leer una novela de Marta Rivera de la Cruz es adentrarse en un mundo aparentemente sencillo, cotidiano, de sentimientos y situaciones que a todos nos pueden resultar más o menos familiares. Pero según vamos avanzando en su lectura nos vamos dando cuenta de que la historia que en ella se cuenta es en realidad una especie de mosaico en el que todas las pequeñas teselas tienen su propia identidad y cuentan su propia historia, aunque sin ellas el conjunto no tendría ningún sentido.

Eso es lo que le ocurre también, por supuesto, a "La vida después". La gran pregunta con la que se ha publicitado la última obra de esta escritoria gallega, finalista del Premio Planeta en 2006 con la magnífica "En tiempo de prodigios", es el leit motiv de la historia: ¿Pueden un hombre y una mujer ser solamente amigos? Alrededor de ella gravitan varios elementos y personajes que hacen que esta novela abarque una serie de sentimientos que afectan constantemente al ser humano: la amistad, el amor en todas sus formas, el desamor, los celos, la lealtad, la ausencia, la soledad...

Pero en mi opinión "La vida después" no se queda únicamente en el mero planteamiento de si un hombre y una mujer pueden ser nada más que amigos. Es un tratado sobre si esa amistad verdadera, por encima de sexos, tiempos y lugares e incluso por encima de la propia muerte, puede seguir ayudándonos cuando lo necesitamos.

En "La vida después" sus personajes están perfectamente perfilados y definidos, personas con los que cualquiera puede sentirse identificado, normales y corrientes a las que les ocurren hechos extraordinarios, no porque sean imposibles sino porque gracias a ellos sus vidas cambian y cobran una nueva dimensión que ya creían perdida.

Los protagonistas pueden resultarnos cercanos, pero también, como en todas las novelas de Marta Rivera de la Cruz, aparecen unos secundarios de lujo, que son, a mi juicio, de lo mejor del libro, como el de Arvid Soderman, que juega un importantísimo papel en toda la trama. Aunque para personaje de lujo, la presencia de la actriz Greta Garbo cuyo papel en la novela no voy a desvelar aquí pero que le confiere el toque exótico, misterioso y apasionante a esta estupenda historia.

La novela está escrita con sencillez pero con la maestría de quien está versada en el oficio, de quien se conoce el día a día, de quien está al cabo de la calle y de la vida y de quien conoce el lenguaje a la perfección. Sus diálogos suenan naturales y no chirrían, cosa harto difícil, y las descripciones de lugares, como las cafeterías o restaurantes de Londres, la tienda de un anticuario o la misma ciudad universitaria de Oxford son ligeras, amenas e interesantes. Lo mismo que las situaciones y los sentimientos de los protagonistas, son tan naturales que uno tiene la sensación de haberlas vivido en alguna ocasión. Es, en fin, una narración que te lleva en volandas durante una lectura que engancha y no te suelta hasta que lees la última línea de esta preciosa historia.
 
Luz Bartivas