la vida ausente

Opinión:

No podía pasar este verano sin leer algún libro de la editorial Páginas de Espuma y el elegido ha sido "La vida ausente"de Ángel Zapata. El libro está editado en el año 2006 pero es que, mientras algunas editoriales ofrecen sus libros siguiendo criterios de mercado, entre otros el de actualidad, otras elaboran catálogos con obras intemporales, muchas de ellas destinadas a convertirse en verdaderos clásicos.

Once piezas componen este libro de cuentos del madrileño Ángel Zapata. En ellas, y partiendo de la cotidianeidad más descarnada, el autor nos lleva a través de una serie de viajes interiores que nos trasladan a un universo de cuidadas imágenes surrealistas. Todo ello, en ocasiones, para reflexionar en torno al vacío sobre el que se fundamenta la existencia humana, planteándose qué es lo prosaico y qué lo trascendental. Y esto lo consigue utilizando un lenguaje muy trabajado que no es en absoluto grandilocuente ni recargado y que tiene la virtud de hacernos pensar que en realidad ha surgido de manera espontánea. También hay que resaltar el humor ácido y corrosivo del que hace gala el autor. Eso no quita que el lector disfrute con numerosos destellos líricos en forma de preciosas imágenes o metáforas, como esos “sábados que incuban un erizo en el lugar del corazón” o “ese xilófono de lluvia que suena a musgo, vermut y orquesta del fondo del mar”. Exquisito.

El libro se divide en tres partes. La primera corresponde a un único relato que da título a la obra. En “La vida ausente” entramos en la habitación propia de un joven escritor pero también, a través de él, pasa por delante de nuestros ojos toda una época, la de la transición. Pero no la de la Transición, con mayúsculas, la que sale en los libros de historia. No. Gracias a nuestro joven escritor que se va construyendo partiendo de esa habitación, que antaño fue una sala y ahora es también un poco un trastero, conocemos la intrahistoria de esa época tan reciente. Zapata nos acerca con singular maestría a esa sociedad que se reinventaba después del franquismo, a esa “clase media aseadita y plegable” como él la denomina.

La segunda parte es un viaje surrealista a través del imaginario del autor. Las migraciones, la maquinaria de los teleféricos o el clima dan para imaginar y reflexionar mucho, para indagar en los sueños o en lo que esconde nuestro subconsciente, para dejar volar la mente en total libertad. En uno de sus relatos, “La maquinaria de los teleféricos”, las uvas provocan una y mil transformaciones y no pude evitar pensar en la Alicia de Carroll y las botellitas de las que bebía para variar su tamaño. Y es que Lewis Carroll fue surrealista antes de que ese movimiento se hubiera inventado. Cierra el conjunto el relato “Mientras dicen adiós” que nos invita a imaginar, a reflexionar sobre la vastedad de la estepa, a dejarnos llevar mientras fantaseamos con alguna de las muchas historias que podrían suceder en ella. Un libro sugerente y lleno de vida aunque, curiosamente, lleve por título "La vida ausente".

María Dolores García Pastor