La última voz
Título: La última voz
Título Original: (La última voz, 2022)
Autores: José Ignacio Latorre Sentís, Maite Soto-Sanfiel
Editorial:
Ariel
Colección: Ariel
Copyright:
© 2022, José Ignacio Latorre y Maite Soto-Sanfiel
Derechos exclusivos de edición en español: © Editorial Planeta,
S.A.
Editorial Ariel es un sello editorial de Planeta S.A.
Edición: 1ª Edición: Abril 2022
ISBN: 9788434435230
Tapa: Dura
Etiquetas: recuerdos biografía ciencia científicos entrevista física Historia II Guerra Mundial libros ilustrados literatura española memorias premio Nobel testimonios bomba atómica Tokio investigación científica bombardeos ensayo novelado Los Álamos proyecto Manhattan sucesos histórico fotografías no ficción novela literaria
Nº de páginas: 272
Argumento:
Roy J. Glauber y el inicio de la era atómica.
En 1943 Roy J. Glauber tenía 18 años. Estudiaba simultáneamente la carrera de Física y cursos de doctorado en Harvard. Un día, un emisario del gobierno pidió entrevistarlo. Poco después, siguiendo escuetas instrucciones, Roy envió sus pertenencias a una misteriosa dirección postal y tomó un tren sin saber a dónde. Así llegó a Los Álamos, un laboratorio aislado y secreto en el que las mentes más brillantes de la época trabajaban en el Proyecto Manhattan. De la noche a la mañana, el joven Roy se codeaba con los principales referentes científicos para crear un arma que cambiaría el panorama bélico y político del siglo XX.
La fama es inalcanzable para la mayoría de los humanos, y ese muchacho de entonces desconocía que después la tendría por partida doble. En 2005 obtuvo el premio Nobel de Física por sus trabajos sobre la coherencia cuántica de la luz. Pero, además, Roy fue testigo de los hechos, conoció y sobrevivió a prácticamente todos los científicos vinculados a la creación y lanzamiento de las bombas atómicas; vivió de cerca el antes, el durante y el después de ellas.
Desde el punto de vista histórico, Roy ocupó un puesto privilegiado: nadie más lo detentará. Por eso, si la vida le pone a uno en contacto con un hombre tan excepcional como él, y en circunstancias tan especiales como las aquí relatadas, tiene la obligación de contarlo.
Opinión:
«Yo sólo fui un observador... aunque uno muy bueno» les dijo a los dos autores de este libro Roy Glauber que fue el físico más joven de los que participaron en el Proyecto Manhattan cuyo objetivo, logrado con éxito total, era crear la primera arma atómica.
En este libro, basado en unas entrevistas realizadas a Glauber por José Ignacio Latorre y Maite Soto, queda su testimonio sobre este proyecto científico y de ingeniería clave en la historia moderna. Glauber murió sin terminar la serie de entrevistas que deseaban hacerle y era el último vivo de los científicos que participaron en el proyecto, por lo que podemos decir que con su muerte se fue toda una época y eso da un gran valor a este libro.
José Ignacio Latorre y Maite Soto Sanfiel realizaron las entrevistas a lo largo de unos años, en distintos lugares conforme podían acordarlas con el científico, que estuvo bien ocupado a pesar de su edad. Su testimonio trasluce sinceridad, apartado de partidismos y polémicas se centra en aquello de lo que fue testigo y si algo no lo sabía prefirió no dar respuesta a especular o hacer correr rumores, sus opiniones son de alguien que ya no debe nada a nadie y ya no tiene que ir ganándose favores, es lo que tiene la edad en los espíritus ecuánimes. Tanto las preguntas como las respuestas son directas, vivas y sopesando los hechos con la perspectiva de tantos años y tantos sucesos.
Glauber, ganador del Nobel de física en 2005, nos contará su implicación en el proyecto alternando datos científicos con cuestiones personales, pero todo de forma muy amena, logrando que el lector jamás se aburra. Desde luego conocía las implicaciones morales que conllevaba su trabajo, pero en estas entrevistas se centra en la vida familiar y social de los científicos que trabajaron en uno de los proyectos más importantes de la historia. También nos hablará de su relación con Robert Oppenheimer que, pese a ser un comunista declarado y apartado por ello posteriormente de los asuntos atómicos, fue el jefe científico del equipo y que pasó el resto de su vida lamentando el terrible daño ocasionado por las bombas atómicas.
Nos cuenta que, a pesar de que los científicos lograron que la bomba funcionase, nunca tuvieron nada que ver en su uso posterior. Hubo incluso voces opuestas dentro del equipo a continuar el proyecto una vez se produjo la rendición alemana, como la de Robert Wilson, porque fue precisamente el riesgo, que resultó falso, de que Alemania pudiera hacerse con el arma lo que llevó a poner en marcha el proyecto. Fue el presidente Truman quien decidió usar el arma contra un objetivo militar situado en una ciudad yendo en contra de los deseos de los científicos que recomendaban hacer una demostración al gobierno japonés en una zona deshabitada para mostrar su poder. Glauber dice que la destrucción causada por las bombas atómicas no distaba mucho de la destrucción que ya se había visto en los combates anteriores, por ejemplo, el último bombardeo de saturación sobre Tokio ordenado por el salvaje Le May, jefe del mando aéreo de los USA, causó más de cien mil víctimas. Da muchos datos conocidos como que Kioto iba a ser en principio uno de los objetivos, pero luego fue descartado porque, según él, el secretario de guerra de Roosevelt, Henry Stimson, conocía la ciudad y había quedado prendado de su belleza, por lo que consideró que debían salvarla para las posteriores generaciones. Quién sabe.
"La última voz" es un libro histórico que se lee con gran interés ya que muestra un panorama verídico de un mundo que ya nunca volveremos a ver, el del nacimiento de uno de los hechos más relevantes y a la vez más difíciles de nuestra historia moderna. ¿Qué pasaba por las cabezas de aquellos jóvenes científicos? ¿Sabían del sufrimiento que llevarían a millones de personas y que estaban inaugurando la era del miedo a la bomba? Si algo queda también patente entre estas páginas, una vez más, es que la existencia del arma atómica propició, en último término, que no existiera una guerra a gran escala entre las dos grandes potencias del momento, aunque la Guerra Fría estuvo sembrada de conflictos "menores" de gran bestialidad. También, y esto no se resalta normalmente, para lograr el plutonio necesario para la segunda bomba se necesitó crear el primer reactor nuclear y a partir de él y gracias al ingenio del gran Enrico Fermi, nacieron los reactores comerciales.
Las doscientas sesenta y nueve páginas del libro, además del testimonio de Glauber, también contiene un epílogo, un listado de los investigadores que trabajaron en Los Álamos (1943-1945), un listado de memorias de los científicos más importantes que estuvieron con él, un organigrama de Los Álamos, las notas de los capítulos, una serie de apéndices, bibliografía y se ilustra al principio y final con las fotos de un artículo sobre el rendimiento de la bomba de uranio como la que se usó en Hiroshima y un plano del diseño de la bomba de plutonio llamada "fat man" (hombre gordo) lanzada sobre Nagasaki.
¿Qué os ha parecido? Yo no me esperaba tanta calidad en información. No sé cuántos libros deben haber escritos de este tema, pero sí tengo claro que el testimonio de un científico que lo vivió en primera persona es lo que hace este libro tan especial.
Más que recomendarlo, exijo leerlo.
Violeta Lila
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Comentario de los lectores:
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