La última noche del Rais

Opinión:

Los lectores recordarán sin duda las imágenes que dieron la vuelta al mundo con el cuerpo de Gadafi cruzado a balazos, o después aquellas otras en las que se observa cómo es golpeado y arrastrado en su agonía por los rebeldes de los que no pudo huir, al tratar de esconderse en un último intento en aquella tubería.

¿Cómo puede, alguien que ha vivido en la abundancia, viajado por todo el mundo, que se ha relacionado con gentes de todos los países y culturas, vivir en una burbuja moral y emocional de ese calibre, hasta el último minuto de su vida? Alguien que en su último minuto de soledad tan solo es capaz de sentir indignación porque las cosas no salen como él había planeado, la rabieta infantil de un ser que no ha sentido ni la compasión ni ha tenido en cuenta los valores tradicionales que se adjudican a la familia, a la amistad, al propio conocimiento. Si vivir en una burbuja ya es de por sí un signo que no predice nada sano para un humano, hacerlo bajo el signo de la arrogancia, sin un mínimo atisbo de autoexamen o crítica hacia uno mismo resulta asfixiante, y aunque el final lo conocemos de antemano, el lector podrá sentir la asfixia de seguir los últimos pasos de este loco con mayúsculas.

Hay quien cree que el amor todo lo puede, y viven con la esperanza de que la bondad está oculta en el rincón de cada uno de nosotros; los ingenuos (o mal informados) tienen derecho a equivocarse, pero deberían conocer obras de este tipo que les acerquen un poco a la realidad, conociendo cómo alguien puede albergar tras muchos años un único sentimiento de rencor, que le lleva a buscar a su amor de juventud para vengarse de ella, una vez sube al poder, aprovechando la circunstancia para poseerla y destrozarla, lo que no pudo hacer en su momento, cuando no la consiguió cazar. Si el lector espera encontrar un exhaustivo resumen de hechos que engloben el cómo, dónde, cuándo, también lo encontrarán, aunque el fuerte de la novela reside en utilizar un narrador en primera persona que en este caso nos viene al pelo para meternos en la piel conocer así cuáles pueden ser los pensamientos de un personaje tan anodino como megalómano; el autor nos muestra sin pudor los delirios de grandeza de aquel personaje que existió hasta hace unos pocos años. La enfermedad mental supera las motivaciones justificadas que cualquier individuo con una moral saneada aceptaría: nos duele esa sombra alargada que no ceja hasta el último minuto de su vida, creyéndose el centro de su país, del mundo.

Reconozco que Yasmina Khadra me ha atrapado más en otras obras que reflejan la situación de un país que conoce bien, quizá por la trama o por la confluencia de personajes de todo índole, pero en este caso ha sabido transmitir el origen de aquellas situaciones, que no son más que el reflejo de un gobierno y una política que descansaba bajo el pie de un dictador agresivo y sin una pizca de conmiseración hacia los demás, familia incluida, movido tanto por el desprecio hacia todo lo que no sea él mismo como por su idea de mantener el mando mediante el uso de la sangre, radical en cada aspecto. No hay más que leer la frase con la que define a su país, "esa masa que creé con mis propias manos", cosificando a toda una nación para su deleite y paranoia.

Gadafi, el dictador que se creía un Mesías, fue atrapado esa última noche -del 19 al 20 de octubre del 2011-, tras una huida y persecución por los rebeldes, en una cloaca. Sean ustedes mismos quienes juzguen en dónde está ahora la mano que mece la cuna.

Saray Schaetzler