La tristeza del Samurái
Título: La tristeza del Samurái
Título Original: (La tristeza del Samurái, 2011)
Autor: Víctor del Árbol
Editorial:
Alrevés
Copyright:
© Víctor del Árbol, 2011
© Editorial Alrevés, S.L., 2011
ISBN: 9788415098027
Tapa: Blanda
Etiquetas: guerra romance amor dictadura totalitarismo drama novela dramática historia de España guerra civil española libros premiados literatura española novela romántica
Nº de páginas: 413
Argumento:
Extremadura, años 40. Barcelona, años 80. Dos momentos
históricos, dos lugares distintos unidos por una tragedia; dos
tramas que avanzan de manera paralela para mostrar una telaraña de
coincidencias que marcarán el futuro de los personajes de esta
historia.
Un crimen acaecido en Badajoz el año 1941 afectó el destino de
diversas personas que deberán avanzar, sobrevivir o simplemente
dejarse vivir, marcadas por el dolor, la rabia y las ansias de
venganza.
Años después, una abogada volverá a abrir la caja de los truenos,
traspasará el umbral de la memoria para desvelar los secretos y los
horrores que nacieron con aquel crimen del 41, pero que han seguido
vivos hasta ahora.
Una novela que muestra, en el marco de dos acontecimientos
históricos que marcaron el devenir de España, hasta dónde se puede
llegar por conseguir y mantener el poder; hasta dónde se puede
llegar por amor, por odio… por venganza.
Opinión:
¿Se puede gastar el odio? ¿Puede quedarse vacío? ¿Cuánto tiempo
puede alguien mantenerse vivo por el ansia de encontrar la
venganza, el perdón o la redención?
Cuando uno se adentra en La tristeza del samurái
descubre que no está ante un libro cualquiera, sino que tiene entre
las manos una magnífica novela, de corte elegante y narración
absorbente. Esta excelente obra, escrita con un léxico impecable y
llevada con un ritmo preciso, que atrapa al lector hasta impedirle
soltar las páginas, es una ventana a las debilidades humanas y a
los horrores de la historia, una historia cercana que no se debería
olvidar, que enfrentó a amigos, a hermanos, y sembró un país de
odio durante décadas. Una historia real, espejo en la que se
refleja la ficción creada por Víctor del Árbol, y que tuvo sus
consecuencias, como también las tienen los actos que desencadenan
la primera tragedia de la obra, que irá extendiendo sus tentáculos
lentamente hasta engullirlo todo bajo su sombra.
Víctor del
Árbol se mueve entre dos momentos históricos recientes de
nuestro país: la Guerra Civil española y la posterior dictadura de
Franco, y los meses que precedieron al golpe de Estado de Tejero. Y
lo hace sin caer en tópicos ni maniqueísmos. Cada uno de los
personajes que transita estas páginas tiene una profundidad
compleja en la que caben miedos, deseos y necesidades; sobre todo
necesidades: la necesidad de poder o de sentirse superior; la
necesidad de despertar el respeto, aunque sea a través de la
violencia sin sentido y desmesurada, o a través de acciones
impulsivas sin contar con las consecuencias; la necesidad de
olvidar, de borrar el pasado aunque sigamos guardando retazos de él
en una maleta vieja; la necesidad de perdonar, de perdonarnos… Esas
son algunas de las prendas con las que Víctor del Árbol viste a sus
personajes, a todos ellos, y los empuja al abismo de descubrir sus
propios límites.
Cada personaje es un tratado sobre alguna o varias debilidades
humanas, pero también sobre sus fortalezas. La cobardía y la lucha
se presentan en la misma persona, como por ejemplo en María, la
abogada que meterá en la cárcel a un hombre, César, que lleva sobre
sus hombros el peso de un pasado forjado por un titiritero movido
únicamente por el poder y la necesidad de controlarlo todo, de
someterlo todo. Lentamente, tirando del hilo que Víctor del
Árbol va tejiendo a través de las poco más de
cuatrocientas páginas que tiene La tristeza del samurái,
vamos descubriendo que todos los hilos están entrelazados.
Mediante una narración que no descansa, el narrador va viajando del
pasado al presente, cambiando de ojos y de voz para contar un
pedazo de historia, un pedazo de horror. De esta manera, poco a
poco el lector puede ir saboreando el interior de cada uno de los
personajes, adentrarse en su mente, en sus entrañas, hasta
comprender que cada una de sus sombras, cada uno de los actos que,
a pesar de haber ocurrido en el pasado, tienen eco en el presente
de una manera devastadora. Y es que, por mucho que se pretenda
fingir que esa "enfermedad", que ese monstruo o ese pasado que
tuvimos no es real o que sólo es una ínfima parte de nosotros, como
dice Fernando Mola en el libro, la verdad sale a la luz: tanto la
de los actos como la de la persona que llevamos dentro. Porque el
pasado puede callarse, silenciarse, pero sigue aguardando bajo una
maleta, en un marco de fotos o en un objeto que se creía perdido.
Por mucho que se busque el perdón llevando flores a una tumba, los
muertos no perdonan. Y probablemente los vivos tampoco.
La tristeza del samurái ahonda en un tema espinoso
como es la venganza. El odio y la incapacidad de perdonar (a veces
ligada a la incapacidad de perdonarse a uno mismo, de sentirse tan
culpable como el otro por no haber impedido la desgracia) devienen
deseo de venganza en muchas ocasiones. Pero, ¿de qué sirve la
venganza? ¿Se puede sentir alivio? ¿Hasta dónde se puede llegar
para vengar a alguien? ¿A cuántos te puedes llevar por delante para
sentirse al fin en paz, si es que eso es posible?
Como telón de fondo, como icono de una tragedia que da inicio a
esta obra está esa espada, esa catana que tanto obsesiona a Andrés.
La tristeza del samurái que da título a este libro es
una manera de resumir a la perfección la dualidad inherente en los
seres humanos que transitan esta historia: un samurái que no quiere
la guerra pero que debe guerrear. Un hombre que no quiere destrozar
la vida de alguien, pero lo hace para salvar la propia. Un hombre
que vende su amor por un poco de poder, por unas migajas de
poder…
En definitiva, una excelente novela que está triunfando más allá de
nuestras fronteras, demostrando que la tragedia que ha urdido Víctor del
Árbol tiene un equilibrio perfecto y unos personajes
fascinantes que penetran en el lector hasta traspasarle la
piel.
Inés
Macpherson
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Comentario de los lectores:
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