La reina de las nieves

Opinión:

El texto de "La reina de las nieves" es del propio autor, conocido también por cuentos como "El patito feo", "El traje nuevo del emperador", "Las zapatillas rojas", "El soldadito de plomo", "El ruiseñor", "El sastrecillo valiente" o "La Sirenita", pero la ilustración en esta edición de Anaya que se reedita porque es un clásico de éxito, corre a cargo de Óscar T. Pérez.

El estilo de Óscar T. Pérez es de realismo pero al mismo tiempo de líneas muy finas, rostros estilizados e incluso con cierta similitud, cuerpos delgados, estiloso a la hora de vestir a los personajes… Se recrea poco en los gestos y, sin embargo, cada ilustración cuenta mucho. En cuanto al colorido acierta plenamente cuando hasta los colores parecen vintage y el frío se convierte en un azul gélido. Detallista al cien por cien.

En cuanto al cuento es cualquier cosa menos lo que esperaba. Llevo toda la vida oyendo el título pero nunca había leído el cuento, y me ha sorprendido bastante. Entiendo que los niños que lean este libro se quedarán, sobre todo, con la enseñanza de los valores que priman en él: la eterna lealtad entre amigos, un aprendizaje a base de vivir una aventura extraña, la recuperación del amor y de la amistad, el saber que se puede conseguir volver a vivir con armonía y felicidad a través de la propia bondad.

El estilo y el propio cuento en sí es otra historia porque no es exactamente una trama lineal: primero nos hablan de un personaje malvado que es nada más y nada menos que el demonio que vuela con un espejo cuyas propiedades son terriblemente malsanas. Ese espejo se rompe en trillones de pedazos y cualquiera que acabe con un trocito dentro de él, cambia radicalmente su forma de ser: se vuelve mezquino aunque antes hubiera sido una buena persona. Eso es lo que le pasa al pequeño Kay. Para más inri cae en el hechizo de la Reina de las Nieves que se lo lleva con él por puro egoísmo. De esto, de egoísmo, también hay algo en el  libro porque su amiguita Gerda sufre algo similar con una señora que vive sola y también lanza un hechizo para quedarse con la niña.

Decía Ana María Matute que este libro se comprendía mejor cuanto mayor eras, que con la edad se vuelve más comprensible, y creo que es cierto, que los niños igual no ven lo que sabemos traducir nosotros. La lección es tan sencilla como que el ser bueno se puede corromper y solo la bondad y la generosidad de quienes le quieren podrían conseguir que alguien bajo el hechizo de la maldad pueda volver a ser quien era, que en esa lucha los ángeles siempre estarían con la persona bondadosa, a su lado, ofreciendo su apoyo en la lucha contra el mal.

Como cuento es muy curioso porque en el fondo los niños leen una historia de aventuras mientras Gerda va en busca de Kay: ofrecerá sus zapatitos favoritos al río, conocerá a una bandolera, vivirá bajo un hechizo, escuchará cuentos extrañísimos que narran las flores, hablará con animales, la cuidarán unos príncipes, y así sorteará peligros siempre ayudada por quienes ven en ella la bondad y la generosidad con la que se desvive por recuperar a su amigo.

Lo cierto es que al principio me resultó desconcertante (y me encantaría saber qué opinan los niños así que lo voy a proponer a la mínima a un club de lectura infantil) y al final, mientras escribo estas líneas, lo entiendo todo. Ana María Matute tenía razón: a medida que vas creciendo, lo vas entendiendo más. Y sí, es maravilloso.

Un libro ideal para regalar gracias, también, a sus ilustraciones y su edición en tapa dura.

Anika Lillo