La pena máxima

Opinión:

Nos tiene acostumbrados Roncagliolo a personajes extremos, con gustos y mentalidad marcada, extremos por lo raros de encontrar en la realidad, pero que se encuentran, con gestos y manías, con fervores religiosos, con respetuosas solemnidades y protocolos, que están enmarcados en su idiosincrasia, firmes en su formalismo, pero a su vez llenos de vitalidad. Pues de eso se trata: el autor nos sumerge en un mundo pleno, detallado, pulcro, pareciera ser que todo está hecho y, sin embargo, también da rienda a imaginarnos mil detalles más, recrear gestos, darle un tono de voz particular (incluso de alguna persona conocida), mirar con otros ojos el mundo que nos rodea. La versatilidad creativa es su punto fuerte, construye personajes que se tocan, por lo bien descritos, por su mundo interior, pero que a su vez podemos moldear, como un "quita y pon" de recuerdos sobre recuerdos propios.

Se camina cómodamente por las calles de Lima -o donde le tercie al autor-, ya que nos lleva de la mano por callejuelas y nudos ciegos, donde hay silencios de ópera, contenidos y continentes de mil posibilidades, donde la muerte está a la vuelta de la esquina, o en un hotel de esos de amor efímero y por horas cobradas, o en medio de una carretera en la soledad de la noche.

La muerte parece tener cuerpo incluso, se escabulle sin darnos pie -hasta el final del libro-, a encontrarle su "leit motiv", y se suma a otras, a un tráfago de cuerpos y almas, de miedos y de disidencia.

Por lo mismo, esta novela tiene como base un excelente trabajo de reconstrucción de un tiempo que nos acerca a una época triste en Latinoamérica, la "Operación Condor" con sus negras y mortuorias alas, que recorrió varios países -Perú, Argentina, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Brasil, Bolivia y Chile-, para dar cuenta de todos aquellos que fueran contrarios al gobierno militar y/o dictadura imperante: secuestro, tortura, intercambio de presos políticos, tráfico de niños nacidos en campos de concentración/cárceles, muerte y exilio. Todo está permitido y si hay corrupción política a todos los niveles, aún más.

Y se añade el pasado, como elemento coyuntural de la trama, sin ese pasado oscuro, con los recuerdos deslavados del hijo, imborrables de un padre que vino del otro lado del charco huyendo por su pasado político, el padre del amigo muerto de Félix que lo hace moverse, cambiar de actitud, de buscar respuestas más allá de una evidencia, aunque el resultado final es tan sorprendente que te hace pensar en lo intensa que es la memoria y tan variable, en los recuerdos que de tanto evocarlos mudan su color, su forma y su veracidad.

Incluso hasta el fútbol parece detener el tiempo, lo congela 90 minutos o más, estalla en gritos cuando el gol es local y en abucheos cuando no lo es. El fútbol se vuelve un telón para la pantomima de la vida y la muerte, el Mundial del '78 trasmitido por la televisión desde Argentina, sirve de sedante para una sociedad que sólo quiere vivir su vida y mirar para el lado, cuando todo se maneja "bajo cuerda" y sin cuestionarse nada.

Y aun así Chacaltrana, nuestro personaje circunspecto y protocolario, se desentiende del rebaño humano y se vuelca en buscar respuestas a la muerte de su prácticamente único amigo, con ello logra desatar rencillas del pasado, descubrir planes políticos, convertirse sin quererlo en un elemento clave del espionaje militar, pero también le lleva a soltar amarrar vitales, a salir de su "zona de confort" y arriesgarse a vivir la vida, un salto al vacío al que Félix se lanza con muchas ganas.

Carol Inabé Barba