la pastelería bliss

Opinión:

Siempre hemos oído hablar de gente que hace magia en la cocina, sus platos son tan exquisitos que necesariamente han de tener algún ingrediente mágico que los haga tan deliciosos. Puede que todas esas personas sean descendientes de los Bliss y guarden en su despensa las fabulosas recetas que aderezan este libro que resulta ser tan sabroso como la más dulce de las tartas.

“La pastelería Bliss” mezcla dos elementos que son irresistibles para cualquier niño, los postres y la magia, y lo hace con tal dinamismo y originalidad que se degusta de principio a fin. Al igual que hiciera Roald Dahl en su “Charlie y la fábrica de chocolate” entramos en un mundo de fantasía en el que las decisiones que se toman pueden cambiar completamente el rumbo de la vida de los protagonistas. Así como Charlie se debatía entre hacer lo correcto, obedecer las normas de Willy Wonka, a Rose le ocurrirá lo mismo con la advertencia de sus padres de no hacer magia y jamás enseñar el libro mágico a ninguna persona. Pero ¿hay algo más tentador que hacer exactamente lo contrario de lo que se nos dice? Obviamente no, así que los pequeños experimentos de los hermanos Bliss darán lugar a situaciones rocambolescas, divertidísimas y a cada cual más estrafalaria en las que quedará claro que muchas veces es peor el remedio que la enfermedad, y que las buenas intenciones no siempre causan el mayor bien para los destinatarios. Tampoco es cuestión de que nos rasguemos las vestiduras por las meteduras de pata, una vez que conocemos a los habitantes de Fuente Calamidades, vemos que la normalidad no es lo más habitual en la ciudad, lo que dará lugar a situaciones muy cómicas salpicadas con canela, nata, vainilla, toneladas de harina y mezcladas con suspiros de duende durmiente y lágrimas de mariposa de alas verdes.

Kathryn Littlewood construye una historia amable con la que intenta demostrar la importancia de la autoestima, de la confianza en uno mismo, del sentido del deber y la obediencia, a la vez que avisa a los más jóvenes sobre lo engañosas que pueden ser las apariencias. En este sentido la autora ha tenido el acierto de crear un personaje de una ambigüedad tal que no se descubre hasta el final las verdaderas intenciones que motivan su presencia en la pequeña tienda, lo que logra que cambiemos de opinión constantemente sobre su persona. Por fortuna lo que no cambia es la buena impresión que deja la historia, fresca, ágil, divertida, con una peculiar manera de presentarnos las recetas y con el deseo irrefrenable de devorar otra dulce historia sobre tan singular familiar.

Mezcla una pizca de harina, con el pelo de un gatito nacido en año nuevo, añádele fresas, chocolate, un puñado de buenas intenciones y un chorrito de fascinación y tendrás el pastelito más delicioso que jamás hayas probado, puede incluso que cuando “La pastelería Bliss” vuelva a abrir sus puertas, se convierta en el nuevo plato estrella.

Patricia Rubiera