la otra historia de los cataros

Opinión:

Nos adentramos de la mano de un experto en el mundo de los llamados cátaros. Pero, si verdaderamente queremos conocer algo sobre esa secta cristiana, hagámoslo entonces animados por el espíritu del estudioso y no lastrados por las modas impuestas por las editoriales que han descubierto ahora, o al menos eso parece, el maná economicista de los tesoros templarios, los misticismos medievales, las antiguas religiones y los códigos esotéricos o secretos bíblicos. En definitiva, dejemos la ficción, no siempre saludable, para las novelas.

Tenemos, para ello, una excelente oportunidad en el libro "La otra historia de los cátaros", del profesor Malcom Lambert. Se trata de un severo estudio sobre esta secta que, durante muchos años, mantuvo una guerra abierta contra el catolicismo oficial, aunque más bien habría que decir, que fue el catolicismo quien declaró la guerra al catarismo con todas sus consecuencias y que, éstas, fueron desoladoras para los cátaros que fueron literalmente exterminados.

La opción cátara era esencialmente pacifista, lo contrario que la católica que recurrió a la cruzada, a las armas y al exterminio. Es la historia de una iglesia perseguida y otra perseguidora.

Confirmamos, en la introducción de la obra, que el catarismo tiene un origen, más o menos reconocible, en los bogomilos procedentes del este de Europa y seguimos sin poder saber con exactitud la procedencia de la palabra cátaro aplicado a esta rama del cristianismo, porque son varias las posibilidades que se nos ofrecen y todas ellas más o menos plausibles, incluida ¡como no! la de aquellos que besaban el culo de los gatos.

Queda claro para el autor que el catarismo esta impregnado absolutamente por la creencia dualista, maniquea, que ve el mundo dividido en lo bueno y lo malo, creado uno invisible por Dios y otro visible por Satanás. Una creencia que rechaza el legado del Antiguo Testamento, la resurrección del cuerpo, la obediencia a los sacerdotes, la presencia de Dios en la hostia... entre otras muchas cosas más, entre la que no deja de tener importancia la transubstanciación y el significado de la cruz. 

Descubrimos los neófitos algunos datos interesantes como fue la notable presencia cátara en el norte de Italia, que provocó enorme alarma en el papado, y en algunas zonas de la actual Alemania, ya que, hasta ahora, el fenómeno del catarismo parece que se había circunscrito a la región occitana. Por lo tanto se trató de una creencia mucho más extendida de lo que se puede suponer inicialmente.

Sin embargo, del libro de Lambert, se desprende la idea de que el catarismo italiano y el de Languedoc no eran iguales, con más presencia teológica en el primero, quizá más doctrinal y más simbología en el segundo, que se fija más en los actos externos, tales como la vida ejemplar de los perfectos y las perfectas que eran el grado máximo del catarismo, una especie de santos.

También tiene esta obra un carácter desmitificador. Parece, como indica la contracubierta del libro de Lambert, que en Europa existe, aún hoy, y posiblemente alentada por esas modas editoriales a las que ya hice referencia, una especie de opinión generalizada de que el catarismo fue una religión de santos que se oponían a las prácticas perversas de los curas católicos que escandalizaban al pueblo. Una especie de vuelta al mensaje auténtico del Nuevo Testamento frente a las falsificaciones posteriores.

Es cierto, como sostiene Lambert, y en esto coincide con otros autores, que hay una buena dosis de anticlericalismo en esta doctrina, como consecuencia de esas prácticas nefandas del clero católico. Pero, no es menos cierto, que no todo fueron luces en el catarismo, como señala el autor. Es decir, en muchos aspectos se reproducen los errores del catolicismo y en otros se dan otros nuevos pero igualmente criticables.

Otra cuestión que es puesta en tela de juicio es la opinión sostenida hasta hace muy poco, y que todavía cuenta con muchos adeptos, de que la religión cátara era especialmente atractiva para las mujeres y que éstas gozaron de un estatus principal dentro de esta secta.

Puede ser que, en comparación con el catolicismo coetáneo, las mujeres cátaras tuvieran una posición menos irrelevante pero, en todo caso, la jefatura era ejercida por hombres sin lugar a dudas. Es más parece, si seguimos a Lambert, que sólo entre las mujeres de posición social alta el catarismo tuvo más predicamento.

Tampoco es cierto que entre las cátaras hubiera un número significativo de predicadoras, aunque, repito, en comparación con la misoginia paulista tan dañina al catolicismo debió parecer liberadora.

Resulta también interesante la tesis de Lambert sobre la difusión de catarismo. Ocurre esta, casi siempre, en al ámbito familiar, desde dentro de la familia, especialmente en el caso de las mujeres, lo que resulta paradójico si se tiene en cuenta la posición del catarismo con respecto al sexo y el matrimonio que es de un rechazo radical, de aborrecimiento patológico del cuerpo, rayano en el fanatismo, hasta el extremo de creer, por ejemplo, que una mujer embarazada no podría alcanzar la salvación en caso de muerte porque el no nacido era sencillamente un demonio.

En resumen interesante libro que nos sumerge en el mundo del catarismo de una forma seria, alejada de misterios y relatos extravagantes que lo único que pretenden es lograr embaucar a los lectores, sobre legados y posibles tesoros cátaros que, posiblemente, no han existido.

Sin embargo, conviene señalar que el libro de Lambert, con ser una obra rigurosa, tiene una seria contestación en algunos aspectos como lo que se refiere al dualismo, verdadera piedra angular, al menos hipotéticamente, del catarismo.