La nave de los locos

Opinión:

Dentro del viaje hay otro viaje, o quizá muchos. Eso es lo que piensa Equis, el misterioso personaje que protagoniza "La nave de los locos", durante una travesía en barco en la que coincide con la Bella Pasajera, lectora infatigable y muy consciente del carácter evasivo de la literatura. Al llegar a su destino, Equis deberá asumir la identidad del extranjero, del exiliado: lo primero que hará en esa nueva ciudad será alquilar una habitación, buscar trabajo, comprar unos pocos libros y algunos discos, y empezar una vida desde cero, como hace cada poco tiempo, cuando cambia de ciudad. En una de estas ciudades a donde llega en su exilio, Equis conocerá a Graciela y, más importante, a Morris, una especie de ermitaño con ínfulas de literato que pronto habrá de emprender su propio viaje, en este caso a la ciudad, para vender su manuscrito a una editorial. Otro de los personajes con los que Equis entra en contacto es Vercingetórix, un exiliado político cuyo viaje particular, a un campo de concentración, añade el componente político a la historia. A ellos se suman otras pequeñas historias de encuentros y desencuentros, de personajes en errancia, como la excursión en autobús de Lucía hacia una clínica de abortos, el viaje de Morris a África en compañía de un niño de nueve años o el relato de Gordon, que viajó a la Luna y desde entonces se siente como un extranjero en la Tierra.

Publicada originalmente en 1984, "La nave de los locos" ha sido aplaudida desde entonces como la mejor novela de la uruguaya Cristina Peri Rossi y como la obra que daría inicio al postboom latinoamericano. No obstante, creo necesario señalar algo que con el resumen anterior ya debe haberse intuido: se trata también de la novela más experimental y vanguardista de la autora y, por tanto, de una de las lecturas más complicadas para adentrarse en su proyecto narrativo y en la literatura de su época. A diferencia de otras novelas que pudieron escribir Isabel Allende, Manuel Puig, José Donoso o Gioconda Belli, en esta obra en concreto aún persiste una preocupación consciente por ensayar nuevas formas de literatura, rozando en algunos momentos la escritura fragmentaria y la parodia humorística. Pese al uso de un lenguaje mucho más sencillo y accesible que otros novelistas de su época, Peri Rossi busca deliberadamente la complejidad, ese barroco tan americano, por medio de diálogos absurdos y extrañas sentencias filosóficas y, sobre todo, recurriendo a complejas formas de la elipsis y del silencio.

"La nave de los locos" es, en consecuencia, una novela que se construye gracias a las intuiciones del lector, muchas veces alentado por pequeñas pistas que la autora ha sembrado en el relato. El componente sociopolítico, por ejemplo, queda difuminado a lo largo de varios capítulos en los que los ejes centrales parecen ser el exilio y la sexualidad. Porque, eso sí, algo que sorprende en la prosa de Cristina Peri Rossi es la valentía y la sinceridad a la hora de explorar temas poco frecuentes en la literatura contemporánea, como el sexo lésbico, la pedofilia y el transformismo. Dejando esto de lado, y ya para acabar, el grueso de la novela está atravesado por una serie de imágenes recurrentes que despiertan en el lector innumerables asociaciones: el Tapiz de la Creación, conservado en la catedral de Girona; los espacios comunes de la novela artúrica e incluso las figuras de actrices y artistas como Julie Christie, Marlene Dietrich y Dolores del Río.

En definitiva, la reedición de "La nave de los locos", una obra ya clásica en el imaginario del exilio latinoamericano, es una noticia estupenda para celebrar la concesión del Premio Cervantes a Cristina Peri Rossi hace ahora apenas dos años.

Darío Luque