La muerte del comendador. Libro 2

Opinión:

No voy a mentir: en cuanto terminé la primera parte de "La muerte del comendador" (tuve la suerte de que empecé a leerlo algo tarde respecto a su fecha de publicación), inicié la segunda parte, como si la división física entre una y otra no existiera. No sé si la idea de publicarlo en dos tomos ha sido una estrategia editorial o es debido al volumen del libro (en total, sumará alrededor de mil páginas). En cualquier caso, considero que es un error separar de esta manera una historia perfectamente hilvanada, donde todos los detalles juegan un papel sustancial en la totalidad de la obra. De hecho, creo que la primera parte se queda floja si se compara con la segunda -es algo normal y connatural al esqueleto de la trama-, lo cual podría hacer a mucha gente abandonar la lectura sin haber llegado a este segundo tomo. Si alguien está en esa situación, le aconsejo que siga leyendo; no se defraudará.

Lo que ya apuntaba la primera parte, termina de cerciorarse en la segunda: con "La muerte del comendador", Haruki Murakami rompe su ciclo de narrativa rápida e insulsa y vuelve a ser aquel aclamado autor de "Kafka en la orilla" o de "1Q84". Es admirable el ingenio que despliega en cada una de sus obras, manifestado sobre todo en la descripción de los personajes. Murakami no se corta a la hora de dar detalles, y llega a describirlo todo con sumo cuidado: marcas de coches, profesiones inusuales y detalles físicos de cada uno de los personajes. Como no podía ser de otra manera en un libro cuyo centro es un cuatro, en "La muerte del comendador" el autor abusa de las descripciones visuales y plásticas para dar forma a su mundo personal.

Se trata de un mundo que, eso sí, no conecta necesariamente con el mundo real, y aún menos con la dimensión de lo racional. En la obra del japonés los acontecimientos suceden por causas indeterminadas, que se escapan a la lógica de la razón; pocos son los hechos que siguen un orden de tipo causal. En este caso, la desaparición de Marie Akikawa parece estar relacionada con el misterioso cuadro basado en 'Don Giovanni' de Mozart, así como con el pozo del jardín. Pero, ¿acaso existen pruebas lógicas para relacionar todos esos elementos en la novela? De ninguna manera. Murakami juega, en contraste con sus descripciones precisas, con la insinuación de las conexiones que ocurren en un mundo a medias entre lo natural y lo irreal.

Quizás por eso tras leer "La muerte del comendador", uno queda con la extraña (pero placentera) sensación del déjà vu. Porque sabe que ya ha leído novelas de ese tipo tiempo atrás, y sabe también que llevaba años sin disfrutar de una historia que reuniera todos los elementos propios de la mejor narrativa de Haruki Murakami: lo insólito, el abismo emocional, el trasfondo musical. "La muerte del comendador" es una lectura idónea para quienes hayan disfrutado alguna vez con la estética de Haruki Murakami, y también para aquellos que quieran descubrirla por primera vez.

Una novela ágil de lectura, pero también de inteligencia. Una lectura muy satisfactoria.

Darío Luque