la memoria que nos queda

Opinión:

La memoria que nos queda es, según el mismo libro, un lugar en el que Eduardo López Pascual dibuja un territorio donde la nostalgia y el tiempo pasado se vuelven protagonistas bajo una forma de hacer poesía honda y sensorial. Un libro que está prologado por Pablo Méndez, quien lo define como un poeta auténtico, vital, reflexivo, andariego y rebosante de claridad poética. Yo me atrevería a añadir que ese adjetivo de auténtico es vehemente, en sus ideas y creencias, y amigo, un buen amigo.

Nos encontramos, probablemente, ante el más hondo, el más sentido poemario de López Pascual, ahora que el tiempo se acerca a una lúcida madurez: “como todos los días en este otoño que es gris/ y de cálidas tardes, recorro muy lentamente/ los mudos paseos con jardines, y tazas de cafés/ que han dejado sobre el velador próximo...”, invitándonos el poeta a acompañarle, ahora que aún tenemos luz, que titula su primer poema de este libro.

Siente el tiempo pasar, echando de menos esos recuerdos, que son, en él, en nosotros, como titulaba Caballero Bonald, el tiempo que nos queda: “he vuelto a rogar el regreso de la hermosa/ costumbre de conocernos, y darnos la palabra,/ pero hay que hacerlo pronto, con la urgencia/ de las graves promesas, que es muy tarde/ y los años se escapan con la puesta del sol”.
Recuerdos y nostalgias, y amor, como ese poema dedicado a Eladia, mujer y esposa, infinita inspiración en su bondad y en su paciencia.

Pablo Méndez, autor del prólogo, nos dirá que hay mucho de poeta en Eduardo y hay mucha poesía en La memoria que nos queda, es de esos libros que hay que leerlos despacio, parece el libro de toda una vida, y es que los buenos poetas rescriben una y otra vez el mismo libro, el suyo, el que luego pasa a ser de todos y a todos nos acompaña.

Francisco Javier Illán Vivas