La mano muerta y otros relatos de azúcar y fuego

Opinión:

La muerte no es una intrusa ruidosa en "La mano muerta y otros relatos de azúcar y fuego", de Rafael Ruiz Pleguezuelos. En cambio, se demora en los rincones, envuelta en silencio, rondando los bordes de cada página como una sombra tenue y persistente. A lo largo de estos quince cuentos adquiere muchas caras: a veces vívida y cruel, otras espectral y abstracta.

En un bar un hombre espera encontrarse otro año con su ex mujer mientras lee una noticia de un hombre ahogado... También sabremos de una narración entretejida en lo cotidiano, escondida entre naranjas envenenadas o la historia de Isabel y Marcos, creando su propia lengua, en un relato sobre el dolor de una ruptura sentimental. Le seguirá el corto sobre el tío Juan, él entiende de la sabiduría silenciosa de los anillos de los árboles que trazan el arco de una vida entera. ¿Sabe entonces un árbol cuando muere los años que cumplió? ¿Lo sabe un hombre con alzhéimer cuando llega su fin?

La wifi en casa de la abuela le traerá de vuelta alguien del pasado, leeremos el relato de la amarga rebelión de un adolescente a las once de la mañana... María Alvear solo es feliz en el momento de la ducha, es una mujer con suerte, su deseo se cumplirá...

Pleguezuelos tiene el don de convertir lo ordinario en extraordinario. Su prosa, elegante y aguda a la vez, tiene una resonancia poética que no te deja indiferente. Cada historia parece un susurro: lo suficientemente cercano para oírlo, pero lo suficientemente distante para parecer atemporal. Sus personajes están por todas partes: en el amigo que te cuenta algo, en el extraño en el autobús, en los titulares que llenan tu café de la mañana con una punzada de inquietud.

En el corazón de estos relatos se esconde "El ladrón de libros", una biblioteca rodeada de hijos, esas criaturas siniestras que lloran poco y se mueven con rapidez. O aquel hermano muerto y olvidado en un psiquiátrico...

Sólo he comentado algunos por encima, no estoy aquí para desvelaros la lectura.

Relatos de varias páginas o de una sola, el más largo será el último, la vida de una mujer en el exilio en Francia tras la guerra civil española. Una historia con un final esperanzador que nos recuerda que estamos hechos para luchar por la vida, pase lo que pase.

A veces detendréis la lectura como lo hice yo ante una imagen casi surrealista, pero que encapsula a la perfección la tensión que el autor crea a lo largo de la colección. Estos relatos son espejos de nuestros miedos más profundos y de nuestras revelaciones silenciosas, los momentos en que nos enfrentamos a la fragilidad de la vida y a nuestra propia presencia fugaz en ella.

La delicadeza de su escritura nunca flaquea. Sus historias avanzan con ligereza, incluso cuando abordan los temas más duros. Sin embargo, hay peso en cada palabra, una tensión que lleva al lector a una proximidad íntima e incómoda con la mortalidad. Estas historias son íntimas, pero no sofocantes, familiares, pero nunca reconfortantes. Son la vida misma: desordenada, extraña, hermosa e inevitable.

Hermoso, muy hermoso.

Violeta Lila