la isla de los jacintos cortados

Opinión:

No diré yo, como se resume en la contraportada, que ésta sea una doble historia de amor, porque podría atraer lectores a una novela que demanda una cierta predisposición, a la fantasía, y a la literatura de calidad. Torrente Ballester, eso sí me parece claro (no sobrevaloro mi capacidad intuitiva; basta leer el prólogo del autor, o las citas previas al texto), quería contar la historia de un hombre que, a falta de posible intervención sobre la amada, decide escribirle lo que viene a ser una larga carta de amor. Una carta que acaba por ser inútil, ya que el diario nunca será leído por Ariadna, realidad tan incuestionable como el objeto de deseo nunca muestra interés por el protagonista. Al final, esa capacidad inventiva (del narrador, pero también del autor) desvela cómo las palabras y los hechos (en fin, las historias) pueden servir como forma de seducción... siempre que alcancen el oído adecuado. De hecho, Sidney tiene en su inventiva (eso sí, ésta de raíz intelectual, racional) la forma de atar a su lado a Ariadna, y la intención del protagonista es justo proponer su personal modo de re-contar esos hechos que llevarían a la invención de Napoleón. Pero todo esto es, digamos, el fondo de la cuestión.

Lo que de veras importa es que la novela ofrece personajes interesantes y creíbles, pese a ese trasfondo, a ratos muy imbuido en la contextualización histórica, (con la ironía de unos burgueses que detestan la Revolución Francesa), a ratos en la pura fantasía (particularmente las tres brujas, curiosa reinterepretación de las de Macbeth). Por lo dicho, que nadie crea que uno requiere de una cultura amplia, ya sea de la Historia, o ya sea para dirimir las muchas pistas literarias (que, por otro lado, uno mismo no se ha molestado en rastrear debidamente).

La isla de los jacintos cortados es entretenida, porque el autor nos logra implicar tanto en la evolución de ese triángulo (el protagonista, Ariadna, Sidney), como en la de los distintos personajes que habitan en la Gorgona, en esa historia, con minúsculas, que quizás nunca sucedió, pero cuya calidad (obra del autor; obra del narrador) invita a que cuestiones cuáles son las que de veras mueven el mundo. De hecho, se desglosan tan cruelmente los patrones del carácter de Napoleón, que uno tiende a pensar que menudo impresentable originó un supuesto cisma en la Historia de Europa.