La importancia de las cosas
Título: La importancia de las cosas
Título Original: (La importancia de las cosas, 2009)
Autor: Marta Rivera de la Cruz
Editorial:
Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
Copyright:
© 2009, Marta Rivera de la Cruz
© 2009, Planeta, S.A.
Edición: 1ª Edición: Marzo 2009ISBN: 9788408085645
Tapa: Dura
Etiquetas: literatura española
Nº de páginas: 300
Argumento:
"La importancia de las cosas" cuenta la
historia de Mario Menkell, tímido, miope e introvertido profesor
universitario de escritura, autor de una única novela, cuya
rutinaria existencia da un giro de 360 grado cuando Fernando
Motalvo, su inquilino, se suicida inesperadamente. Entonces,
Menkell se ve obligado a hacerse cargo de todas las pertenencias de
éste: vitolas de puro, gramolas antiguas, porcelanas, vasos,
pegatinas, paraguas, miniaturas, cascos de guardia urbano, huchas
de cerámica, soldados de plomo; parece que el individuo - del cual
lo desconoce todo - estaba obsesionado por coleccionar objetos a
cuál más extraño y variopinto.
Menkell, que al principio se siente sobrepasado ante tal
acumulación de cosas inútiles, piensa primero en deshacerse de
todo, pero cambia de idea cuando se da cuenta cómo todos esos
objetos pueden ser una buena excusa para reforzar su amistad con
Beatriz, una compañera de trabajo a la que ama en silencio y sin
esperanzas desde hace mucho tiempo. Beatriz ha abandonado a su
marido y Menkell le ofrece su piso como refugio. Juntos inician una
investigación para descubrir detalles sobre la verdadera identidad
de Montalvo. Mario piensa utilizar toda esa información como
argumento de su segunda novela, la cual debe escribir si no quiere
perder su puesto de trabajo.
Opinión:
No lo puedo evitar: me gustan las novelas que hablan de mí, de
cómo siento la vida, de cómo experimento o he experimentado mis
relaciones sentimentales, en las cuales reconozco situaciones que
yo mismo he protagonizado.
Me gustan las novelas en las que desde el primer momento los
personajes me atrapan, me conquistan, me enamoran, los comprendo y
los entiendo (que no es lo mismo), empatizo rápidamente con ellos,
me hacen reír, me hacen llorar, emocionarme, conmoverme, soñar,
pensar, sentir que la lectura es un placer como pocos para mí. Esto
me ha pasado con "La importancia de las
cosas", novela que he leído en tres días porque las
mañanas las he tenido ocupadas con mi trabajo pero que si la
hubiera pillado en periodo de vacaciones me la habría leído en sólo
uno. Hasta tal punto me tenía atrapado esta historia que sentía
realmente tristeza de que se acabara y que tanto Mario como Beatriz
desaparecieran para siempre de mi vida, de mi imaginación o de mis
ganas de fabular o de soñar.
Es una novela agradable, aparentemente sencilla o incluso a alguno
podría parecerle algo simple. Pero en realidad esa presunta
simplicidad - que yo pienso que es más bien nitidez, claridad,
agilidad, frescura: saber contar las cosas, vaya - encierra una
enorme complejidad. Para empezar resulta realmente muy difícil
describir las cualidades de esta novela sin desvelar todos sus
intringulis, prueba evidente de que no todo es tan
sencillo ni tan fácil. Una novela agradable, sí, sin duda, pero
desarrollada a través de un bonito juego de cuento dentro de un
cuento en el que todo, absolutamente todo, por muy gratuito
que nos parezca en un principio, cualquier pequeño detalle tiene
una importancia vital en el desenlace de la historia.
Y digo un bonito juego porque el segundo cuento sirve para
resolver los conflictos del primero, aunque en realidad ambos
comparten idéntica moraleja o en cierto modo puedan ser
intercambiables en el tiempo. De hecho, pienso que una historia de
amor cobra sentido gracias a la otra: las colecciones de objetos
(las cosas) unieron a Mario y a Beatriz pero también a Montalvo le
evocaban algo parecido; aquella acumulación de figuritas y objetos
absurdos tenían un sentido más allá del coleccionismo aparentemente
compulsivo (y hasta aquí puedo leer). Y además todo este maldito
embrollo sirve para que Menkell descubra realmente quién es él,
porque antes yo creo que andaba bastante perdido el hombre.
Porque sí amigos, qué le vamos a hacer: nos encontramos ante una
novela sentimental en el sentido más literal de la palabra; es
decir, en la que los SENTIMIENTOS tienen una enorme relevancia y
explican los comportamientos de la mayor parte de los implicados en
la trama: la falta de amor, la envidia, la ambición, los celos, el
miedo, la mentira, la falta de autoestima… son sentimientos, lo que
pasa que decimos sentimental y ya enseguida nos imaginamos
El cuaderno de Noah o similar, pero no,
no tiene nada que ver. Me refiero a que la importancia de
las cosas sólo cobra sentido como narración en la que los
sentimientos están presentes siempre como motor que impulsa todas
las acciones. Pero insisto, se habla de amor también pero no hay
cursilería, diálogos ñoños ni nada parecido, sino que los
protagonistas se quieren como se quiere la gente normalmente
compartiendo tareas comunes (embalar las colecciones de Montalvo,
por ejemplo), colaborando, apoyándose los unos a los otros,
impulsándose mutuamente o emprendiendo una investigación (esto es
menos habitual, pero bueno…quién sabe) rocambolesca para escribir
una novela y de la que Mario no sabe ni el argumento.
El libro habla también de que siempre son posibles las segundas
oportunidades, que no existe edad límite para ello pero esto no me
interesa tanto como la correspondencia que se apunta tan hermosa a
lo largo de la narración entre objeto y persona amada. Y es que
para mí al menos está muy claro: una de las maneras más bonitas que
puede experimentar una persona es enamorarse no sólo de la persona
sino también de las cosas que le gustan, los libros que lee, sus
hobbies preferidos, sus films favoritos… Por eso, cuando ella (o
él) ya no está contigo la forma perfecta de evocarle (si todavía
existen por ahí dentro sentimientos bullendo) es a través de esos
pequeños objetos que formaban parte de su idiosincrasia o su manera
de sentir la vida. Aquí radica la importancia de las cosas…
aquellas pequeñas cosas que "nos hacen que lloremos cuando
nadie lo ve" (Joan Manuel Serrat).
Joseph B Macgregor
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Comentario de los lectores:
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