La hija única

Opinión:

Vaya por delante la dureza de esta novela. Me ha resultado casi insoportable ponerme en el lugar de Alina, la madre que, embarazada de ocho meses, recibe la noticia de la malformación cerebral de su hija, malformación incompatible con la vida que hará que no viva más allá del parto. Imaginarme recibiendo esa noticia, llevando (a pesar de todo) el embarazo a término, pariendo a una niña que va a morir en pocas horas… ¡Uf! La angustia, el dolor, el miedo, la impotencia, la rabia, la inquietud, la sensación de injusticia, la profunda tristeza que he sentido no deben de ser ni una mínima parte de lo que sintió la Alina personaje y también la Amelia real, la amiga de la autora cuya historia personal inspiró esta novela.

Junto a esta rama de la historia, Laura, la protagonista, nos cuenta otra no menos dolorosa: la de una madre y un hijo cuya convivencia es imposible. Y lo es porque él aprendió la violencia del padre y la usa como lenguaje habitual con ella y porque ella atraviesa una profunda depresión desde que su marido falleció en un accidente que la hace temer por todo lo que puede ocurrir desde el momento en el que sales de casa.

Y aún hay un par de ramas más, menores pero importantes: la de la propia Laura, una mujer que ha decidido no ser madre y que lo defiende a capa y espada. Aún a costa de alejarse de su propia madre.

Y la del nido que dos palomas crean en el balcón de Laura para incubar sus huevos, sin saber que uno de ellos (el que sobrevivirá) no es de su propia especie.

Son muchas, pues (y como puede verse), las formas de acercarse a la maternidad que nos propone Guadalupe Nettel. Pero, lo mejor, es que todas ellas se alejan de los estereotipos e ideas preconcebidas más extendidas sobre la maternidad y proponen, pues, un diálogo profundo, diferente y con múltiples perspectivas sobre este tema tan natural, tan habitual pero, al mismo tiempo, tan tabú.

Porque… ¿existe realmente el instinto maternal? ¿Está mal visto que una mujer decida no ser madre? ¿Se puede cambiar de opinión al respecto? ¿Por qué? ¿Y qué ocurre con las que no lo pueden ser? ¿Son menos mujeres por eso?

Son muchos los interrogantes que van surgiendo a lo largo de esta lectura que ofrece respuestas en forma de ejemplo, de personajes que van apareciendo y desapareciendo en sus páginas y que van dibujando en la mente del lector una idea más completa y compleja de lo que supone ser madre.

Incluido el sentimiento de quien es madre sin serlo. De quien cobra por encargarse de un niño que no es suyo (pero al que, inevitablemente, acaba queriendo y tratando como si fuera propio) o de quien intenta echar una mano a otra madre desbordada y acababa, encariñándose (de igual manera) y cuidando a un hijo que no ha parido.

La metáfora de la paloma que cría, sin saberlo (o mejor, ¿sin saberlo?), un polluelo que no es de su especie sirve aquí no solo para hablar de la maternidad o la crianza humanas en sus múltiples variantes sino, incluso, para adoptar el punto de vista narrativo: Laura es, hasta cierto punto, como la mamá que empolla el huevo de otra. Cuenta historias que no son suyas, historias ajenas en las que es, sobre todo, testigo, aunque acabe también involucrada.

Me ha sorprendido muchísimo esta novela, tanto por el tema y el tratamiento como por la forma en la que está narrada (tan sencilla, tan casi diría aséptica, dejando que sea el lector el que sienta, el que se pregunte, el que sufra). Así que no puedo dejar de recomendarla. Eso sí, para momentos de fortaleza mental.

Lidia Casado