La herbolera. Una joven curandera acusada de brujería

Título: La herbolera. Una joven curandera acusada de brujería
Título Original: (La herbolera. Una joven curandera acusada de brujería)
Autor: Toti Martínez de Lezea
Editorial:
Maeva
Copyright:
© Toti Martínez de Lezea
© Ttarttalo Argitaletxea
© 2006 Maeva Ediciones
(acceso a Embolsillo)
Edición: 1ª Edición, 2006ISBN: 9788415140115
Tapa: Blanda
Etiquetas: juicios bruja edad media historia de España ficción histórica histórica inquisición santa inquisición literatura española Iglesia akelarre caza de brujas curanderas siglo XV
Nº de páginas: 468
Argumento:
A mediados del s. XV, en Durango (Vizcaya) tuvo lugar un proceso
contra los seguidores de dos frailes franciscanos acusados de
herejía. Murieron un centenar de personas. Años más tarde, en el
1.500 y en el mismo lugar, diez mujeres y un hombre acusados de
herejía y además de brujería, fueron quemados en hogueras tras
recibir tortura, y también se desenterraron los huesos de otras
seis mujeres ya fallecidas para que ardieran en la hoguera acusadas
igualmente de herejía y brujería.
En un marco incomparable de belleza, leyendas y creencias de
orígenes remotos muy afianzadas entre los vascos, y la tranquilidad
en su vida, crece Catalina de Goiena, Katalintxe. Tiene un don,
además de aprender con tremenda rapidez todo lo referente en cuanto
a ungüentos, pócimas y caldos para sanar o aliviar a enfermos, es
capaz de saber sin ningún tipo de duda, quién está enfermo o quién
morirá. Lo ha heredado de su bisabuela.
Catalina es criada por su abuela y su madre, y cuando su abuela
(Domenja) ya le ha transmitido todo lo que sabe, la manda a casa de
un médico en Tabira, Durango, para que la instruya en otras
ciencias. Así, Catalina se hace partera.
A su ingenuidad se une una caza de brujas cuyo mayor instigador es
el escribano Bartolomé Martínez de Unda, cuyo único interés en la
vida para aplacar su rabia y su misoginia, es eliminar todo rastro
de brujería, satanismo y herejía en la merindad.
Catalina encontrará el amor equivocado en Tabira, la profesión
unida al saber, y al mismo tiempo un sinfin de hechos que la
tendrán siempre en el ojo del huracán en esa terrible caza de
brujas donde cualquier inocente puede acabar en una hoguera o, para
ahorrarse más torturas, inventar nombres de otros brujos o
brujas.
Opinión:
Anika Lillo
Maravilloso de principio a fin. Esta es una novela que finalizas
con la sensación de haber disfrutado cada página a pesar de las
veces que, o bien sufres, o bien se te ponen los pelos de punta,
pero la lectura "La herbolera" y esa última página
que finaliza con la historia, no te decepciona ni de te deja con la
impresión de que te han timado. Chapeau.
Toti Martínez de Lezea
no cree en las brujas, cree en las mujeres, en la condición humana
-a veces buena, a veces mala- de las personas, y en la Historia, y
es por ello que de su boca no sale más imaginación o fantasía que
la de la narración referente a la historia de Catalina de Goiena.
Si alguien cree en una leyenda, si alguien sufre por la ira de una
diosa, si alguien cree en las brujas y la brujería, son personajes
inventados para la novela, pero, curiosamente y al mismo tiempo,
Toti no inventa nada: este tipo de historias ocurrieron a lo largo
y ancho de Europa, y la historia preliminar que introduce a
Catalina en las tierras vizcaínas, es absolutamente real.
Dicho esto no puedo menos que aplaudir la historia, la
ambientación, los perfiles, la trama, cómo es llevada a cada
momento, la extensión justa de la novela... todo en ella es
absolutamente perfecto, lo suficiente como para recomendaros
encarecidamente que leáis esta novela.
Desde el principio, debido al subtítulo (Una joven
curandera acusada de brujería) ya sabemos qué va a
ocurrir. Alguien podría pensar que cuando ya sabes de qué va la
historia y ya tienes tantos datos, el interés afloja. Pero no es
así. La maestría con que la autora nos va llevando a lo largo de la
vida de la joven Catalina (Katalintxe), haciéndonos sufrir con ella
el miedo de que "ya le toca", alargando la angustia, viéndola
flojear o renacer como el ave fénix, viviendo con ella la sensación
de que algo va mal y puede acabar peor... todo este tipo de cosas
te introduce en su mundo y estás en su casa, en Tabira, enfrente
del Anboto, en las reuniones privadas, en los partos... y por
desgracia también, te encuentras frente a los peores instigadores
de la caza de brujas de esta historia y quieres (pero no puedes)
hacerles entrar en razón, y eso, a veces, parece que te pierde, que
te llena de ira, porque sabes que esas cosas ocurrieron y hubo
hombres como Martínez de Unda, o Juanes de Gesala (buscando dar
braguetazos aun a costa de producir el mayor dolor a su amada, y
sintiendo indiferencia hacia los inocentes acusados), o párrocos
que prefirieron creer en las cosas más absurdas de su religión
antes que dar su brazo a torcer porque lo que estaba en juego, en
verdad, no era la brujería, sino que el poder de la Iglesia
Católica se debilitara (algo que la Iglesia nunca permitió).
Y al igual que este tipo de personas que un día pisaron nuestras
tierras, existieron mujeres sencillas que de buenas a primeras eran
acusadas de brujas, que se levantaban por la mañana tan tranquilas
y una hora después eran detenidas porque su vecina o alguien con
quien no se llevaba demasiado bien la había señalado con el dedo.
Gentes que soportaron como pudieron el dolor de la tortura y que la
mayoría de las veces preferían declararse brujas y brujos antes que
volver a ser ferozmente torturadas. Una salvajada que se reprodujo
en distintas partes de Europa y que jamás debe volver a pasar
(quizás por ello estoy tan en contra de las religiones en
general).
Pero si algo me gustaría destacar, además, es esa escena en la que
Toti
Martínez de Lezea, sin previo aviso, describe lo que luego
entenderemos como aquello que se llama "akelarre".
Entramos en la fiesta sin conocer de ella más que es una reunión de
gentes que se une para disfrutar de un día concreto donde bailar,
recordar a los dioses con los que les criaron en sus infancias,
beber, narrar viejas historias, y amarse. Y cuando te das cuenta
percibes lo que está pasando: ¡eso es el famoso akelarre del
que habla todo el mundo! ¡No son brujas, no hay demonios, no hay
más magia que la de los amantes, las borracheras y sus propias
creencias!. Esa primera escena que más tarde se irá repitiendo
merece por sí sola un diez. La autora no nos dice de qué va a
hablarnos, sólo nos invita a entrar en la cueva y nos hace ver con
razonamiento qué es aquello que se tradujo como "akelarre" en el
mundo brujeril.
No se le puede pedir más a una novela. Os la recomiendo
encarecidamente.
Gracias Toti.
Gacela
Desde hace tiempo me llama la atención la historia de las Brujas,
más allá de la fantasía que les acompaña. Lo que me interesa es la
historia de esas mujeres que, quizá porque eran más independientes,
quizá porque sabían más de lo que se suponía que tenían que saber
-de hierbas, de partos, de la menstruación... allí donde los
médicos no llegaban, llegaban ellas-, quizá porque no querían
perder del todo el contacto con sus dioses y leyendas... sufrieron
persecuciones y fueron brutalmente asesinadas, quemadas en la
hoguera.
Por eso me llamó la atención el título de esta novela de Toti
(también tiene más hablando de Brujas, que espero poder leer
pronto), y no me ha decepcionado en absoluto. Te sitúa con
facilidad en ese tiempo en el que cualquiera podía acusar al vecino
(y más aún a la vecina) de brujería, con tal de que cesaran las
torturas a las que estaba siendo sometido, o simplemente por
desavenencias personales.
A medida que pasas las páginas, disfrutas de la historia; sufres
con Katalintxe, la joven protagonista; aprendes con ella; te
enfrentas a su lado contra quienes injustamente la acusan a ella y
otras compañeras de tratos con el demonio...
Además, el libro incluye una interesante cronología de los hechos
reales que sucedieron en el País Vasco y alrededores relacionados
con las persecuciones y quema de brujas, que te sirve para situarte
aún mejor en la Historia.
Un buen libro, que te deja con ganas de leer más de esta
autora.
Gacela
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