La de Bringas

Opinión:

Tercera parte o continuación del fresco madrileño que el autor trasladó siguiendo uno de los personajes de "Marianela". Los Bringas ya estaban presentes desde el principio y aquí el autor, por fin, parece rendirles homenaje. Después de arrancar un poco entre las frondosidades de una excesiva descripción del entorno palaciego, que cuesta, que se hace demasiado barroco, Galdós extrae lentamente la maquinaria de sus personajes que se van desvelando nítidamente como un sol que saliera tras las nubes del Campo del Moro. Y ahí se asoma Rosalía Bringas, cursi, queriendo ser lo que no es, aparentando lo que no tiene. A su lado, el colosal marido D. Francisco Bringas, hombre metódico, que mira con lupa los dineros y que es consciente de que su puesto, a pesar de no ser generoso, vale su peso en oro. El genio galdosiano arranca cuando a este infeliz le da una especie de pasmo y pierde la vista debido a su afición con las forjas y los pelos decorativos.

"Congestión retiniana" le diagnostica un médico tímido en el recetar y poco afortunado en curaciones. Rosalía compra lo que no tiene; compra vestiditos, pañuelos, mantillas, y, claro, ve la oportunidad de ocultarlo a su esposo que siempre está velando por el "equilibrio familiar"… Hasta de un pretendiente por el que no siente nada le vale con tal de poder esconder a su roñoso cónyuge el desliz de su afán por aparentar.

Maravillosa novela, de caracteres, de diálogos lúcidos y verosímiles. Momentos geniales como el del oftalmólogo más afamado de Madrid, al que el señor Bringas no sabe cómo afrontar para que no le cobre lo que no está escrito, perdiendo el sueño por si el galeno piensa que es rico al vivir en el entorno de Palacio. "No lleves a los niños muy arreglados- llega a decir a su mujer-, no sea que al médico le dé por pensar…"

Y en el trasfondo, la decadencia monárquica… Si cae Isabel, caen los Bringas.

El calidoscopio del autor canario se abre de nuevo, nos deja pinceladas de colores de su universo, se atisban tipos ya míticos en su obra como el prestamista Torquemada.

No sé, yo tengo la sensación de que toda esa gente vivió en Madrid, que aún se siente su aliento por las calles vetustas de la capital…

Nacho Pérez