La corona partida

Opinión:

A caballo entre las otras dos historias de ficción que han pasado por las series de televisión, "Isabel" y "Carlos, rey emperador", esta adaptación se centra en un periodo crucial para la Historia de España. El legado de Isabel de Castilla dejaba en herencia el reinado a su hija Juana, pero el carácter continuista de su padre, Fernando el Católico, y las ansias de poder de su esposo Felipe el Hermoso, inician una lucha de poder entre ambos en la que sólo están de acuerdo en una cuestión: inhabilitar a Juana.

La supuesta locura por amor, que no era otra cosa que celos enfermizos, y los brotes de ansiedad que padecía por sus ausencias o enfados, son un componente que el lector deberá juzgar, si eran una razón suficiente para alejarla de su destino y mantenerla encerrada en distintas ocasiones; o si todo era la forma más fácil de apartarla de sus derechos dinásticos y apropiarse con descaro de lo que le pertenecía.

Fernando el Católico tiene un papel destacado al impedir que Felipe se haga con las riendas del reino como consorte de la reina Juana, pero con plenos poderes debido a su estado. Posiblemente, y gracias a él, España no quedó peor parada dada la incapacidad y el gusto por las fiestas que tenían el joven archiduque y su séquito de aprovechados. Pero a Fernando las cosas no se le pusieron muy a su favor por los tiras y afloja del Reino de Aragón, y tuvo que ceder en última instancia; hasta que nuevamente le reclamaron para que reinara tras la inesperada muerte de Felipe.

Felipe se nos muestra como un niño caprichoso que pretende reinar a cualquier precio, siendo suficiente su interpretación para hacernos una idea de su personalidad. Aunque no estaría de más profundizar en este personaje para conocer otros puntos de vista, pues con esta crónica sale mal parado.

Lo que está claro con la confrontación de ambos aspirantes es el momento convulso en el que se encontraba una península unida por pinzas y el deseo de muchos rincones por un nueva separación, tanto de dentro como de fuera, pues en Europa también querían repartirse los pedazos. Una visión histórica de los hechos que me parece bastante acertada y que junto a otras lecturas es una buena fuente de aprendizaje.

El cardenal Cisneros, entonces arzobispo de Toledo, transita por estas páginas dando fe de la importancia que tuvo la Iglesia en ese periodo, donde supo mediar entre reyes y nobles descontentos, y también dirigir el reino en ausencia de quien lo gobernase. La participación de Maximiliano en defensa de los intereses de Juana y del futuro de su nieto Carlos nos prepara para la herencia que años más tarde iniciaría el mayor Imperio del mundo.

Pero sin duda, el personaje de Juana es el más estremecedor al tiempo que interesante, sus pensamientos y sus desvaríos dan paso a momentos de total cordura en los que las decisiones que adopta y el carácter y la determinación con que las toma producen un acercamiento hacia su persona. Si todos los personajes me han resultado bien perfilados, el de Juana me ha cautivado y me hubiese gustado haber disfrutado más tiempo de él.

Y si la novela está narrada para que el lector se meta en la historia, la película, que vi posteriormente y es una adaptación donde sólo varían un par de episodios, es una buena opción para disfrutar de buen cine español. Las escenas en las que los correos de unos y otros atraviesan por múltiples aventuras son un aliciente más para dejarse llevar e involucrarse en el momento histórico.

En definitiva, un drama que refleja de manera adecuada el periodo que va desde la muerte de Isabel de Castilla hasta la llegada al trono de Carlos V. Un relato que nos muestra el complicado reinado de la reina Juana de Castilla, y de Aragón y Navarra; y su capacidad para desdoblarse en mujer y en soberana.

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