juliet, desnuda

Opinión:

Los protagonistas de la última novela de Hornby, “Juliet, desnuda”, son Annie y Duncan. Son una pareja que rondan los cuarenta años y que llevan juntos desde quince años atrás. Su relación está estancada, no contiene pasión ni amor. Se cimenta sobre la costumbre y la rutina. Viven en una pequeña ciudad costera de Inglaterra, tan monótona como ellos mismos. La única pasión de Duncan es un músico americano, Tucker Crowe, que grabó un par de discos de cierto éxito en los ochenta y que después se retiró de la vida. Duncan mantiene una página web con un puñado de fans en la que se dedican a intercambiar información y datos sobre su ídolo. Annie empieza sentir la necesidad de tener hijos pero Duncan, eterno “peter pan”, no se plantea ni siquiera esa posibilidad.

El mejor álbum del retirado Crowe es el último que grabó, “Juliet”, por el que Duncan  siente verdadera veneración. Cuando se edita un CD nuevo con las maquetas y versiones descartadas de este disco, llamado  “Juliet, naked”, todo se complicará en la vida de Duncan y Annie, ya que Tucker Crowe hará su aparición, trastocando ese futuro acomodado y sin ilusiones que ambos mantenían.

Nick Hornby engancha una vez más al lector. Se mueve con la soltura habitual en ese mundo compuesto de personas comunes y anodinas, consiguiendo que sus vidas trasciendan la mera superficie que se observa a primera vista. Nos plantea una problemática existencial profunda desde una perspectiva amena y fácilmente comprensible, como ya ocurría, por ejemplo, en otra de sus novelas, “En picado”, aunque aquí en lugar de utilizar el suicidio como resorte para preguntarnos sobre la vida y su sentido, usa el tiempo, la toma de conciencia sobre el tiempo vivido, que ya no podemos recuperar, y el que nos queda por vivir.

Mantiene la música como uno de los personajes esenciales de la novela, esta aparece como un engranaje que ayuda al fluir del libro. Si en “Alta fidelidad” era Rob Fleming el melómano adicto a las listas, en “Juliet, desnuda”, Duncan es el mismo melómano, incapaz de crecer y adicto a un músico concreto. Y por supuesto, la comedia y ese humor ácido de Hornby se palpa en cada página, como cuando Duncan consigue que Annie le fotografíe en unos urinarios cochambrosos de un garito dónde se supone que Tucker Crowe tuvo alguna especie de visión, consecuencia de la cual se retiró de la música y, en cierto modo, de la vida. O la historia de los increíbles e irreales Barnesy y Gav, totalmente anacrónicos, enganchados desde 1981 al soul del norte.

El autor utiliza sabiamente los nuevos medios. Internet se convierte en un modo de comunicación primordial, vía e-mails, foros o páginas web, y Hornby hasta se permite la inclusión en el libro de páginas de la Wikipedia (inventadas) sobre Tucker Crowe.

El resultado de toda esta combinación de diferentes ingredientes es una novela inteligente e irónica, tratada ingeniosamente por el autor, que no defraudará a nadie. A los acólitos de Nick Hornby porque reconocerán sus guiños y complicidades entre las páginas de la narración y, a los nuevos lectores, porque se divertirán, sufrirán y se emocionarán con las vicisitudes de sus personajes.

Julia Martínez