Juana

Opinión:

Ya es hora de quitar el apodo a doña Juana, dejar de llamarla loca y dictar sentencia a los verdaderos culpables de su desesperación. A través de este relato de ficción basado en hechos históricos podemos analizar la larga agonía que tuvo que soportar doña Juana, una joven soñadora y amante de los libros que viajó a Flandes para contraer matrimonio mediante un pacto entre el rey Maximiliano y los Reyes Católicos para aislar a Francia; dando paso así, al inicio de los Austrias en España.

Enamorada y entregada a su marido, pronto descubre en él el gusto por la fiesta, el escaso compromiso con sus obligaciones y una desmesurada ambición por apropiarse de los bienes ajenos; como más tarde comprobaría al morir la reina Isabel y quedarle a Juana como herencia el reinado de Castilla. Aquellos años en tierras extranjeras, Flandes, Francia e Inglaterra, fueron suficientes para que el primero de los culpables se mostrara abiertamente.

El carácter de Juana es una de las cosas que mejor están representadas en el relato de su vida. Esa otra mujer que tiene que demostrar continuamente que es, sacando fuerzas para enfrentarse a todos los que la quieren anular. Sus padres, su esposo y los confesores asignados se darán de bruces contra una mujer a quien creen sumisa y demuestra tener más sensatez que todos ellos.

A la muerte de los herederos de Castilla y recayendo la herencia de la corona sobre Juana, es cuando afloran las verdaderas intenciones de Felipe, pero Juana, sabedora de que en Castilla las cosas se pondrán de su parte, calla, espera el momento para hacerse valer como futura reina y demuestra ante el rey Luis de Francia que ella, y sólo ella, es la heredera del trono español.

Felipe, como no podía ser de otra manera, sale mal parado en esta novela, se nos muestra ambicioso, engreído y mujeriego; y para redondear su personaje, se hace patente su odio a España y el maltrato físico y emocional que infligió a su mujer. Una pena que doña Juana se derritiera con sus caricias y siempre le perdonase, pues él está claro que no la amaba; lo que acrecentaba su ira y su desasosiego.

Cuando muere Felipe el Hermoso, Juana se encuentra con un reino asolado por la peste, la hambruna y las arcas vacías por el saqueo que los flamencos habían realizado desde que llegaron. Incapaz de reinar llega el turno de dos personajes que también conspiraron contra ella declarándola loca, su padre Fernando y el Cardenal Cisneros. Aunque aquí las razones son más políticas, el resultado es el mismo. Juana sigue encerrada, a veces por su propia voluntad y otras por el capricho de sus dos regentes.

Por último, y no menos importante, tiene que ser juzgado su hijo Carlos, quien también pretendió apartarla como reina y se llevó de su lado a su hija pequeña Catalina. Un nuevo ataque que la condenaba al olvido, al encierro y a mostrarse ante los demás como una mujer desquiciada; una vez más. Pero la revolución de los Comuneros de Castilla, que se habían alzado en armas contra los abusos y despropósitos del ya rey Carlos I y los nuevos saqueos de sus amigos extranjeros, son de nuevo uno de los momentos en los que plena de lucidez demuestra que no está loca.

Una mujer que no estaba preparada para el destino que le había guardado la Historia y que se curtió en mil batallas sorteando engaños. A los setenta y cinco años murió en Tordesillas, donde había malvivido encerrada durante los últimos cuarenta y seis años de su vida.

Una novela con un punto de vista diferente, en el que salen a escena aquellos que tienen que ser juzgados por el sobrenombre que acompaña a Juana I de Castilla y pone a los lectores como jurado popular para defender a una reina a la que no consintieron reinar.

La documentación histórica que ha manejado la autora y la narración me han parecido acertadas para explorar un poco más en el personaje de Juana, aquella a la que llamaban la loca.

Porlomenix