inglaterra, inglaterra

Opinión:

De Julian Barnes se oyó mucho hablar en España cuando se publicó en los primeros ochenta su novela "El loro de Flaubert", una novela de culto, de esas que tenías que leer aunque te aburriera mortalmente. Yo lo intenté, era joven e impresionable, y fracasé en el empeño, sin que hasta ahora me haya atrevido a confesar mi pecado.

Desde entonces se ha seguido traduciendo y publicando a este autor, aunque sin tanto revuelo mediático, y cuando leí el argumento en la contraportada, me engachó, aunque le tenía cierto miedo.

La novela está estructurada en tres capítulos, actuando el primero y el tercero a modo de prólogo y epílogo de la acción principal. En ellos se cuentan la infancia y la vejez de Martha, y para mi gusto, si se los hubiese ahorrado el autor, no habría pasado nada.

Lo que para mí fue verdaderamente interesante, y divertido, y evocador, y profético, fue cómo ante nuestros ojos se va levantando una utopía ultracapitalista, bajo la apariencia de un parque temático más, en el que la gente acude a contemplar réplicas, no originales, porque están más a mano y porque a quién le importan ya los originales, en un mundo de reproducciones fidedignas, a las que encima se les han desprovisto sus aspectos más incómodos. Un mundo, además, libre de la incomodidad de los gobernantes y sus leyes...

En el mundo real hay pruebas más que suficientes de este neopapanatismo: la réplica de las cuevas de Altamira o de Lascaux, la copia del David de Miguel Angel de Florencia, delante de la cual todo el mundo se hace fotos, porque delante del original, encerrado en un museo, hay poca luz o no dejan... incluso los parques Disney o los Guggenheims son prueba de esta tendencia. En resumen, toda una crítica mordaz a la cuestión de la identidad, al del turismo de masas y también al mundo del entretenimiento tonto éste de los parques temáticos, ese mundo de plástico y cartón piedra en el que tanta gente parece sentirse tan a gusto...

El autor incluso se permite una pirueta argumental consistente en que algunos actores, llevados de un exacerbado escrúpulo profesional, acaban siendo poseídos por sus propios personajes, no haciendo de Robin Hood o la Reina Victoria, sino siendo en realidad ellos, o cómo la copia acaba suplantando al original... En la novela hay una historieta de amor bastante inconsistente y metida con calzador, pero el conjunto está relatado con una pátina de humor cínico taaan inglés, que me ha parecido irresistible y muy agradable de leer.