Horrores invisibles

Opinión:

A finales de 1910, y en medio de una pandemia mundial de gripe, Gertrude Barrows, madre soltera, se encontraba luchando por mantener a su hija pequeña, y cuidando a su madre enferma. Encontró en la escritura el único trabajo posible desde su casa, y comenzó a enviar sus relatos a las revistas Argosy y All-story Weekly. Escribiendo bajo un seudónimo masculino asignado por su editor, sus cuentos tuvieron una recepción positiva por parte de los fanáticos, que celebraron su "insuperable" capacidad para crear "fantasía imaginativa pura", que era "refrescante" en su originalidad y "exquisita" en su sentido del humor. O, al menos, eso era lo que decían las cartas que llegaban a la editorial, para desconcierto de la propia Gertrude.

Este nuevo ingreso le permitió atravesar la pandemia con relativa tranquilidad y, luego de que su madre finalmente muriera y su hija se independizara, decidió mudarse a California. Para ese entonces, ya había logrado publicar en revistas de género pulp más importantes, entre 1917 y 1923, e incluso llegaría a colar un relato en la mítica Weird Tales.

Como muchos autores de ciencia ficción de la actualidad, Barrows dedicó mucho tiempo a la investigación (hasta siete meses para sus obras de extensión novelesca) antes de redactar sus relatos. Dado su trabajo como periodista en una importante ciudad estadounidense y como secretaria en una universidad conocida por sus programas de vanguardia en zoología, biología y arqueología, no sorprende que los relatos de Bennett parezcan sacados de los titulares de su época.

En sus historias, los temas son variados: un gobierno distópico mantiene el poder sobre la población oprimida de un Estados Unidos distópico, a través de un sistema de juegos mortales. La exposición a un nuevo elemento extraño le da a un joven promedio una superfuerza. Depredadores invisibles de una dimensión alternativa se alimentan de la maldad humana. Un joven aventurero forja conexiones telepáticas con un mundo viviente, para oponerse a las fuerzas que los explotarían brutalmente a ambos. Y luego están las realidades que resultan ser nada más que meras ilusiones, las proyecciones de mentes enajenadas y exaltadas, o quizás, sólo quizás, podrían ser reales después de todo...

Estos son los sueños de los que está hecha la cultura contemporánea, alimentando todo, desde los éxitos de taquilla de Hollywood hasta los videojuegos innovadores y los galardonados experimentos literarios. Increíblemente, todas son tramas popularizadas por esta autora pionera del género. Aunque a menudo se la celebra como "la mujer que inventó la fantasía oscura", innovó en subgéneros especulativos que incluyen, entre otros: la fantasía oscura, la historia de mundos paralelos, el relato del origen de los superhéroes y la ecoutopía feminista.

Libro tamaño bolsillo de tapa blanda aterciopelada, arranca con una fotografía de la autora en blanco y negro de joven y un prólogo donde se nos narra su vida.

Los relatos publicados en "Horrores invisibles" son el que da título al libro, y "La trampa de los elfos". En el primero, su protagonista, blanco y liberal, se siente abrumado por un odio repentino hacia las comunidades afroamericana, italiana y judía de Filadelfia, que se transforman de barrios animados aunque "destartalados", a barrios "marginales, antihigiénicos y repugnantes" ante sus propios ojos. Su posterior búsqueda de sentido de esta experiencia le permite a Barrows emocionar a su audiencia con una visión protolovecraftiana de un universo depredador, al tiempo que desafía sus suposiciones sobre la xenofobia como un aspecto natural de la competencia darwiniana entre especies (y razas). El protagonista conocerá a un anciano que le hablará sobre la fotografía en color de los microorganismos. Éste le asegura que existen seres invisibles que pueden influir en nuestra realidad. Usando una especie de membrana, se dispone a enseñarle esta realidad paralela a nuestro protagonista... La autora compone una escena con criaturas monstruosas que causan gran repugnancia, y que se adhieren a las piernas del protagonista. Esta visión provoca una importante reflexión por parte de la autora: es mejor retrasar los avances científicos, ya que no sabemos con qué horrores podemos encontrarnos más allá del velo de la realidad, y no estamos destinados a conocerlos.

En "La trampa de los elfos", la representación que Barrow hace de los elfos como seres inmortales de tamaño humano, caracterizados por su "delicada y fascinante belleza" y sus habilidades mágicas para la orfebrería, transformaría radicalmente las representaciones victorianas convencionales de tales criaturas como diablillos minúsculos e infantiles. Como tal, sus personajes anticipan el ascenso del elfo de fantasía moderno popularizado por La hija del rey de los elfos (1924) de Lord Dunsany y El señor de los anillos (1954-1955) de Tolkien. El protagonista es un científico que descubrirá un reino fantástico al entrar en trato con una extraña muchacha, en una retirada casa en las montañas, a donde ha llegado en busca de tranquilidad... A partir de aquí Barrows nos mete de lleno en sus mundos maravillosos, un país de los elfos donde existe el oro y ciertas maravillas prohibidas para el ojo humano. Una historia no exenta de tragedia, que se interna más en el terreno de la fantasía que del terror y la ciencia ficción, como vimos en el caso anterior.

Gertrude no nos da respuestas claras a la pregunta de "¿En qué mundo estamos?" y, de hecho, sus historias parecen respaldar todas las opciones por igual. En cambio, nos pide que respondamos a una pregunta mucho más difícil: ¿Cómo procedemos, independientemente del mundo en el que nos encontremos? Es decir: ¿Cómo podría nuestra experiencia de nuevos mundos cambiar nuestras opiniones sobre el mundo "real"... e impulsarnos a trabajar para ganar uno mejor en nuestro propio futuro?

Una gran autora pulp a redescubrir, gracias a Artistas Martínez.

Violeta Lila