hombres

Opinión:

La novela se articula en torno a un largo monólogo interior de Rabut. Tiene dos partes claramente diferenciadas, la primera transcurre en el momento actual, la segunda, mucho más compleja y rica en matices, en la guerra franco-argelina de la década de los cincuenta y primeros años sesenta. Bernard es un hombre atormentado, un alcohólico despreciado por todos, especialmente por su propia familia que se avergüenza de él. Rabut ha escogido el camino opuesto, se ha acomodado, ha formado una familia y es un respetable miembro de la sociedad. Ambos están unidos por su paso por la guerra de Argelia, fueron llamados a filas en 1960 y allí vivieron una realidad que difícilmente pueden olvidar y que condiciona lo que son en la actualidad.

El autor nos transmite el horror de la guerra por medio de un mecanismo que la hace aún más terrible, el silencio. En la novela apenas hay diálogos, se remarca ese silencio que acompaña a uno de los episodios más crueles de la historia contemporánea de Francia. Parece que todos quieran olvidar que aquello ocurrió, no sólo Rabut, que a su vuelta del frente retoma su vida como si nada hubiese ocurrido, sino que es una sociedad al completo la que busca echar el cerrojo sobre fantasmas del pasado. Por contraposición, Bernard queda marcado y desgarrado en esa vivencia personal, atrapado en la contradicción entre un mundo que a su vuelta ya no reconoce como propio y un mundo que ha abandonado, Argelia, que nunca fue suyo y que preferiría olvidar.

El autor sabe aplicar con paciencia y esmero los resortes literarios y lingüísticos para que se produzca una conexión, un nexo, entre lo que nos narra y la sensación de lo narrado. Así la aplicación de ese silencio con la casi inexistencia de diálogos, el caos que puebla la mente de Bernard con las frases cortas y que cambian de lugar y momento, como amontonadas y escogidas por azar, nos mantienen en tensión a lo largo de sus páginas mientras esperamos la resolución, la respuesta de los por qué, y no decepciona, cierra el círculo con maestría.

Es una novela francamente buena, Mauvignier sabe bajo qué conceptos se mueve; aunque esta es su primera novela traducida al castellano, tiene en su haber seis novelas y un reconocimiento lógico y muy apropiado en nuestro país vecino. Además es una novela valiente, tratando un tema poco menos que tabú en Francia, actuando como en una especie de sesión de terapia de grupo, removiendo las conciencias bien pensantes del país que tiene a gala ser el estandarte de la  “Liberté, égalité, fraternité”, y recordando que en cada casa siempre hay un muerto guardado en el armario.

Al final siempre queda en el recuerdo Conrad y el coronel Kurtz, Brando y el horror… La tragedia, por mucho que queramos obviarla, permanece, igual que el pasado, y no admite modificaciones, somos quienes somos en función de ese pasado que nos pertenece.

Julia Martínez