Hijos del peligro
Título: Hijos del peligro
Título Original: (Hijos del peligro, 2023)
Autor: Hasier Larretxea
Editorial:
Candaya
Colección: Candaya Poesía
Copyright:
© 2023, Hasier Larretxea
© 2023, Editorial Candaya, S.L.
ISBN: 9788418504570
Tapa: Blanda
Etiquetas: poesía confesiones homoerotismo homosexualidad LGTB autobiográfica emociones sentimientos homofobia infancia juventud identidad discriminación intimista culpa soledad miedo literatura española
Nº de páginas: 92
Argumento:
"El miedo / hizo de ti / un lugar", escribe Hasier Larretxea al inicio de "Hijos del peligro", en referencia a la inseguridad y a la soledad que vivió siendo un niño ajeno a las imposiciones de la heteronormatividad, un "hijo de la disforia", como escribe él mismo en otro poema. En la poesía de Larretxea, el lugar del miedo es el propio cuerpo, y así lo refleja en su poemario más reciente, donde el deseo y la disidencia sexual conviven en los mismos versos con el imaginario católico que impuso una educación tradicional, y con la simbología panteísta, casi mística, que tan bien puede apreciarse en sus libros anteriores. En esta ocasión, el autor propone una suerte de recorrido autobiográfico por varias etapas de su formación emocional: desde las dudas e inseguridades de la infancia hasta la libertad conquistada en la edad adulta, desde los discursos morales que impregnan el ámbito rural hasta la pluralidad de perspectivas que se abre en la ciudad, desde la búsqueda incierta de una identidad hasta el hallazgo de las palabras y de la escritura como armas y herramientas de definición.
Después de los poemarios "Otro cielo" (2022) y "Quién diría, qué…" (2019) y de las prosas de "El lenguaje de los bosques" (2018), Hasier Larretxea propone un giro en su trayectoria poética hacia lo confesional.
Opinión:
"El miedo te hizo / a la semejanza / de la intensidad / de la proyección / que permitiste", escribe Hasier Larretxea en el poema que abre "Hijos del peligro", donde enumera las formas de resistencia -quizá incluso de supervivencia- que debió improvisar para defenderse de la agresividad que a menudo abunda en el ámbito rural y católico. Este primer poema anuncia los temas y algunos de los motivos que vertebrarán todo el poemario, desde imágenes de claro signo negativo y retrógrado, como "la cruz resplandeciente", "la castración" o "el silencio como condena", hasta otras de signo ambiguo, que conjugan el deseo y su represión, tales como "el tacto inexistente" o "el habla calmada". En el segundo poema, en memoria de Samuel Luiz, esa ambigüedad se clarifica a través de la culpa: "Qué fue lo que hicimos mal. / Por qué nosotros, / la desviación, / la diferencia / […] Nos tocó ser la oveja negra, / el animal descarriado, / la fiera marcada". A lo largo de la primera parte del poemario, identificada con el tiempo de la infancia o de la más tierna juventud, esta sensación de culpa será una constante que atravesará distintos poemas, en los que nociones como el deseo y la identidad sexual adquieren consistencia de auténticos problemas.
En este sentido, no puedo dejar fuera de reseña el poema que da título al libro y que, con ínfulas de himno generacional, trata de definir esa difícil y contradictoria vivencia de la disidencia sexual: "Somos hijos de la disforia", escribe, y añade más tarde: "Somos hijos de la ley del silencio. / Somos los hijos del miedo. / Somos los hijos del peligro, / esos a los que no pudisteis / cortar las alas". El resto de poemas de esta primera parte reconstruyen situaciones concretas, unas de clara discriminación y otras de indefensión aprehendida: desde los corrillos y las habladurías hasta las formas de esconderse para no llamar la atención. "No podíamos caminar así, como mariquitas. / No podíamos mostrar la pluma. / No podíamos soñar, no podíamos ser, no podíamos existir", escribe Larretxea sentidamente en una composición que anticipa el tono prosaico y el verso largo del último tercio del libro. El silencio y el cuerpo son otros dos temas de gran importancia en estos primeros poemas, pues el primero se define como "aliado de la sumisión" -es decir, cómplice de la discriminación, de la homofobia- y el segundo, en cambio, toma las medidas de un mapa "de lugares transitados / como si cada trozo de piel / transpirara a través / de un tacto antes olvidado".
La segunda parte de "Hijos del peligro", desprovista de la negatividad anterior, ofrece un imaginario más cercano a la poesía erótica y a los códigos tradicionales del deseo sexual, con un cuerpo que ya no es mapa, sino "un campo abierto" y con imágenes que tratan irremediablemente de imponer algo de ternura sobre el dolor: "me palpabas / como si encontraras / la llave / que arrojaron / las décadas / de odio, hostigamiento / y violencia / al baúl de los condenados". Los poemas de este movimiento central están atravesados por numerosas interrogaciones, muchas de ellas de tono retóricamente existencialista, como la que se lee en un poema firmado en Venecia: "¿Qué nos redime de la culpa y qué es lo que nos condena / con las garras subterráneas del barro y la decrepitud?". En otros casos, estas preguntas cuestionan las propias capacidades del sujeto, los límites de su experiencia amorosa y, más importante, el sentido de su propia identidad: "¿La identidad / es mirar / en la misma dirección / a una nube?".
Hacia el final de esta segunda parte, la prosa se impone por encima del verso y los poemas adquieren otro ritmo, otra cadencia y otras formas. Esto responde a una reflexión deliberada, a la conciencia del propio autor sobre el acto de escritura, tal y como reflejan los poemas reunidos en la tercera parte del libro, todos ellos en torno a las palabras y al acto de escribir. Aunque en algunos momentos el tono existencial alcanza esta cuestión y la escritura parece perder su sentido, el poeta termina por reconocer que "escribimos / porque no sabemos / otra forma / en la que descubrir / otro lugar / que no sea este, / el nuestro", e incluso que escribimos "como si fuéramos recogiendo / partes de nosotros mismos". La escritura, esta forma de descubrir otros lugares, otorga sentido al lugar que ocupa uno mismo, que al principio del poemario era el miedo y que progresivamente se ha convertido en una constelación de elementos que incluyen el deseo, la identidad y la reivindicación. Así, no cabe duda de que Hasier Larretxea ha escrito en "Hijos del peligro" su poemario más íntimo y confesional, como una suerte de escritura terapéutica que ilumina sus heridas y les da la oportunidad de curar.
Darío Luque
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Comentario de los lectores:
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