Gente en el tiempo

Opinión:

Aunque su nombre no es tan conocido como el resto de sus contemporáneos, pocas dudas caben acerca de la importancia de Massimo Bontempello en la historia de la literatura italiana. Íntimo amigo de Alberto Savinio y Giorgio De Chirico, junto a ellos introdujo el surrealismo en Italia, hasta el punto de proponer una redefinición muy personal de este movimiento, al que denominó "realismo mágico". Lejos de las imágenes oníricas que pregonaba la vanguardia francesa, la propuesta de Bontempelli buscaba una representación más misteriosa y menos fantástica de lo real, tal y como refleja gran parte de su obra narrativa, entre la que se incluye "Gente en el tiempo", publicada originalmente en 1936 y rescatada ahora por Acantilado con traducción de Andrés Barba. Antes de entrar en la novela, no me resisto a glosar mínimamente otras facetas literarias del autor, en especial su contribución al teatro de la mano de Luigi Pirandello y su incursión en la crítica literaria, pues junto a Curzio Malaparte fue fundador de la revista "900", un número que no deja de ser significativo -toda una declaración de intenciones, una mirada puesta en el nuevo siglo- en la novela que nos ocupa, cuya acción se inicia precisamente en el año 1900.

La trama comienza con la Gran Vieja, matriarca de una familia burguesa asentada en Coronata, en su lecho de muerte. Rodeada de su familia y de una serie de personajes insignes -el médico, el notario y el sacerdote del pueblo- la matriarca de los Médici contamina con unas aciagas palabras su última despedida: "Al fin y al cabo, ninguno de vosotros morirá viejo", dice. El efecto de estas palabras, como una suerte de maldición, no tardará en hacerse notar sobre los afectivos: su hijo, Silvano, asustado y sumiso, de inmediato se siente huérfano de las temidas pero necesarias directrices maternas. La nuera, Vittoria, empieza a saborear entre lágrimas el soplo de libertad que ya recorre la casa, desprovista por fin de la figura que hasta ese momento había mandado sobre sus acciones. Por otra parte, las hijas de la pareja, Dirce y Nora, apenas unas niñas en ese momento, se sienten anuladas por el aura aterrador y por el poder que ejerce aquella abuela tan emblemática. Sus palabras diabólicas, sin embargo, se grabarán en la mente de cada uno antes de que una aparente normalidad aflore, dejando la sombra de la muerte en un umbral que cada cinco años se cobrará la vida de uno de los integrantes de la familia. Pero estos cuatro personajes no son los únicos afectados por la maldición de la Gran Vieja, pues en torno a ellos se extiende una serie de personajes secundarios que, conocedores del secreto, habrán de conformarse y contemplar con resignación el destino aciago de los Médici. Es el caso de Narcisa y el abad Clementi, que son testigos del peso de la maldición pero optan por guardar silencio; de igual modo, Maurizio, enamorado de Vittoria, y Giuliano, el último pretendiente de Dirce, quedan atrapados en el miedo al destino que acecha sus amores.

De esta forma, Massimo Bontempelli ofrece en "Gente en el tiempo" una reflexión profunda sobre la percepción del tiempo y la angustia de su finitud, algo que bien podría relacionarse con los cambios narrativos de la época, sobre todo si tenemos en cuenta las propuestas de Ortegas sobre la morosidad temporal de la narración, aplicables a toda la literatura de vanguardias. De hecho, esta visión del tiempo como una fuerza que arrastra y somete a las personas a la fatalidad sugiere también que la única forma de enfrentar la muerte es reconocer que todos estamos atrapados por ella, pero que el sentido de nuestras vidas se juega en cómo nos enfrentamos a este destino. Esta reflexión, sin embargo, no se construye desde un posicionamiento vitalista, sino desde una angustia existencial que no es difícil de relacionar con los planteamientos filosóficos más populares de los años treinta, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial. Teniendo en cuenta la predictibilidad del desenlace, creo que no destripo nada al poner de relieve uno de mis pasajes preferidos de la novela, cuando las hermanas Dirce y Nora, ya adultas, se debaten moralmente sobre una decisión que las enfrentará a la posibilidad de su propio sacrificio: ofrecer su vida a cambio de regalar cinco años más a la otra. En esta escena donde se aprecia con más claridad el dilema ético de la fatalidad en relación con las decisiones tomadas por los personajes.

A través de la familia Médici y de su maldición imparable, Massimo Bontempelli nos invita a cuestionar cómo vivimos el tiempo y qué hacemos con el poco espacio de libertad que nos queda antes de que su maldición, la muerte, nos alcance a todos.

*Publicada por Editorial Acantilado.

Darío Luque