Garras del paraíso

Opinión:

En la infancia de Charles Bukowski, tres hechos incidieron fundamentalmente en su manera de comprender el mundo. En primer lugar, un violento acné que lo llevó a pasar por despiadados tratamientos y críticas; después, la violencia con que lo trataba su padre, enfadado con el mundo por la situación de pobreza familiar -vivían un momento de crisis económica- y, en último lugar, el descubrimiento de la literatura en la biblioteca pública de Los Ángeles. Son dos sufrimientos que Bukowski siempre expresó por medio de la poesía, amparados bajo un paraguas universal y redentor, que es la lectura. En este sentido, todos sus poemas huyen de la vida mediante la intertextualidad explícita y el recuerdo constante de su vida se entrelaza con el de sus lecturas (Shakespeare y Rimbaud son nombres que aparecen en estas páginas).

La vida de Bukowski se caracterizó por la mayor decadencia, y él mismo invirtió su tiempo en el alcohol y las carreras de caballos. Ambos elementos, cómo no, aparecen mencionados en estos poemas desde la voz poética, que es siempre la misma, en una primera persona que viene a consolidarse como paradigma del sufrimiento. Un único poema huye de la primera persona para describir una situación totalmente externa, "El infierno es un lugar solitario". En él, se narra concisamente la trágica historia de un matrimonio de ancianos, él con cáncer y ella con Alzhéimer. Su final lo podéis imaginar todos, pero la impasividad con la que Bukowski lo narra es otra historia. 

Con su estilo característico, Bukowski en ningún momento apela a la sensibilidad del lector. Se limita a presentar hechos, circunstancias y sentimientos que son nada más y nada menos que ejemplos del mal que habita el mundo. Para Charles Bukowski, el paraíso, que todos buscamos sin recompensa, desgarra nuestras vidas y las convierte desde el primer momento en un auténtico infierno. La parte oscura de la vida se halla en "Garras del paraíso".

Darío Luque