Flamenco y cine

Opinión:

Tras el éxito de "Cine y jazz", la colosal obra que publicó Carlos Aguilar hace cuatro años en la misma colección, Signo e Imagen, de la Editorial Cátedra, se le une en esta ocasión su mujer, Anita Haas, para la confección de un proyecto similar. En este caso el objetivo que se propusieron los autores fue cifrar y retener la variada presencia y morfología del flamenco en el mundo cinematográfico desde sus orígenes hasta la actualidad, con especial hincapié no en recursos técnicos, sino en películas y personalidades singulares, tan importantes la mayoría para la historia cultural y mediática de la España reciente.

Tras un breve prólogo simbólico firmado por Julio Diamante, Carlos Aguilar y Anita Haas nos ofrecen una introducción de cincuenta páginas a esa maravillosa relación que han mantenido desde principios del siglo XX el flamenco y el cine. Primero ahondan en la historia del género musical, hurgando con cuidado en la historiografía literaria de la mano de Cervantes, Bécquer y Cadalso; en adelante, sigue un profundo análisis sociológico y técnico de las relaciones de semejanza entre flamenco y jazz. Una vez vistas estas consideraciones, ya penetran los autores realmente en la esencia del flamenco: varios textos de Edgar Neville y de historiadores del cante jondo (como Faustino Núñez o José Luis Navarros) les permiten trazar una periodización del género según sus espacios de difusión, ya fueran 'cafés cantante', la ópera flamenca o los famosos tablaos.

Pero es el cine lo que nos interesa propiamente. Las primeras incursiones del flamenco en el séptimo arte se remontan a la época del cine mudo, donde sobresalen dos actrices y bailarinas que llegaron hasta Hollywood: Pola Negri y Conchita Montenegro. Ya en esta época se iniciarían los argumentos prototípicos que más adelantes se reformularían en muchas películas del género, como los de la "Carmen" de Prosper Merimée y "La mujer y el pelele" de Pierre Louys. También el cine mudo encumbraría a grandes cineastas como José Buchs, Benito Perojo y Florián Rey, quienes inmortalizarían en el celuloide a las afamadas Pastora Imperio, Carmen Amaya o Custodia Romero, entre otras.

Con el cine en color llegaría la reflexión consciente sobre la compatibilidad de baile, música y argumento, intentando encontrar la manera de que los dos primeros fueran un requerimiento del último. Bajo estas premisas empezarían a ganar terreno Imperio Argentina y Estrellita Castro, que ya en los años 30 compartirían pantalla con Concha Piquer, Ramón Montoya, Pepe Marchena y tantos otros. A finales de los años 40 entrarían en escena el dúo formado por Lola Flores y Manolo Caracol, con películas tan inmortales como "Embrujo" y "El amor brujo" (basada esta última en la obra de Manuel de Falla). La Faraona compartirá su éxito en los 50 con Carmen Sevilla y Paquita Rico, mientras sobresalen las incursiones cinematográficas tan elogiables de Edgar Neville y José María Forqué. Ya más adelante, en los años 60, Carlos Saura y Julio Diamante recurrirán al cantaor Rafael Romero para sus obras, y en décadas más recientes harán apariciones por la gran pantalla Cristina Hoyos, Antonio Gades e incluso Isabel Pantoja.

"Flamenco y cine" se erige como una especie de diccionario enciclopédico que pretende ofrecer la información esencial de todos estos personajes -y de muchos más- junto a sus obras cinematográficas. Es un deleite absoluto para los amantes del arte poder acceder a estos estudios interdisciplinares y realizados con tanto cuidado, nacidos sin duda del amor por la cultura. La obra de Carlos Aguilar y Anita Haas es digna de coleccionista, pero gustará también a aficionados, interesados y expertos en cine y música por igual. Incluye, además, numerosas fotografías en blanco y negro y a color para acompañar las entradas de esta obra colosal. 

Darío Luque