Esperando a los bárbaros
Título: Esperando a los bárbaros
Título Original: (Waiting for the Barbarians)
Autor: J. M. Coetzee
Editorial:
Mondadori
Colección: Literatura
Copyright:
© J. M. Coetzee
© Random House Mondadori, 2004
Acceso ISBN edición bolsillo
ISBN: 9788497593359Tapa: Blanda
Etiquetas: crítica social novela Sudáfrica racismo literatura sudafricana literatura australiana militares supervivencia
Nº de páginas: 208
Argumento:
Novela de denuncia moral y social del Premio Nobel sudafricano que pergeña desde la voz de un funcionario magistrado de su país, que actúa como narrador testigo la miseria y situación desesperada de acoso y muerte que viven primero las minorías raciales negras y luego los que se atreven a pensar de distinta forma que la clase militar y poderosa preponderante.
Opinión:
Contada de un modo descriptivo en cuanto a acciones y
pensamientos y con una aparente sencillez de forma o estilo en la
escritura, tiene este funcionario puntos en común con el profesor
de Universidad de "Desgracia" en tanto en cuanto se ve movido a
actuar por sus apetitos o deseos naturales, la diferencia estriba
en que en "Desgracia" estos apetitos, confrontados de forma
igualmente kafkiana con los resortes de la estructura social,
parecen más bastardos, siendo aquí el objetivo mismo la defensa
contra la injusticia y la opresión no en aras de alcanzar divinidad
alguna, sino de sentirse algo más humano. Son muchas las veces, aún
así, en que el magistrado trata de no verse como un héroe y de no
justificar su conducta más que desde la necesidad de ayudar; todo
planteamiento que tenga que ver con la anarquía no le identifica y
como servidor de su país siente sus raíces patrióticas unidas a la
defensa de un régimen que, en principio, no descalifica en sí
mismo. Son, pues, las personas las que cometen actos deplorables o
elogiosos, eso es lo que el lector saca como conclusión y si alguna
vez pudiéramos ver que tiene ojeriza sobre un coronel, es con el
ánimo de hacerle recapacitar e intentar ayudarle a que se ponga en
el lugar de los oprimidos, cosa que por supuesto no sucederá.
Así pues, entre la indolencia y la aserción el viejo magistrado es
más un inconformista que un rebelde que se ve impelido a acoger en
su casa a una niña perseguida y herida con la que no duda en
cohabitar y practicar sexo, no sabemos muy bien si queriendo
aprovecharse de su debilidad y cortesía; su belleza, de alguna
forma, la cautiva y le hace concienciarse con una realidad que
presentada de otra forma pudiera parecer molesta. En cualquier caso
y dado que representa intereses bastardos en su trabajo, trata de
tomar como opción el llevar a la criatura junto a su pueblo, pero
el camino de salida una vez eres un perseguido, no parece dar
tregua. En esta dura y árida travesía le acompañará también un
chico que tiene heridas de metralla en una pierna al que insiste
que se cure por menos tiempo que le quede para huir. El tiempo pasa
de una manera casi invisible y el magistrado se convierte en un
haraposo, hambriento y sediento tipejo que es identificado como
traidor enemigo por los suyos, cuando no ha hecho realmente nada
que le inculpe o no al menos que tenga que ver con su
trabajo.
El acto social por el que es identificado por los bárbaros
militares como desertor de su causa (idea que cuando él es
inculpado ni siquiera comparte) hace que su realidad se aligere de
peso y como lo que le hace sentirse libre y feliz es ayudar a este
par de muchachos, nada más egoístamente solidario desde el
capitalismo y la ideología que se ha forjado de forma coherente,
que el seguir haciéndolo. Lo único que ocurre es que descubre que
detrás de tan sencillo planteamiento, todo un mundo se le desmorona
y ya su lucha no es ideológica, sino de supervivencia. Si antes su
narración trataba de justificarse por la crítica o autocrítica,
ahora sólo quiere trascender como poeta de causas perdidas y
empieza a contemplar su carrera literaria desde lo más hondo de la
vida, sabiendo que se ha convertido como los a priori protegidos,
en carne de cañón.
Bella y comprometida novela que, resultando difícil de explicar,
es de gran necesidad, pues personajes metidos en batallas
insignificantes y dadas por todos por perdidas los he visto más en
la vida real que en la ficción y además Coetzee trata
de una forma sumamente respetuosa a su personaje, como si realmente
fuese él mismo, lo que a su vez hace empalizar al lector con el
espíritu que pretende transmitir.
Daniel González Irala
Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com
Comentario de los lectores:
Si te gustó este libro, también te puede interesar...
- La hija de la criada Barbara Mutch Alianza
- Última llamada. Vuelo CWO764 Laura Falcó Lara Edhasa
- Últimas tardes con Teresa Juan Marsé Seix Barral
- Último otoño en París Milagros del Corral Temas de Hoy
- Ética para inversores Petros Márkaris Tusquets