Entrevista a Jesús Ferrero por Nieve y neón
Jesús Ferrero indaga en "Nieve y neón", tercera entrega de la saga policíaca protagonizada por Ágata Blanc, sobre el poder del destino y la naturaleza de la maldad. Y lo hace a través de una detective que, en este caso, todavía es una adolescente y que vive en el Berlín de la caída del muro. Un ambiente de libertad y euforia que, sin embargo, tiene una doble cara, como bien retrata el autor en esta novela.
ENTREVISTA
Una de las cosas que más sorprenden de "Nieve y neón" es que, perteneciendo a una saga protagonizada por Ágata Blanc, Ágata sea, en este caso, un personaje más. Definitivo en algunas de sus acciones, pero es un personaje más. ¿Por qué pasa por alto la convención genérica de que el personaje que da nombre a la saga sea el protagonista casi absoluto de cada uno de los libros?
En todas las novelas Ágata Blanc comparte protagonismo con otros personajes. En "Nieve y neón" se nota más porque la novela tiene como telón de fondo un asunto colectivo: el fin de la guerra fría y la caída del telón de acero. Desde un principio tuve la certeza de que a veces Ágata iba a aparecer sumergida en un mundo que la superaba, y así se lo dije hace tiempo a mi editora.
No veo otra manera de representar cabalmente la idea de destino. ¿Hay destinos personales? ¿Todo destino no es el resultado de múltiples encuentros y desencuentros, de múltiples fuerzas que convergen y divergen? Destino es lo que te excede y te supera, ¿no es cierto? En esta novela la ciudad supera a todos los personajes que la transitan, incluida Ágata, pero, al mismo tiempo, Ágata es como el alma de Berlín: conoce la ciudad mejor que nadie, en todos sus límites, y se desliza por la ciudad como pez por el agua.
Además, presenta a una Ágata muy especial, muy alejada de lo que sabíamos hasta ahora (aunque es verdad que lo que cuenta aquí de ella nos ayuda a comprender mucho más al personaje que conocíamos). ¿Por qué decidió indagar ahora en su adolescencia?
Surgió como una necesidad narrativa. Quería conocer la historia del personaje, sus orígenes, su iniciación a la vida, su "duende", y nuestro duende es ya muy perceptible en la infancia y la adolescencia. Dicho de otra manera: quería que el lector comprendiera por qué Ágata es como es.
Lo que sí se mantiene en esta tercera entrega respecto a las dos anteriores es la ambigüedad sexual de Ágata. Aquí comprobamos que lo de disfrazarse o parecer un hombre ya le gustaba a los trece años...
El travestismo es bastante normal en la infancia y la adolescencia, pero en el caso de Ágata se trata más bien de una estrategia de protección. A menudo recorre Berlín por la noche y se adentra en zonas llenas de depredadores. Ir disfrazada de muchacho la protege más.
Y me encanta que se autodefina como "espeleóloga de mundos".
Sí, ahí se ve que ya en la adolescencia Ágata tenía vocación de exploradora de las profundidades. Esa vocación se manifiesta claramente en "Nieve y neón", y va a continuar después, de forma cada vez más acusada. La novela representa su bautismo de fuego.
Usted, como otros muchos escritores de novela negra, utiliza el género para indagar sobre la parte más oscura del alma humana. En "Nieve y neón", la reflexión (o una de las reflexiones) que usted plantea es si existe una línea roja que todos podríamos cruzar y llegar a matar por los motivos que sean (por salvar la vida, por defender a alguien a quien queremos, por venganza...). ¿Todos llevamos un asesino dentro?
Digamos que unos más que otros. Miremos de frente a nuestra especie, examinemos su historia, examinemos la historia de Alemania. El ser humano es un depredador más allá de todo límite. Tan depredador es que está poniendo el peligro su propia existencia y la del planeta. Somos monos locos.
Además, la novela ofrece un catálogo de muertes: asesinatos, accidentes, fallecimientos por enfermedad... Pero deja que sea el lector el que juzgue moral o éticamente esos decesos. ¿Por qué quiso ahondar en las diferentes maneras de morir (o de matar) en esta novela?
Los grandes maestros coinciden todos en una idea: no debemos juzgar a los otros pensando que estamos libres de la maldad que detectamos en los demás. Muy a menudo, cuando censuramos algo a los demás lo único que hacemos es proyectar en el otro nuestra propia interioridad.
En el cielo del novelista todas las almas tienen cabida: las buenas, las malas, las celestiales, las despreciables... A veces pienso que el cielo del novelista es más amplio que el de las religiones reveladas. Todos pueden entrar con tal de que tengan un poco de carácter.
Y también deja al margen la justicia digamos institucional y ahonda en otros tipos de justicias o injusticias: poéticas, personales, mafiosas... ¿Una manera de mostrar que no hay una única justicia y que también se equivoca?
Cuantos más años cumplo más creo que la justicia está saturada de escalofriantes agujeros negros. Por experiencia sé que la justicia rezuma inhumanidad. Me basta con mirar a mi alrededor todos los días. Me basta con leer la prensa. Muy a menudo los únicos que hacen justicia son los poetas y los novelistas. La justicia literaria es humanamente muy superior a la justicia civil.
Además de la reflexión sobre la muerte, usted propone en la novela una reflexión sobre el destino o sobre algo parecido al destino. Sobre el destino que se cumple pero también sobre el destino que se logra esquivar. ¿Es, pues, el destino algo que se puede cambiar con nuestras acciones?
Para los antiguos griegos el destino era una deidad por encima incluso de los dioses, que también estaban sujetos a él. El destino es lo que te supera, lo que te envuelve, lo que te determina, pero sin olvidar que muchas veces eres tú mismo, y tus acciones voluntarias, las que le dan alas negras a la fatalidad.
Toda la novela está impregnada por tres sensaciones diferentes pero que, creo, apelan a la naturaleza profunda del ser humano. La primera de ellas es lo que podríamos llamar el espíritu de la caza. Está muy marcado en Vera pero, en realidad, todos los personajes cazan (o esperan o espían o están al acecho de sus víctimas/presas) o, en el peor de los casos, son cazados. ¿Es este un sentimiento inherente al ser humano?
Prefiero pensar que es una tendencia que nos persigue desde el origen mismo de nuestra especie: una tendencia que detesto profundamente, que me hace vomitar, porque ya no me parece necesaria. Casi siempre he vivido con animales, los he observado detenidamente, he estudiado su sistema de afectos y contra-afectos, y me han enseñado muchas cosas. Me fascina su manera de vivir el presente.
Otra de esas sensaciones primigenias es el sexo. Hay continuas referencias al erotismo y al sexo y, en determinados momentos, juega con ambientaciones sensuales, como el cabaret. De la misma manera que no podemos escapar de la muerte, ¿tampoco podemos escapar del sexo?
Creo que en mis novelas el sexo es un elemento más de la vida de los personajes, como lo es en la vida de las personas. Recurro a él cuando lo veo necesario, y tiendo a las sugerencias más que a las evidencias. Contestando a tu pregunta: no podemos escapar de lo que nos engendra y nos vincula a las estrellas. Ya lo dijo Ginsberg: "El peso del mundo es amor, bajo la carga de la soledad, bajo la carga de insatisfacción, el peso que arrastramos es amor. ¿Quién puede negarlo?" Y en el inmenso peso del amor está incluido el sexo.
Y la tercera sensación que recorre la novela es la de la euforia por la libertad, por el cambio a un tiempo nuevo, por la impresión de que comienza una nueva vida. En este caso, la ambientación cronológica y topográfica de su novela favorece toda esta reflexión, puesto que sitúa la acción en Berlín y en los momentos previos a la caída del muro. ¿Por qué eligió este momento y esta ciudad?
Conocí el Berlín anterior a la caída del muro y ya entonces me pareció una ciudad ideal para configurar una historia de encuentros, desencuentros, iniciaciones, corrupciones y abominaciones. Mi fascinación por Berlín viene de lejos.
La verdad es que son muchas las frases y las reflexiones que me guardo de su novela pero si tuviera que quedarme con una me quedaría con ese "El mal no cesa, simplemente se desplaza" que pronuncia uno de los personajes. Inquietante pero totalmente cierto, ¿verdad?
Sí, yo también creo que es una de las frases más acertadas de la novela porque expresa una verdad irrefutable. Para comprobarlo basta con observar nuestra historia reciente.