Entrevista a Dolores Redondo por El guardián invisible
A veces ocurre que una novela conmueve y convence. En ocasiones sucede que alguien escribe un libro por puro placer, sin presiones ni concesiones, y ese libro se convierte en el fenómeno del año. "El guardián invisible" salió a la venta el 15 de enero del 2012 y ya es un éxito rotundo.
Dolores Redondo da comienzo con ésta, su segunda novela, a una trilogía que promete misterios, asesinatos, investigadores, tradición y locura. Una saga de novela negra diferente, por muchos motivos: el lugar en el que se desarrolla la acción (el navarro valle del Baztán, con su exuberante naturaleza y su mitología propia), la mezcla de lo mágico y lo racional, de tradición y modernidad, de investigación e instinto… y una inspectora que carga con sus propios demonios, demonios que resucitan tras su vuelta al pueblo que la vio nacer. Todo ello para dar soporte a una historia criminal escalofriante que ahonda en los misterios del comportamiento humano. Un cóctel de lujo para una novela redonda.
ENTREVISTA
Muchos autores de novela negra utilizan el contexto social en el que ubican las tramas para criticar o reflexionar sobre la sociedad del momento. En su novela, más que una reflexión sobre la sociedad actual, lo que hay es una comparación entre la tradición y la modernidad, sobre lo que fuimos y lo que somos y sobre lo que pervive en el inconsciente colectivo sin que muchas veces nos demos cuenta de que está ahí. Sí hay una crítica explícita, por ejemplo, en el momento en el que Flora carga contra las jovencitas que van vestidas como mayores… pero no es una constante en la novela. ¿Por qué eligió sugerir, tender cabos de los que el lector tire por su cuenta, en vez de hablar explícitamente de muchas de las reflexiones que subyacen en la novela?
Es por carácter natural, es lo que hago en mi vida. Por supuesto, tengo mis opiniones pero siempre intento plantearlas de manera respetuosa y creo que un autor (y con esto no estoy criticando a quienes lo hagan de otra manera) debe dar sus opiniones a través de lo que dicen los personajes y no directamente. A través de los personajes se acaba viendo la opinión del autor, es verdad, pero también se muestran diferentes puntos de vista. Por lo menos mi experiencia es que no todo es blanco o negro, todo tiene un tono gris. Ésa es mi norma general: incluso en las cosas que puedo criticar, entiendo que hay otros puntos de vista e intento ser respetuosa con los puntos de vista de los demás.
¿Y por qué le interesó traer hasta su
novela esa reflexión sobre la tradición, sobre la pervivencia
social de determinados ritos ancestrales, aunque tales ritos hayan
ido cambiando la manera en la que son entendidos por la
sociedad?
Quizá por el momento que me toca vivir: yo también experimenté cuando era pequeña el vivir en una zona de la que me apetecía irme, en un mundo que se me quedaba pequeño y ahora, por edad, por mi situación personal, vuelvo a valorar vivir en un pueblo, vivir en un lugar tranquilo, en el que conozca a la gente, algo que cuando tenía 20 años me parecía un horror. Ahora valoro volver a la tradición o volver a la tranquilidad o volver a un lugar donde la gente no se altere y viva de una manera tranquila.
De todas maneras, la novela pone de manifiesto las dos posturas: la de volver (con todas las bondades que tiene) y la conservación mal entendida, el querer preservar a toda costa cosas que tiene que evolucionar de un modo natural. El mundo está en constante movimiento y el hecho de que vivas en una zona rural, un poco apartada, no tiene que ser razón para que estés fuera del mundo. Al contrario.
Si de volver a la tradición, a nuestras
raíces, hablamos, no podemos dejar de hacer referencia al contexto
natural en el que se mueven los personajes de la novela: un paisaje
que es mucho más que un decorado, que se convierte en un personaje
más.
Esto no es un ejercicio hecho a posta. Baztán me llegó, me conmovió de una manera… que es que me hizo suyo. Mira, para la novela he hecho muchísima documentación que tiene que ver con leer sobre muchísimos temas, con entrar en foros policiales o hablar con muchos policías… Pero hay una parte importantísima de la documentación (quizá la más importante): la que he hecho paseando, bajo el paraguas, yo sola. Es maravilloso. Es lo que más me ha llenado. Voy allí y salgo a pasear con mi paraguas un sábado a las cuatro de la tarde, que no hay un alma por la calle, y notas esa humedad, esas piedras, esos palacios… Lo notas todo y te atrapa. Pero te atrapa de tal manera que a veces da un poco de vértigo. Es una sensación muy especial. No ha hecho falta un ejercicio especial para meter a Baztán en la novela porque el lugar me ha seducido complemente y es natural que estuviera ahí.
Sí que se nota en la novela esa
interiorización del paisaje, porque es capaz de transmitirlo
vívidamente al lector y casi hacerle creer que está ahí. Es una
magnífica invitación.
Eso es lo que produce o por lo menos lo que me ha llegado a través de muchos lectores: las ganas de ir. Creo que es porque está en mí, porque lo he hecho mío y lo he volcado en la novela. Cuando voy allí siento que estoy en casa. A veces se lo digo a mi marido: me parece que realmente soy de aquí, que Amaia es mi alter ego, que estoy en mi pueblo y que lo conozco de toda la vida. Es una sensación muy especial.
Hablando de la naturaleza, de ese bosque, quisiera hablar del elemento mágico que vive en él. No es frecuente que en novelas criminales, que sustentan su trama en la realidad, se incluya el elemento fantástico. Usted, sin embargo, abre la puerta a la magia, a lo inexplicable, a lo no estrictamente real… ¿Es una apuesta personal o puede tener que ver con reivindicar ese componente no racional que está ahí, dentro de nosotros, pero que no siempre queremos ver porque no estamos preparados o capacitados para ello o porque pensamos que somos demasiado inteligentes como para creer en lo que no entendemos?
Este elemento mágico forma parte de los habitantes de esta zona y también es algo que se puede percibir perfectamente cuando se va allí. Allí se entiende esa comunión con la naturaleza. En Baztán se siente la fuerza de la naturaleza: la lluvia, la niebla, el frío, la potencia del río… o cuando hace buen tiempo el verdor maravilloso de los bosques. Es fácil imaginar que hace unos años, cuando no había luz natural, tenía que ser impresionante pasar una noche allí. Y es fácil imaginar un tiempo en el que la gente llevaba una vida mucho más en contacto con la naturaleza, porque al fin y al cabo era la naturaleza la que le daba y la que le quitaba. Los habitantes de esta zona tienen este sentimiento muy arraigado, por eso han preservado tan bien su manera de vida, sus tradiciones y sus costumbres, sin por ello renunciar a evolucionar.
No ha sido, pues, tanto arriesgarme como tener que admitir que tenía que estar ahí, porque si no me apetecía mencionar la mitología, la magia y el poder ancestral que tiene esta zona, mejor que hubiera elegido otra. Hay cosas que son inherentes a un lugar y la magia lo es aquí. Y es muy potente. Es fácil entender que si vives allí y lo haces desde hace 200 años, tienes que estar en comunión con la naturaleza. Tenían que ser unos observadores de la naturaleza fantásticos, con mejores cualidades que cualquier hombre del tiempo de ahora porque cuando dependes de ella para sobrevivir, tienes que conocerla y anticiparte a sus cambios y pedir protección a los espíritus.
Supongo que muchos lectores le habrán dicho que le ha gustado especialmente esta parte.
Sí. Hay tres partes bien definidas en la novela: una, la puramente policiaca; otra es ésta, la naturaleza; y otra, la historia de la familia y la profundidad de los personajes, el hecho de que no sean meros figurantes sino que los personajes que hay alrededor de Amaia también tengan sus razones, sus motivaciones y eso se explore. Los tres aspectos han gustado mucho y yo me alegro mucho porque cuando estás escribiendo no piensas en esto, si no, seguramente no saldría. Si intentaras hacerlo intencionalmente seguro que no funcionaba.
Pues parece que usted sí ha dado con la fórmula mágica…
Hay magia también, es verdad. Yo creo que con lo que he dado es con lo que me apetecía hacer. Escribí esta novela sin la carga de una novela anterior que me marcase la siguiente, sin editorial… Quería que fuese una policiaca y elegir el lugar ya hizo que otros muchos de los elementos tuvieran que estar ahí. Y así ha sido.
Esa parte no racional, mágica, también se muestra en la importancia que tanto Amaia como el agente Dupree o Iriarte conceden al instinto (tanto en lo personal como en lo profesional), a los pálpitos, a las impresiones… ¿Por qué le parece importante destacar este aspecto del ser humano?
En investigación primordial, es fundamental. Muchos policías se dejan llevar por esas corazonadas, que tampoco lo son tanto porque, al fin y al cabo, tiene que ver con el instinto primario natural de cazadores que tenemos, que ha quedado un poco marginado por nuestra vida sedentaria, por nuestra vida social y porque las costumbres sociales nos llevan muchas veces a rechazar la primera sensación que te producen los demás. Cuando conoces a alguien y, de entrada, te produce rechazo, la norma social dicta darle una oportunidad, pero lo cierto es que sí que hay una razón para que sea así, cuando alguien nos produce una mala primera impresión es por algo. Quizá no se trate de hostilidad hacia nosotros, pero quizá sí que está viviendo un momento de hostilidad hacia algo o de enfermedad, o de dolor o de frustración… lo que sea, que hemos llegado a detectar pero que rechazamos por convencionalismo social. Sin embargo, un policía o un investigador se tiene que dejar llevar a veces por este instinto que les hace sospechar absolutamente de alguien aun sin tener pruebas. Sí se dejan llevar porque saben que no es sólo una impresión, una corazonada, sino que tiene que ver con nuestro instinto y que la mayoría de las veces tiene razón.
Lo que sí me apetecía mucho era mezclarlo y mostrar que un adivinador natural o un investigador estas percepciones no son magia pero son una vocecita que debe ser escuchada.
Muchas novelas policiacas están narradas en
primera persona, para que el lector vaya viviendo casi como si
fuera en su piel el desarrollo de la trama, para mostrar lo que el
o la protagonista ve y cegar el resto. Sin embargo, la suya está
narrada en tercera persona y son muchos los pasajes en los que el
narrador se desvía del caso para mostrar a personajes relacionados
con la trama haciendo cosas importantes para el desarrollo del
argumento, sin que la mano de Amaia nos guíe a través de esos
pasajes. Es ella, y no nosotros, en este caso, la que queda ciega
ante esos sucesos. ¿Por qué optó por que el lector supiera más que
la investigadora? ¿Por qué eligió una narración en tercera
persona?
Me gusta mucho esa tercera persona. En mi primera novela había utilizado la primera persona narrativa y ahora me apetecía emplear la tercera, eso por un lado. Pero por otra parte también me gusta esa sensación del lector de creer que sabe más que el investigador, muy típica de las novelas de Agatha Christie, por ejemplo, novelas con las que yo empecé. El lector ve que el investigador no lo sabe todo y que a veces incluso se está equivocando. Me gusta mucho este tipo de guión narrativo en el que se van soltando pistas que el lector va cazando. Además, también quería mostrar diferentes aspectos de la vida del personaje central, no presentarla sólo como investigadora, por lo que era importante dar más visiones y darlas desde el punto de vista de los demás. Con una narración en primera persona y centrada en la investigación, la novela queda muy potente pero cuando quieres mostrar otros aspectos de la vida de la mujer, no limitar la mirada a su faceta de policía, sino mostrar que también es amante, hija, esposa, hermana, compañera, jefa… tienes que incorporar la óptica de los demás personajes.
Uno de los elementos que, personalmente, me
han resultado muy atractivos de la novela es el énfasis en la
psicología, en los perfiles psicológicos, en los retratos mentales
de los personajes. ¿Por qué quiso destacar especialmente este
elemento y no otro?
Porque me fascina. Todo lo que tiene que ver con perfiles psicológicos y perfiles de comportamiento, sobre todo, de comportamiento criminal me fascina y creo que se pone de manifiesto en la novela. Por eso el guiño al FBI, porque es la policía que tiene el mayor fichero de perfiles criminales y de comportamiento general. Es extraordinario porque el perfil se repite, recogiendo estos datos ves que el ser humano, por aberrante que sea o lo sean sus comportamientos, repite una y otra vez los perfiles, incluso los criminales.
Las referencias a las series televisivas
son abundantes, aunque sin citar ninguna en concreto. Y el hecho de
centrar la investigación criminal en el perfil psicológico y la
referencia a Quantico hacen pensar en concreto en "Mentes
criminales". ¿Le gustan a usted este tipo de series o es un simple
guiño a un lector que pueda estar habituado a verlas?
Es un guiño al lector pero también es un tirón de orejas a este tipo de series. En distintos puntos de la novela me encargo de desmitificar el tipo de investigaciones que se llevan a cabo en ellas. Cuando me estaba documentando, y esto sí que lo recogí directamente con los policías de la zona con los que hablé, los policías de homicidios de la Policía Foral, lo primer que vi es que los métodos de investigación, los procesos de análisis… no tienen nada que ver con las series. En Navarra, por ejemplo (como se narra en la novela), no contamos con un laboratorio forense, hay que enviar las muestras a otros que están en otras ciudades e incluso a otros que pertenecen a otras policías, con lo que esos otros cuerpos tienen prioridad. Al final te encuentras con que las cosas no pueden ir tan rápidas, no se puede resolver el caso con tanta rapidez, y con que es muchísima más gente la que acaba trabajando en un caso de homicidio (casi 80 personas pueden llegar a verse involucradas)… Por ejemplo, en el caso que yo planteo entrarían Menores, Delitos contra las Personas, los de Monte, los de Agresiones Sexuales… se va sumando gente que tiene mucho que aportar y al final el grupo humano es amplísimo. Además, el trabajo es pesadísimo, invierten muchísimo tiempo… y todo eso no tiene que ver con lo que se refleja en las series.
Por otra parte, en la novela también lo digo, porque me lo comentaban a mí los policías con los que hablé: todas estas series de forenses han conseguido que la gente tenga un concepto mucho más normalizado sobre los procesos de investigación y análisis. Antes la autopsia era algo que daba mucho miedo, hace 20 o 30 años los familiares se negaban, les parecía una aberración, algo muy agresivo… Hoy todo el mundo entiende que es un proceso importantísimo para saber las causas de una muerte, sea violenta o no. Pasa igual con los entomólogos: ahora todo el mundo sabe que analizando los bichitos se puede saber si han movido el cuerpo, cuánto tiempo lleva fallecido… Todo este conocimiento también permite que la investigación sea más tranquila, porque los familiares ya saben qué tipos de pruebas hay que realizar, aunque también es verdad que, como decía, las series hacen ver que todo es rapidísimo y esto no es así… O los policías se encuentran con que la gente les sugieren realizar determinados tipos de pruebas que son complicadas de hacer o para las que, directamente, no hay dinero, porque son carísimas o inaccesibles para determinados laboratorios. Por ejemplo, el sistema informático de ADN es muy escaso, contiene mucho pocos datos, sobre todo de delincuentes. Aún así, sí es verdad que ha habido casos, como el Tony King, que se han resuelto gracias al ADN.
Y hay también otro tirón de orejas a la competencia entre cuerpos policiales: muchas veces no se comparte información o pruebas, están en ficheros distintos, pueden pasar años hasta que los ponen en común y se dan cuenta de que el culpable podría llevar tiempo en la cárcel.
Lo psicológico está muy presente en toda la
novela, no sólo en la trama criminal. El eje personal de la obra
también ahonda en la psique del ser humano, tanto a través de la
enfermedad mental como a través de las consecuencias que esa
enfermedad mental tiene en quienes rodean a quien la sufre. ¿Por
qué incluir esta trama en una novela policíaca?
Esto ya es un clásico en todo lo que escribo (aparecía ya en mi primera novela -"Los privilegios del ángel"- y en muchos de mis relatos): me interesan los traumas de la infancia, los viejos fantasmas de la infancia que quedan sin atrapar, las heridas que quedan sin curar.
Hablando de la enfermedad mental de la
madre, tal y como usted presenta la relación de Rosario y Amaia
ahonda, creo yo, en ese elemento fantástico del que hablábamos.
Está enferma, sí, pero también parece medio bruja, medio ser
maléfico que pretende asesinar a su hija, se cuela en sus
pesadillas y en su mente… Uniendo esta parte de la trama a todo lo
que tiene que ver con la magia, la mitología, las creencias, la
tradición, cómo ha variado la percepción de lo que ocurre o lo que
hacemos a través de los siglos, mi interpretación (no sé si es la
correcta) de esta forma de presentar esa relación es que hoy
diagnosticamos como enferma mental a quien hace siglos podría haber
sido quemada en la hoguera por bruja, planteando una reflexión
sobre la ciencia y la creencia, sobre la luz que arroja la ciencia
sobre la oscuridad del dogma, de lo impuesto, de lo maniqueo, la
cerrazón del no ver más allá de lo que muestran los ojos, de
dividir el mundo en santos y pecadores… ¿Puede haber algo de esto o
sólo forma parte de mi lectura personal de la novela?
Me interesaba mucho indagar en cómo se llega a la locura, en la relación entre maldad y locura, en cómo se entremezclan a veces. En ocasiones es verdad que se llega a la locura por medio de la maldad pero también es verdad que a veces se llega a la maldad por medio de la locura. Hay quien primero es malo y hay quien primero está loco. Hay quien es muy malvado, está muy pervertido y acaba pervirtiendo su cuerpo, su alma y su mente y se echa perder y se vuelve loco. Es un tema que me interesa mucho, que ya es una constante en mi forma de escribir y lo seguiré haciendo, porque me atrae mucho.
También me ha llamado mucho la atención la presencia constante de los olores, cómo Amaia aprehende la realidad a través de los ojos pero, también (y mucho más que el común de los mortales, creo yo) a través de la nariz. ¿Por qué?
Eso es por la memoria olfativa. En la segunda novela vuelve a aparecer y se explica un poco mejor: cómo los olores nos traen memorias más fuertes que las visuales y cómo un olor es capaz de hacernos recordar muchísimas cosas. Tiene mucha importancia en la novela, como también para mí: hay olores de mi infancia que me hacen volver a un momento exacto que he vivido.
Hay una extensa y variada reflexión sobre
la maternidad y la paternidad en la novela: desde el afán por ser
madres de Amaia y sus hermanas, afán casi convertido en obsesión,
como el buen o mal (si es que puede tildarse así) ejercicio de la
paternidad, la relación que se establece entre madres e hijas, el
abuso del padrastro… Hay una continua referencia a la protección de
los padres o a su falta de ella. ¿Es una crítica o una simple
constatación de la realidad?
Aquí se pone de manifiesto mi propia opinión sobre los distintos conceptos de familia o de maternidad. Por una parte muestro este horror del padre o la madre que son capaces de hacer daño a sus hijos (que es algo que siempre que me encuentro me conmociona porque me parece terrible que alguien pueda hacer daño a cualquier niño y mucho menos a uno propio) y por otra parte, otros tipos de maternidad (desde el deseo de la maternidad hasta la maternidad por adopción), todos igual de fuertes y de poderosos que la maternidad biológica. Quería hacer muy patente que un padre o una madre puedan dañar a su propio hijo y pensaba que mostrando otros padres y otras madres quedaba bien marcado.
Hablando de la maternidad… en "Nadie quiere
saber", de Alicia Giménez-Bartlett, Petra Delicado comenta con otra
policía que acaba de ser madre que las generaciones de mujeres más
jóvenes han vuelto a la maternidad como un modo de realizarse, como
objetivo de vida, cosa que, según la inspectora, no hicieron las
mujeres de su propia generación. De hecho, Petra Delicado ha
renunciado a la maternidad, por lo menos, a la maternidad biológica
y a tiempo completo. ¿Qué opina usted? ¿Ve también una diferencia
generacional en la manera en que las mujeres abordamos la
maternidad, sobre todo teniendo en cuenta el grandísimo afán de
Amaia por ser madre?
Creo que aquí sí que pueden quedar reflejados los pensamientos del autor. Yo procedo de una familia matriarcal en la que todas las mujeres de todas las generaciones han mostrado esa fiereza hacia la maternidad, para todas ha sido muy importante. A mi alrededor no he visto esa generación de la que habla Petra. Pero lo que sí he notado es (y aparece bastante en la segunda novela) cómo ha cambiado el concepto de maternidad y cómo las mujeres nos hemos dejado influenciar demasiado por factores externos respecto a nuestro propio embarazo, o el parto, o la lactancia o la crianza de los hijos. Ha llegado un momento en que casi cualquiera te da consejos sobre lo que tienes que hacer cuando yo soy defensora de la maternidad espontánea, natural e instintiva: creo que todas las mujeres saben lo que tienen que hacer. Pienso que, sobre todo desde los años 70, las mujeres nos hemos visto influenciadas por toda esta caterva de ginecólogos, educadores infantiles, psicólogos, médicos… que te iban diciendo todo lo que ibas haciendo mal, incluso a veces con contradicciones entre ellos y, sobre todo, poniendo el acento en el trauma: ¡todas las madres tenía miedo de convertir a su hijo en un psicópata! Cuando yo creo que la mejor madre es la madre de la criatura y sabe lo que hace y lo que ella hace está bien hecho, porque nadie conoce como ella a su hijo. Madre e hijo se entienden perfectamente. Hay que estar enfermo o tener un problema grave para que esto no sea así. En la segunda novela seguimos explorando esta vía.
Y también hay una pequeña referencia a la
lucha de las mujeres por abrirse paso en el mundo laboral, sobre
todo en un mundo tan cerrado, masculino y machista como el de las
fuerzas de seguridad. Supongo que era inevitable esta
referencia.
Sí, es inevitable, porque es cierta. Me sentí muy contenta cuando en una de las charlas de Barcelona Negra una comisaria de los Mossos d´Esquadra que estaba presente me dijo: "me he sentido totalmente identificada con esta policía. Es verdad que me ha tocado hacer el doble. O si no hacer el doble, sí que se vea que lo ha hecho. A veces nos decían: hay que hacer 20 flexiones; las chicas, 15. Pues yo hacía las 20… y dos de regalo". Son mujeres que están al frente de un equipo grande de hombres y, al final, tienen que ejercer de macho alfa y me parecía importante destacarlo. Un toque de feminismo que me he permitido.
La mujer tiene un gran protagonismo en la
novela y hasta ahora hemos hablado mucho sobre ella pero también
hay personajes masculinos realmente interesantes, entre los que,
incluso, se puede establecer una dicotomía entre el bien y el mal:
frente a los hombres golpeados duramente por la vida, como Fermín
Montes o el propio Víctor (por no hablar del padre de Johana, para
cuyo comportamiento no hay justificación) usted opone a otros
personajes como James o, incluso, el doctor González, hombres
cariñosos, pacientes, que admiran a sus esposas, las respetan y
protegen… ¿Un antagonismo tan real como la vida misma?
Claro. Al crear a los personajes yo me negaba a hacer un retrato negro de todos ellos, porque no es así o, al menos, mi realidad no es así. Así que lo mismo que hay mujeres que son absolutamente insoportables, como Flora, también hay personajes favorables. Y hay gente, que a mí me encanta, como la tía, que son gente mayor que ha ido y que ha vuelto, que no guarda rencor, que no está todo el día lamentándose. Aunque luego hay quien está siempre quejándose, quien cree que merece más… Todos son perfiles que se dan en la realidad. En mi realidad y yo dirían que en la de la mayoría.
Lo que no quería, ya digo, es que todos los personajes fueran negros, estuvieran pervertidos y tuviesen oscuros demonios porque hay gente muy normal y me apetecía mostrar que hay de todo. Y con los varones igual que con las mujeres. Pero sí quería que quedase claro que todos tenían razones… no quizá para justificarlos pero sí para entenderlos. No hay blanco ni negro… y al final ni siquiera el asesino es completamente negro, hasta es casi digno de compasión.
"El guardián invisible" es un novelón y,
además, ha sido muy bien acogida por los lectores (mes y medio
después de su publicación ya iba por la sexta edición). ¿Cómo se
siente? ¿Se esperaba una acogida así?
Si me hubiera esperado algo así no hubiera salido la novela como ha salido. Hay que hacer las cosas desde la libertad y desde el placer de hacerlas. No lo buscaba, desde luego. Empecé a darme cuenta de que algo pasaba cuando la adquirió Destino y enseguida lo hicieron seis editoriales internacionales más y antes de salir la novela ya se habían vendido los derechos de cine. Pensé que aquí estaba pasando algo muy especial… y así ha sido. De todos modos, como nunca lo había vivido antes, no estaba preparada. Por mucho que me hubieran advertido y aconsejado desde la editorial, aún así te pilla.
Y es bonito. No me gusta estar preparada para todo, me gusta que la vida me sorprenda y esto me ha sorprendido y muy gratamente. Intento vivirlo… pues muy emocionada todo el tiempo, no nerviosa, pero sí con un gran nivel de emoción, porque van pasando muchas cosas y de forma muy rápida. Cada día hay un motivo de celebración. Ya una sola te causaría como una montaña rusa por dentro, así que una detrás de otra… Vivo en una montaña rusa. Y no quiero renunciar a vivir esto porque es muy emocionante, es muy bonito, y la emoción es la vida. Está siendo precioso, la verdad.
Hemos hablado en alguna ocasión a lo largo
de esta entrevista de esa segunda entrega, que muchos estamos
deseando ya… ¿Nos puede ofrecer algún aperitivo? ¿Volverá a mezclar
la novela negra con lo psicológico y lo mágico?
Ahora estoy tan centrada con la segunda novela, que ya estoy promocionando, que es que la tengo siempre en mi cabeza y se me van escapando cosas cuando hablo. Y sí, seguirá siendo exactamente igual que la primera: vamos a tener otro asesino, la vida de Amaia, que continúa aunque con sorpresas… y vamos a saber mucho más de las razones de esta familia, los motivos por los que suceden o sucedieron las cosas, cómo el nacimiento de Amaia significó un antes y un después y está marcada desde su nacimiento y su infancia, las razones por las que su madre quiso acabar con ella y por las que no la trata igual que a sus hermanas… Yo creo que os va a gustar muchísimo.
Qué alegría me da, porque la gente en internet, en las redes sociales, en los blogs está como loca con la novela y quiere (queremos) ya la segunda parte.
Es una locura. Me van llegando tantas cosas buenas a través de tantas vías. Pero a veces tengo que ponerme freno porque claro, ahora mismo estoy promocionando la novela y, además, está mi vida. Así que intento que no me atrape mucho esa sensación de vértigo que produce todas las cosas que ponéis. Me llega tal cantidad de correo a través de la página web que es que ni puedo contestar, porque si me pusiera a contestarlo todo es que no podría volver a escribir nunca más. Es tanto, he tenido tantísima suerte con cómo lo ha acogido el público, me estáis tratando tan bien, estáis siendo tan generosos conmigo y con mi novela, estáis queriéndome tanto, tanto… que lo único que puedo hacer es estar agradecida todo el tiempo. Es una gozada, la verdad.
Nota: La segunda parte, "Legado de huesos", ya está a la venta.