en la carretera. el rollo mecanografiado original
Título: en la carretera. el rollo mecanografiado original
Título Original: (on the road, 1957)
Autor: Jack Kerouac
Editorial:
Anagrama
Copyright: Traducción de Jesús Zulaika
ISBN: 978-84-339-7507-2
Etiquetas:
autobiografía
autobiográfica
autobiográfico
autores
biografía
escritores
franceses
literatura francesa
Argumento:
Publicada por primera vez en 1957, “En la carretera” se convirtió con los años en novela de culto, manifiesto de la generación beat, y precursora del movimiento hippy y la contracultura. La novela, de corte semiautobiográfico, presenta a unos jóvenes norteamericanos ávidos de cambios y nuevas experiencias en una sociedad adormecida tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El propio Jack Kerouac y su alocada pandilla, en la que destaca sobremanera el carismático y ambivalente, santo y pecador, Neal Cassidy, viajarán a ritmo de jazz y excesos a través de las carreteras de Estados Unidos y México. El alcohol, el sexo, la euforia y la desolación, el hambre, el frío y el calor, el amor, las drogas, la música, pero sobre todo, la amistad, marcarán el viaje de unos jóvenes insatisfechos en búsqueda continua de sí mismos y de sus propios límites.
Tras la censura original (en su día se eliminaron pasajes de sexo demasiado explícito para la época) se edita por primera vez de manera íntegra, respetando además los nombres reales de los protagonistas. Por fin el antiguo Sal Paradise es Jack Kerouac y lo mismo ocurre con compañeros de viaje como el poeta Allen Gingsberg o el escritor William Burroughs, que antes aparecían con seudónimos. Se añade como apéndice el presumible final de la novela, que en su día un perro destrozó a dentelladas, y que ahora se recupera gracias a un borrador de 1951.
Opinión:
Acostumbrados como estamos a los enfants terribles de las letras actuales, que buscan la provocación como promoción para sus ventas, uno puede caer en el error a priori de incluir a Jack Kerouac en el saco de escritores mediáticos, incluso en creer que es el precursor de todos ellos. Y no podríamos equivocarnos más, porque si algo destilan estas páginas por encima de todo, es sencillez y autenticidad. Kerouac nos dibuja un paisaje de sensaciones, colores y olores, música y ruido que remite al mejor Hemingway, con el plus de la inmediatez. A través de frases cortas y breves diálogos, como si de una pieza de bop se tratase, la obra transmite velocidad, ritmo y esa necesidad de movimiento continuo, de cambio, de probar cosas nuevas, esa ansiedad del que quiere exprimir la vida en un solo sorbo. Marchar a toda costa, sin rumbo definido. Lo importante no es el destino, sino el viaje en sí mismo. No sabemos qué nos encontraremos al final de la carretera, pero sabemos que hay que ir.
Y todo ello, sin un ápice de pretenciosidad (ni siquiera en los delirios místico-etílicos, que los hay), contado de manera directa en primera persona, con sus momentos de alegría y de tristeza, de plenitud y de vacío, en suma, de humanidad. La América cosmopolita contra la profunda de los años cuarenta, la incipiente juventud inconformista contra la sociedad conservadora retratada en unos viajes en autostop o al volante a través de carreteras infinitas, como sólo existen en Norteamérica. Carreteras que cruzan kilómetros y kilómetros de paisajes desérticos, como una metáfora del norteamericano, acaso del ciudadano moderno, que no acaba de encontrar su lugar en el mundo. Hombres y mujeres como compañeros de viaje y correrías que actúan como el que no tiene nada que perder, como si no hubiera un mañana, tan ocupados están por buscar, por sentir, por correr. En la novela hay sexo y alcohol, momentos delirantes (protagonizados casi todos por Cassidy o Burroughs) y buenas dosis de jazz sudoroso, pero si por algo destaca es por la amistad imperturbable de sus dos protagonistas, a pesar de sus diferencias, a pesar de los malos momentos, a pesar de ese carácter impredecible del hijo de vagabundo que siempre vive al límite, el loco y genial Cassidy, a veces el verdadero protagonista de la novela. Es significativo que Kerouac, aunque forma parte de la aventura y la cuenta desde dentro, presenta límites que no se atreve a cruzar, o mantiene una distancia (la distancia del escritor, del observador de la realidad que no puede dejarse llevar del todo porque alguien tiene que contarlo después); distancias o límites que no conocen otros personajes, en especial el que en la versión censurada se hacía llamar Dean Moriarty.
Jack Kerouac escribió la novela en un rollo de papel de 36 metros (tras pegar ocho largas hojas de papel de calcar que utilizan los arquitectos), a un espacio y sin un solo punto y aparte, por lo que desplegado en el suelo formaba la carretera que titula el libro. Cuenta la leyenda que el autor la escribió en tres frenéticas semanas de abril de 1951, a base de cantidades ingentes de café y bencedrina, pero lo cierto es que existen borradores desde la época en que estuvo en México con Cassidy, allá por 1948.
Sea como fuere, e incluso obviando su influencia decisiva en la literatura, cine, música y poesía posterior, la lectura de “En la carretera” se antoja imprescindible, como retrato de una época y una generación que estaba pidiendo a gritos un cambio. Quizás hoy nos falten más novelas como esta y menos eslóganes político-publicitarios para que se produzca el siempre necesario cambio para seguir avanzando. Para ello deberíamos recobrar la inocencia de esos años, me temo, algo tan difícil de encontrar hoy día como el talento para escribir estas páginas.
Jorge Borondo
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