el viaje a la felicidad. las nuevas claves científicas

Opinión:

Encuentro en el libro un ensayo agradable y teóricamente impoluto si bien algo hermético a un público convencional que le compra. Da la sensación de que términos o conceptos que sólo la comunidad científica conoce son usados para deleite de un lector que como mucho acabará utilizándolos como vocabulario impostado en sus tertulias de sobremesa sin acabar de responderse sobre la esencia de lo que habla. Más que ilustrativas son, empero, las anécdotas para que profanos a según qué epistemología adornen ideas que sin llegar a la redundancia pero rozándola, traten de acotar estratos de esas causas, consecuencias o ítems, que impiden, consiguen o satisfacen una necesidad; esto es debido a que antes de plantear las preguntas que los primeros pensadores se hicieron sobre el tema, trata de darles cabida argumental perdiéndose en la red que legitima la tan consabida teoría del caos; uno, pues, tiene la impresión de que, a pesar de su corta extensión el libro es retórico no en tanto que redundante, sino como obra acabada, pulida y estudiada sin unos fines precisos, lo que hace que su lectura, a pesar de la aparente sencillez, nos lleve por espesos caminos. Mucho más claro y estricto me parece, sin querer caer en el agravio comparativo, su compañero de profesión Manuel Toharia, que además logra que empalicemos con la ciencia como campo de conocimiento necesario.

La idea de felicidad tal y como la conocemos hoy tiene menos de un siglo; se dice que hace este tiempo la esperanza de vida en Occidente era de 30 años, la misma que es hoy en Sierra Leona; para bien o para mal, el hecho de que ahora vivamos aproximadamente 40 años más, hace que la humanidad se plantee nuevos retos no tanto enfocados a la mera supervivencia como al bienestar individual,… Sin embargo, el hombre o lo humano es también su herencia y el hecho de que la depresión o la esquizofrenia afecten a tan alta cantidad de población no es genéticamente para nada fortuita, explica toda una percepción antropológica heredada de generaciones anteriores y un modus vivendi que sólo evolucionará desde dentro de nosotros mismos. Es como si miles de personas o ancestros estuviesen buscando algo que fortuitamente encontramos manifestado de forma lineal, contradictoria y hasta irónica.

Anécdotas como el hecho de que por genética, alguien que viaja al Caribe, lo hace más sugestionado por fotos de agencias de viajes que por experiencias de amigos, ilustran el hecho de que el homínido hombre es un mamífero de especiales características y que como tal animal busca tener cubiertas sus necesidades sexuales y alimenticias y de dotarse con restricciones pero también con enormes ventajas hacia la lucha por la vida. Probablemente no sea la inteligencia ni la imaginación (o ésta tal vez) la que distinga al hombre de otros animales, sino la capacidad no sólo de ver el bosque, sino también el árbol principal, o éste como unidad dentro de él; probablemente esta capacidad de discernimiento permite que la mayor parte de humanos no estén doce horas seguidas copulando o entiendan procesos como el aprendizaje de un modo más complejo al estímulo- respuesta pavloviano, hoy ya muy tecnificado y superado que demuestra que el liderazgo lo tiene el animal que es capaz de saber que las descargas eléctricas se pueden desactivar con una palanca. Sin embargo esta capacidad de ir de lo general a lo particular y viceversa con retorno y stand-by tiene fallos de percepción como la desatención ciega, que Punset explica por pulsiones rutinarias que dejan de serlo en cuanto paramos y lo consciente interviene.

Se va llegando a la conclusión de que lo contrario del amor no es el odio, sino su ausencia o el miedo, lo mismo que la belleza se antepone al dolor; a esta conclusión se llega gracias a un análisis de enfermedades mentales que se incuban gracias a que el órgano cerebral de la amígdala no se desarrolla lo suficiente o no aprovecha la oportunidad de interconectarse adecuadamente con otros nódulos cerebrales, hablando también de sustancias como la dopamina o serotonina que entroncan directamente con el consumo de drogas como peligro (nicotina, alcohol, cocaína) que de hecho no sólo alteran el sistema nervioso central por crear adicción, sino que lo pueden dañar severamente. Por último, la fórmula de la felicidad se convertirá en un cociente que generaciones futuras, gracias a los descubrimientos de Goleman entre otros, aprenderán a gestionar en las escuelas.