El último trayecto de Horacio Dos
Título: El último trayecto de Horacio Dos
Título Original: (El último trayecto de Horacio Dos, 2002)
Autor: Eduardo Mendoza
Editorial:
Seix Barral
Colección: Biblioteca Breve
Copyright:
© Eduardo Mendoza, 2002
© Seix Barral, 2002
Edición: 1ª Edición, 2002ISBN: 9788432211423
Tapa: Blanda
Etiquetas: humor humor negro comedia literatura española
Nº de páginas: 192
Argumento:
Penúltima hasta la fecha novela del escritor barcelonés que en forma de diario de a bordo o informe hiperburocratizado-chapuza nos cuenta las aventuras de un peculiar y pringao astronauta en sus últimas horas que pasa por engaños, perfidias e hilarantes desventuras en las que una tripulación a rehabilitar, compuesta de Delincuentes, Mujeres Descarriadas y Ancianos Improvidentes, le hacen la vida poco menos que imposible.
Opinión:
Con una estructura y sentido del humor parecidos a "Sin noticias
de Gurb", pero con más referencia a un realismo negro tipo Berlanga
y trepidantemente hilarante, tipo Sharpe; Mendoza nos
regala una comedia pesadillesca, escondida en un oscuro fortuitismo
donde un burócrata prejubilado o con intención de ello, vive
tropelías relacionadas con la picaresca y el folletín, convirtiendo
hasta la expedición espacial más anodina en un cúmulo natural de
despropósitos. Subversiva y grotesca, no tiene el relato la
blancura de otros y la ironía se convierte en sarcasmo al igual que
la inicial incompetencia se transforma en total inoperancia, y es
que cuando un funcionario no quiere trabajar o se siente agobiado y
dispuesto a acusar de mobbing al primer mequetrefe que se cruza por
su camino, estamos ante algo realista y de estas vísceras nace un
humor que no bandona su natural inteligencia, pero que la utiliza
más en pos de una crítica a una sociedad identificable que a la
sorpresa o al uso de otros recursos o voluntades de mensaje.
Horacio Dos, que escribe su diario en forma de informe
autojustificativo es el protagonista y a la vez narrador de todo el
embrollo; su salida al espacio no se aclara hasta el incierto final
y así sabemos que está a punto de llegar a la estación espacial
Fermat IV para repostar y adquirir medicamentos y comida para sus
tripulantes; allí en la nave viven delincuentes de conducta
irregular que tratan de sobrevivir, mujeres descarriadas dada su
inclinación a la juerga, consumo indiscriminado de alcohol
propiciado por el propio médico de a bordo, correrías sexuales y
ancianos improvidentes, es decir, seres que se quejan por todo y
dados al apaciguamiento del juego y hasta a la edición de una
revista pseudo-intelectual contra el capitán; ellos son los
ciudadanos que gruñen cuando hay hambre, rompen cuando hay ira y
protestan siempre. Antes de llegar a Fermat IV se avisa por
interfono que una tal señora Cuerda es hija de un importante cargo
extranjero y en manos de Dos queda su especial cuidado y
manutención, ningún problema, pues la chica está bien buena. Ya en
esta primera estación, el embajador les deja y promete gran
cantidad de recursos, pero el exceso de confianza al no encomendar
ciertas tareas a la intendencia infraestructural hace que la nave
despegue con un anciano improvidente más, el gobernador de Fermat
IV, y sin recursos.
Con la llegada a la segunda estación espacial ocurre algo
parecido, si bien más delirante; la plataforma está gobernada por
un matrimonio de duques estirados que organizan a los viajeros una
gala cultural fraudulenta por la que exigen cobro de entrada y para
colmo cuando va a empezar a cantar el tenor, el teatro se quema por
dentro. Dos se ve fracasado en su intento de invitar a cenar a la
señorita Cuerda que prefiere liarse con un delincuente réprobo,
supuesto hijo de la duquesa. Cuando a la cita en vez de Cuerda
acude la duquesa acompañada de un párroco, será para instarle a
acudir al acto cultural siempre de forma proverbialmente y con un
abanico que le hace ver otras intenciones; Dos se pone negro y
parten de nuevo al espacio, pues aún tienen menos repuestos que
antes; la duquesa acude presurosa y pegajosa junto al capitán,
mientras su marido es chantajeado y expulsado al espacio exterior
en pañales por no querer devolver el dinero de las entradas.
Ya fuera, les queda el reportaje en Aranguren, capitaneada por el
almirante Sinegato, esta estación se ha llevado un premio y como en
principio no hay más pegas que una tecnología aparentemente
obsoleta pero eficaz y los tripulantes pueden descansar en un
bareto con guapas camareras, pues no hay problema. Pero así y por
azar descubrimos que la señorita Cuerda era una presa que se escapó
de la cárcel y ahora agradece a su amigo Dos el poder ganarse la
vida en el bar. Obnubilado y bloqueado, el capitán recuerda que su
misión inicial era seguir órdenes sobre qué hacer con sus
descarriados y problemáticos pasajeros; sin ciencia ni criterio,
urde un extraño plan por el que para conseguir los favores de
Cuerda debe haber una explosión que los llevará a todos al espacio,
él deseando descansar de verdad y todos los demás atentos al
micrófono.
Daniel González Irala
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Comentario de los lectores:
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