El último magnate

Opinión:

Una novela ambiciosa que el autor no pudo acabar y que dejó tras su muerte una revisión exhaustiva de anotaciones en los márgenes y episodios inconclusos que han sido respetados hasta la fecha, sin que nadie haya hecho el intento de realizar el ejercicio de ponerse en la piel de Francis Scott Fitzgerald y vislumbrar la obra que él seguro tenía en su cabeza.

El mundo del cine queda reflejado en el mejor escenario posible, Hollywood, donde nos adentraremos en su maquinaria, sus despachos y lo más importante, en medio de conversaciones que nos trasladarán al juego diario de hacer cine, a discusiones sobre películas que no se deberían haber filmado o a las difíciles relaciones entre la larga lista de personal que hacían posible que el negocio funcionase.

El personaje de Monroe Stahr nos lleva de visita por los estudios haciéndonos partícipes de su toma de decisiones y comentarios, nos hace saborear el poder que tiene como empresario y el apoyo que recibe de todos los trabajadores de la Industria cinematográfica, para quienes tiene un efecto coral donde parece que él decide sobre el destino de ellos de la misma forma que con sus personajes; escritor y productor rivalizan en protagonismo, teniendo, sin llegar a ser una novela biográfica, muchas cosas en común.

Según avanza la novela, y sabiendo que ésta resultará inacabada, queda la sensación de que estamos ante una gran presentación que dará un giro espectacular y que por desgracia no conoceremos su desenlace. Que de alguna forma el autor es consciente de ello y juega, como en el cine, a crear la ilusión de que falta algo. Ni las notas en sus escritos ni sus esquemas apuntan a un giro dramático, por lo que nuestra predisposición creativa juega un papel importante al imaginar un final a la altura del autor, donde una relación amorosa y un conflicto laboral podrían ser el detonante que parece provocar el cineasta.

Un texto escrito sin retocar, que confiere a la novela el valor añadido de encontrarnos con la fuerza literaria de un borrador, con una narración que fluye espontánea para llegar hasta los lectores de forma natural. Una lectura sosegada hace el resto.
 
Porlomenix