El último apaga la luz (Obra selecta)

Opinión:

Si hay algo que tenemos que agradecerle a Nicanor Parra es su aversión por las normas. Él mismo llamó 'antipoemas' a sus creaciones literarias, en un ingenioso intento de desmarcarse de las corrientes academicistas y clásicas de la poesía (en realidad, su intención era rechazar rotundamente las estéticas de Neruda, Rokha y Huidobro). Lo que Parra quería -y lo que consiguió con creces- era poder hacer una poesía libre, sin ataduras, sin moldes que restringieran su decir o que dotasen a su discurso de retoricismos vacíos. Y así lo consiguió.

En "Poemas y antipoemas" ya demostró esa labor por rechazar todas las normas que la poesía había preconcebido. Con una ironía tan sagaz como mordaz, Nicanor Parra aprendió a destruir la literatura desde dentro, desde la propia literatura, lo cual genera textos tan inolvidables como "Autorretrato", un poema que juega intertextualmente con el titulado igual de Antonio Machado. Esta es, evidentemente, una de las muchas subversiones que constituyen su lírica y que atacan, con sarcasmo y ternura, al canon precedente.

No es extraño que Harold Bloom lo consideraba «uno de los mejores poetas de Occidente», pues Parra dinamitó la poesía que conocía el mundo y la cambió por algo nuevo que comenzaba a adaptarse a esa creciente sociedad de masas. En este sentido, no extraña que en "El último apaga la luz" se incluyan poemas sobre temas políticos ("Tiempos modernos"), sátira religiosa ("Padre Nuestro", "Agnus Dei" o "Desorden en el cielo") e incluso sobre la propia historia que ha vivido el autor a lo largo de su longeva vida ("Yuri Gagarin", "Noticiario 1957").

Comentario aparte requieren otros poemas mucho más personales, como "Defensa de Violeta Parra", a su famosa hermana, o "Discursos de sobremesa", donde convierte todo un discurso en un conjunto de antipoemas que homenajean a grandes escritores. La poesía de Nicanor Parra es lúcida, aguda y viva como él mismo. Se trata de una obra accesible para todos: para los más expertos o para quienes quieran iniciarse en el mundo personal del poeta. Todos los lectores del mundo son bienvenidos a la obra del poeta que revolucionó la poesía. Pero el último, por favor, que apague la luz.

Darío Luque