El tiempo como enemigo

Opinión:

Esta es una historia extraña. Tenía curiosidad por conocer cómo y qué escribe Darío Vilas porque es de esos amigos-contactos que conocemos a través de la web y redes sociales, así que cuando vi este libro decidí leerle.

Y sí, es extraña, pero no porque sea rara, si no porque parece que ha puesto mucho de su parte en crear historias poco convencionales para unirlas en una narración que no se parece mucho a la mayoría de novelas. No ha pretendido escribir un best seller y eso se nota y hasta se agradece porque es distinta. Cuando se trata de género negro, thriller o terror, la mayoría de novelas tienen un inicio impactante y una tensión narrativa que no se suele abandonar durante toda la trama, y eso hace que muchos lectores veamos si flojea el ritmo en algún momento o se incrementa, pero Darío Vilas ha hecho otra cosa: nos ha ofrecido una historia con un ritmo sin altibajos, sin tensión excesiva, con personajes cuyas historias provocan curiosidad, y con distintos argumentos que te mantienen a la expectativa. Y una tiene la impresión de que no es una novela como las demás porque a pesar de que tiene inicio, nudo y final, no se parece a otras. El autor se ha preocupado más en describir a sus personajes mediante sus vidas y sus actos, introduciendo elementos sobrenaturales (pesadillas y fantasmas), y reales pero crueles (muerte).

Son tres los personajes principales: Carlos es químico y por alguna razón que desconoce -además de totalmente absurda, pero los seres humanos a veces somos así cuando buscamos respuestas- relaciona un mensaje en el móvil con un accidente de tren, y sin venir a cuento lo relaciona a su vez con la desaparición de su novia. Esta no es una novela basada en esa desaparición y su posible reencuentro o investigación -aunque lo parezca-, sino que utiliza esto como excusa para introducirnos en una historia de drogas, muerte, obsesiones y fantasmas.

Raúl vive en Vigo todavía con su madre, pero sus noches las pasa trapicheando. Por pura curiosidad descubre un bicho que le proporciona a Carlos un elemento fundamental para crear una nueva droga de diseño, y se hacen socios. Raúl vive al límite, y es algo así como el tercero en discordia. Parece estar ahí para darle sentido a que Carlos se decida a vivir en Vigo y así conocer a Dena, porque en el fondo es un vivalavida cuya única relación con la novela es su amistad con Carlos. Eso sí, él es parte responsable del final, porque si no hubiera descubierto al bicho en cuestión, no habría sucedido lo que sucede al final (cosa que no puedo contar)

Dena vive en Vigo y alquila el piso de su padre a Carlos. Hasta ahí su relación inicial, pero en su primer encuentro ella le cuenta que trabaja maquillando muertos en una funeraria y él le ofrece crear una crema especial para que sus fallecidos mantengan una piel que parezca viva.

Mientras Raúl hace su vida normal -más propia de un joven marginal que trapichea con drogas-, Carlos se lanza a su nueva vida en Vigo como químico de drogas de diseño, y Dena maquilla muertos, pero entre unos y otros están las pesadillas, los sueños de Carlos. Una niña fantasma se le aparece cada noche y le va dando pistas de por qué se le aparece.

Todo está relacionado. Carlos elucubra sobre por qué ocurre esto. Dena parece tener algo que ver dado que el piso donde aparece la niña era propiedad de su padre. Pero… contar más sería destripar la novela y es preferible leerla. En cualquier caso sabed que esta es una historia que esconde muertos y obsesiones, que aunque no tiene un ritmo frenético, provoca mucha curiosidad.

Anika Lillo

Foto homenaje: