El Mundo del Spectrum

Opinión:

¿Quién fue Sir Clive Sinclair y cómo se coló su nombre en la mayoría de los hogares españoles de los años 80? ¿Por qué seguimos echando de menos el sonido infernal de pantallas de carga que en demasiadas ocasiones acababan con un mensaje de error? ¿Cuál fue la llamada "edad de oro del software español"? ¿Por qué los 8 bits no pueden competir en nuestro corazoncito con los espectaculares gráficos de The Last Guardian? "El Mundo del Spectrum" contesta a estas y otras preguntas, a veces sin proponérselo, gracias al detallado, y eminentemente gráfico, repaso que hace a la historia de este ordenador que nos convirtió a todos en jugones, incluso a los que no lo teníamos en casa.

El libro comienza poniéndonos en contexto, realizando un repaso a la biografía de Clive Sinclair y su visión de un sistema de juego casero. Pasa después a hablarnos del Spectrum en España: su modelo de distribución, las publicaciones que surgieron a su alrededor y la producción española. Dedica su tercer bloque al Spectrum en el mundo antes de meterse de lleno en lo que todos esperamos: los juegos, españoles y extranjeros. Fichas de cada una de las compañías, su historia y sus producciones. Nos reencontramos aquí con El misterio del Nilo, Goody, Robocop, Tapper, The Hobbit y, por supuesto, La Abadía del Crimen, entre otros muchos títulos que nos sumergen en un estado de nostalgia y ensoñación que logran el efecto deseado por el libro: buscar en Google un emulador de estos juegos, y perder el resto de la tarde en mundos de 8 bits. Se justifica así el séptimo y último capítulo del libro, El Spectrum en la actualidad, donde se recogen emuladores, webs de referencia, nuevas máquinas para jugar y ejemplos de desarrollos actuales para este sistema.

El texto no es perfecto, y se lee de un tirón entre otras cosas porque el grosor del libro engaña: son tantas las ilustraciones, y tan potente la parte gráfica y de diseño, que no es tanto el texto que entra en las páginas. Y, sin embargo, el libro cuenta con el poder de la nostalgia para atraparnos y hacer que lo acabemos con un suspiro de satisfacción. Todo está diseñado para apelar a nuestro niño interior, desde el formato y la portada hasta los dibujos de la esquina superior derecha. No es un libro técnico ni exhaustivo (por lo que muy posiblemente no colme las aspiraciones de los más eruditos), pero tiene éxito a la hora de devolvernos a un pasado de pantallas de carga y cintas de cassette.

María Martín