El mal de Corcira

Opinión:

Bevilaqua se enfrenta a un caso complicado: la investigación del brutal asesinato de un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA. Lo han matado a golpes en una playa de Formentera.

La víctima había sido vista en compañía de varios jóvenes y todo parece indicar que ha sido un crimen pasional, pero el pasado de la víctima exige una investigación exhaustiva que no deje ningún cabo suelto.

"El mal de Corcira", de Lorenzo Silva, es la nueva novela de la saga protagonizada por Vila y Chamorro. A diferencia de las anteriores incluye dos historias que se complementan: la investigación del crimen y el pasado de Vila como miembro activo de la lucha antiterrorista en el País Vasco.

Ambas historias nos permiten conocer en profundidad los entresijos de ETA y como la guardia civil logró, poco a poco y perdiendo a muchos hombres en el camino, no solo evitar atentados, sino que algunos gudaris entendieran que la muerte no es el camino para conseguir nada.

A través de Vila conoceremos la formación de la unidad de investigación de la Guardia Civil. Fue gracias a interminables vigilancias, soplos e interrogatorios en los que primaba la astucia -y no la violencia, como algunos han hecho creer-, donde se conseguía la información que ayudó a la desarticulación de muchos comandos. El coste de vidas fue alto, pero no cejaron en su empeño de defender la libertad de aquellos que no comulgaban con los ideales de la banda pero que callaban por miedo.

El autor nos muestra las dos caras de la moneda: la de los abertzales que justificaban las matanzas por el bombardeo de Guernica (pese a que otras ciudades como Málaga, Barcelona o Madrid también los sufrieron), en un tiempo en el que no solo existía ya la democracia, sino que habían vuelto su lengua y su gobierno autonómico. Guernica, símbolo de paz, justificaba también el asesinato a sangre fría de niños.

Lorenzo Silva narra el conflicto vasco desde un punto de visto poco explorado hasta la fecha: el de la guardia civil. Un cuerpo que, pese a ciertos errores al comienzo del enfrentamiento, logró forjar una red de agentes especialmente preparados y de infiltrados que, con la ayuda de la gendarmería francesa, fueron minando las convicciones de aquellos que se nombraron a sí mismos adalides de la libertad del pueblo vasco, pero que no dudaban en matar a sus compatriotas si no seguían sus directrices.

Una novela dura, que muestra sin miramientos el terror que asoló el País Vasco durante décadas. Terror que sentían los guardias que sabían que no solo se jugaban su vida, sino también las de sus mujeres e hijos. Terror de los vecinos que no comulgaban con la ley del hierro de la banda, pero que callaban porque sus vidas también peligraban.

Una novela que muestra la cruda realidad de una lucha que solo trajo dolor y lágrimas. Y para la que aún sigue vigente aquel "ni olvido, ni perdón", que todos aquellos que sentimos el miedo y el dolor en nuestras ciudades, a causa de una guerra que no era nuestra, llevamos grabado a fuego.

Ana G. Aranda