el libro de los niños
Título: el libro de los niños
Título Original: (the children´s book, 2009)
Autor: A. S. Byatt
Editorial:
Debolsillo
Copyright: © A.S. Byatt, 2009
© Random House Mondadori, 2010
Traducción de Miguel Temprano García
1ª Edición, Septiembre 2011
ISBN: 9788499088518
Etiquetas:
1ª gm
1ª guerra mundial
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época victoriana
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literatura inglesa
victoriana
Argumento:
Philip Warren es un niño de clase humilde que abandona a su madre y sus hermanos y se oculta durante días en el Museo Victoria y Alberto de Londres para estudiar la colección de objetos allí expuesta. Cuando es descubierto por Tom Wellwood, hijo de una escritora de libros infantiles de gran éxito en la Inglaterra victoriana, su vida cambiará para siempre. La extensa familia Wellwood se hará cargo de Philip, quien pronto comenzará a trabajar como aprendiz de alfarero del genial y huraño Bendict Fludd. Junto a Philip, el lector entrará en un exquisito mundo de fiestas de jardín, pensamiento liberal y creatividad artística que será destruido por el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Opinión:
El libro de los niños
es una de esas novelas monumentales (casi mil páginas) que sin embargo parece hecha del mismo material aparentemente etéreo con el que se fabrican los cuentos de hadas. Digo aparentemente porque al igual que en los cuentos auténticos (los de la tradición oral recogidos por los hermanos Grimm y Christian Andersen, no las versiones edulcoradas de Perrault y compañía) en la última novela de A.S. Byatt nos encontramos con un mundo deslumbrante bajo el que discurre soterrada una corriente de algo negro y turbador.
Pensemos por ejemplo en Aschenputtel, la versión alemana de la Cenicienta, en el que la madrastra no duda ni un segundo en amputarle el dedo gordo a una de las hermanastras y el talón a la otra con tal de que el zapato encaje. El príncipe se traga el anzuelo las dos veces pero cuando lleva a lomos de su corcel a las falsas princesas tiene que enfrentarse al horror de un zapatilla de cristal rezumando sangre.
Quizás esta sea una buena imagen para describir lo que Byatt logra con creces en la que probablemente sea la última gran obra (al menos en envergadura y ambición) de esta dama de las letras inglesas quien a sus 75 años puede mirar orgullosa el camino recorrido en novelas como Poseidón o Ángeles e insectos.
La mención a los cuentos de hadas que he hecho no es aleatoria. La historia está plagada de ellos y a veces de forma literal (algunos capítulos, por ejemplo, son transcripciones de algún cuento que Olive Wellwood ha escrito). Sin embargo el gran mérito imaginativo de Byatt consiste en utilizar el material folclórico para presentarnos el crepúsculo victoriano que rodea a sus personajes como un gran cuento de hadas en la edad de las máquinas.
Cuando Tom, el hijo de Olive, asiste a la Exposición Universal de París de 1900 describe con fascinación las puertas del metro de París abriéndose como la entrada al mundo de las hadas. Este es un mundo decorado por las mujeres libélula de Lalique y las crisálidas fantásticas del art nouveau, poblado por los dragones y demonios creados en el horno alfarero del terrible Benedict Fludd, por las vitrinas y pasadizos del Victoria and Albert Museum, y también por el Peter Pan de James Barry, las marionetas de Anselm Stern y los ballets de Diaguilev; un mundo de metamorfosis personales y sociales, como la del privilegiado Charles, hijo de un banquero de la City, que se convierte en Karl el anarquista, o la de la propia Olive, que de ser hija de un minero se convierte en escritora de éxito nacional.
A lo largo de las dos primeras partes (Inicios y La edad dorada) Byatt nos hechiza con su prosa clara y con las tramas entreveradas de sus múltiples personajes y una vez que lo consigue, levanta ligeramente el velo ilusorio que cubre todo para mostrarnos breves retazos del horror. Hay una turbia historia de incesto. Hay abusos sexuales entre chicos en una escuela privada. Y sobre todo hay mentiras dichas por los adultos para ocultar sus propios pecados. Estas son las sombras que acechan en la oscuridad de los bosques y en la profundidad de las cavernas. Este es el precioso zapato de cristal rezumando sangre de Aschenputtel.
Sin embargo no me gustaría dar la idea errónea de que nos encontramos ante un catálogo de penurias o una truculenta imaginación de telenovela venezolana. Los niños protagonistas que dan nombre al libro no son en absoluto las criaturas maltratadas y feroces del universo Dickensiano (aunque es difícil no pensar en ellos cuando aparece Philip Warren en las primeras páginas de la novela; Byatt, sabia y vigorosamente, aleja su barco de ese escollo y navega por otros derroteros). Los horrores están difuminados, merodeando bajo la superficie pero casi nunca explicitados.
Por otra parte, las historias de los personajes encuentran un justo contrapunto en los acontecimientos históricos del periodo jalonan la narrativa: el caso Dreyfus, los atentados anarquistas, la Sociedad Fabiana, la Exposición Mundial de París de 1900, el movimiento de las suffragettes por conseguir el voto femenino… son parte viva del tejido de la novela pero (de nuevo otro gran aciero de Byatt) no tienen una mera función accesoria o contextual, sino que se convierten en situaciones en las que los personajes participan de una u otra forma.
Quizás el ejemplo más claro sea el da la última parte del libro, elocuentemente titulada La edad del plomo (en vez de La Edad del hierro como Hesíodo lo hubiera querido), donde la Primera Guerra Mundial convierte el mundo de los cuentos en la auténtica carnicería que el conflicto supuso. Aquí el velo que cubre el horror es brutalmente arrancado. El paraíso se ha perdido para siempre. Y los personajes supervivientes (y con ellos el lector) tendrán que buscar en el barro de las trincheras los añicos de un zapato de cristal.
Héctor Pascual
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