el libro de las almas

Opinión:

¡Qué imaginación tiene este hombre! Tal sería mi comentario si me obligasen a resumir esta novela en una frase. Y es que estamos ante una historia pensada, como su antecesora, La biblioteca de los muertos, para amantes de la ficción a ultranza, dispuestos a aceptar cualquier hipótesis y a obtener unas horas de entretenimiento repletas de sorpresas cuando menos chocantes. No es recomendable, desde luego, para quienes buscan el sustento de un cierto rigor histórico, del que está bastante alejada.

Si bien la anterior novela de Glenn Cooper, citada más arriba, no gustó a todo el mundo, me parece necesario recomendar su lectura previamente a la de esta nueva obra, El libro de las almas, ya que la trama de ésta resulta una continuación de la de aquélla. Es posible, sin embargo, leer esta nueva novela sin ese requisito, pues ya se ocupa el autor de dejar las pistas necesarias para orientar al lector no informado.

Destacaría los diálogos, en ocasiones ingeniosos, que aportan amenidad y frescura. Las descripciones son precisas y en absoluto exhaustivas; la narración resulta amena y logra no fatigar al lector.

A destacar la capacidad de Cooper para mantener intacta la intriga a lo largo de toda la obra, mediante una hábil alternancia de personajes y escenas lo suficientemente cambiantes como para conservar vivo el interés del aficionado a estos temas, que conjugan la ficción histórica con el pragmatismo de la era tecnológica, en un batiburrillo que solemos encontrar con mucha frecuencia en la novelística actual.

La trama, que gira en torno a un tomo concreto, recién descubierto, de la amplísima biblioteca de los muertos, se enreda con profusión de personajes de uno y otro bando que pugnan por conseguir hacerse con el códice, mientras los secretos que éste contiene se van desgranando poco a poco.

Especialmente curiosa resulta la situación, repetida en varias ocasiones a lo largo de la obra, en que un policía pregunta a un compañero —que está en el ajo, claro— la fecha del futuro fallecimiento de alguien, extraída de la base de datos de la biblioteca de los muertos, y ambos acaban preguntándose si serán ellos quienes lo maten o morirá por cualquier otra causa. Sinceramente, si yo tuviera que dar matarile a alguien cuya fecha de fallecimiento conociese de antemano, tal vez me resultaría más cómodo y seguro sentarme y esperar.

En cuanto a la edición, me encantó sobre todo el tipo y tamaño de la letra, algo que los ojos agradecen especialmente, además de una cuidada y pulcra presentación.

Prepárese el lector para ver desfilar ante sus atónitos ojos a personajes como Juan Calvino, Shakespeare o el mismísimo Nostradamus, hábilmente enganchados en esta historia, en ocasiones en momentos decisivos de sus respectivas vidas. Todo un alarde de fantasía para el que conviene estar prevenido. No digan que no los avisamos.

Pero si lo que ustedes buscan, pacientes lectores, es pasar unas horas de lectura relajada, que no les obligue a profundas reflexiones y que les entretenga, entonces lean El libro de las almas y diviértanse. 
  
José Antonio Carbonell Pla