el juego de los niños

Opinión:

En España siempre hemos vivido bajo la sombra de no tener un género de terror de calidad, solamente en los últimos años parece que nos quitamos de encima ese complejo de leer horror en castellano. Aunque no lo parezca, allá por los años 60 y 70, un grupo de escritores nos regalaron una serie de joyas de las que habíamos oído hablar pero no podíamos disfrutar; “El juego de los niños” es una de ellas. Nada más y nada menos que 35 años ha esperado a ver la luz la segunda edición de esta novela de Juan José Plans, uno de los pioneros del Fantaterror Español.
 
Nos encontramos ante una novela inquietante que ha soportado muy bien el paso del tiempo, tan bien que el tema está lamentablemente de plena actualidad, basta abrir un diario, o ver la noticias en televisión para comprobar que el argumento aquí planteado parece cumplirse como una profecía macabra; y ese que “El juego de los niños” hace de lo macabro su base.

Partiendo de un paraje idílico como es una tranquila isla de pescadores, Plans se las ingenia magistralmente para conseguir helarnos los huesos con una ambientación poco propicia al género: una soleada y calurosa tarde de verano; hay mucho mérito en transmitir horror sin rayos, truenos y noches invernales, en este caso el horror de lo cotidiano, transformado en inconcebible, nos apabulla, la sensación de que nos puede pasar a cualquiera de nosotros nos deja sin aliento.
 
Los primeros capítulos actúan a manera de prólogo, se nos deja entrever que algo no está bien, no desvelan nada en concreto pero sí nos pone en antecedentes para sumergirnos en un torbellino de horror grotesco que alcanzará su climax con el crimen más abominable que uno pueda imaginar.

La novela es muy ágil, no sólo por su corta extensión, sino también por desechar detalles vanos, por hacernos creer que detrás de cada esquina puede agazaparse lo más temido, por una continuidad en el desarrollo muy inteligente y, en especial, por destilar pánico en cada una de sus páginas.
 
Muchos han sido los autores que han hecho de la maldad infantil el motor de sus historias, pero “El juego de los niños” va más allá. No hablamos de maldad, hablamos de El Mal, de lo abominable, del terror mismo personificado en esos pequeños seres humanos capaces de ser extremadamente crueles sin perder su cándida sonrisa, algo que contraviene casi todas las leyes de la naturaleza y que nos pone en los límites de la cordura. Asistiremos con todo lujo de detalles al tenebroso juego al que estos niños dedican su tiempo, haciéndonos en ocasiones dudar de nuestro propio comportamiento moral ante la situación dada, es complicado discernir si pesa más la figura de un indefenso niño o la del monstruo que encierra en su interior, el instinto de supervivencia es grande... pero delante sólo tenemos a un niño, a un tierno, inocente e indefenso niño, el dilema está servido.

Pero sería injusto decir que la novela de Plans es sólo una novela de terror, la historia tiene tantas lecturas que es imposible quedarse sólo con una. El alegato ecologista está presente en todo momento, la idea de rebelión del inocente (personificado en la figura de la infancia) que sufre todo tipo de calamidades sin tener culpa alguna, es notable; la sensación de que lo estamos haciendo mal pensando que nuestra manera de tratar al semejante es la correcta, impregna cada diálogo de la trama. Así pues “El juego de los niños” se convierte en un crisol de terrores varios que nos demuestran que, tarde o temprano, las cosas se volverán contra nosotros... quizás ya se han vuelto y no sabemos leer las señales.

Definitivamente “El juego de los niños” es una gran novela de género que perdurará en la mente de lector mucho tiempo después de haberla terminado. En una conversación casual de Juan José con Chicho Ibáñez Serrador salió esta novela, el último se enamoró de ella y decidió rodar una de las películas míticas que el cine Español nos ha dado: ¿Quién puede matar a un niño?... la respuesta a esta interrogante de Chicho es tan desoladora como la novela, como la vida misma.

Patricia Rubiera González