el inmoralista

Opinión:

Todo un Premio Nobel, personaje reconocidísimo en Francia, André Gide fue uno de los primeros escritores que empezó a asomar la patita por entre las puertas de su armario personal. Vamos, que se atrevió a escribir sobre la homosexualidad.

Hoy en día, que no nos escandalizamos de nada, puede que esta actitud nos pase desapercibida, pero en 1902, fecha de publicación original de la novela, era todo un desafío. Claro, los desafíos se hacen con sobreentendidos, alusiones más o menos veladas, metáforas más o menos cursis (aunque en esta novela apenas las hay), y viajes al Norte de Africa, en donde risueños y complacientes muchachos árabes de piel aterciopelada y penes briosos les quitan la tontería a las mariquitas europeas, tan refinadas y tan dedicadas a sus estudios, arqueológicos, en el caso de Michel, el protagonista de esta novela. En esto, Gide no fue distinto a tantos otros que vinieron después (Truman Capote, Paul Bowles, Tennessee Williams, Somerset Maugham...)

Se trata, por tanto, de una novela de iniciación. La cosa comienza por el descubrimiento del propio cuerpo enfermo (Michel es tuberculoso) y de los esfuerzos por superar la enfermedad. Luego, ya considerablemente repuesto, gracias al sol de la costa amalfitana y los cuidados de la pobre Marceline, que por cierto estaba en Babia, Michel va cogiendo confianza y nos va presentando a diversos muchachotes, en París y en Normandía, donde posee una casa solariega, y luego de vuelta a Argelia, pasando por Suiza e Italia.

La primera parte de la novela es muy evocadora, y la introspección de Michel hacia sí mismo y sus dolencias es muy amena y respira verdad. Cuando se envalentona y decide arrastrar maletas y esposa (que se ha contagiado de la tuberculosis) por media Europa, la cosa se pone algo turbia; esta novela ofrece entonces dos lecturas, ya que a medida que Michel se vuelve más fuerte y más valiente, también es más egoísta, y descuida a su mujer, que se apaga como una pavesita. No me extraña, con tanto viaje.

Atención: Spoilers!!

Al final, tan sólo en la última línea del texto se atreverá Gide a hacer confesar a su protagonista que lo que le va a él es el asunto de los moritos. Una confesión in extremis, que le da a la novela hasta cierto aire de suspense, y que explica el título de la novela.

Fin Spoilers

El lenguaje es limpio y cuidado. No se empecina el autor con linduras y metáforas al estilo Terenci Moix, y resulta muy reveladora. Para arqueólogos del
mariconerismo escrito, es muy recomendable. Ahora me tirarán piedras por homófobo, pero sabéis que no es así.