El hombre que amaba las islas

Opinión:

Aunque siempre polémico y muy criticado por colegas escritores, D. H. Lawrence supo ganarse un lugar privilegiado en la historia de la literatura. Autor de capacidades excepcionales, supo plasmar como pocos la realidad de su tiempo, y nos dejó novelas y relatos que se atrevían a más de lo que permitían las normas de la moral y buenas costumbres. Él siempre estuvo un paso más allá y, pese a haber sido censurado y verse envuelto en escándalos, logró revolucionar a una sociedad mojigata de doble moral.

Atalanta ediciones nos trae tres relatos excelentes, en "El hombre que amaba las islas".

Ya lo sabemos, Lawrence es distinto a todo lo que hemos leído. No hay límite que no se atreva a pasar, o tema espinoso que deje de tocar. Como en el primer relato, "La mujer que se fue a caballo", que es una metáfora sobre el ambiente de liberación femenina que se respiraba en los años cincuenta y sesenta. Una joven que sufre en medio de un matrimonio incómodo, y que un día decide escapar a caballo, camino a la llanura. Se cruzará con unos indios de una raza local, que la invitarán a unirse a su tribu para conocer sus ritos y costumbres. Aquí Lawrence nos ofrece algunas escenas de sexo gratuito y nos habla del choque traumático entre dos culturas, y el deseo sexual como un medio de escape de la realidad. Temas que a simple vista parecen incompatibles, pero que el autor sabe tamizar maravillosamente, y nos entrega una obra maestra, hermosa y para reflexionar.

El segundo cuento, "El gallo huido", escrito en la década de los años veinte, Lawrence nos ofrece una especie de parábola religiosa. No exento de erotismo, es una revisión de la imagen del Cristo histórico, con algunas escenas fuertes en la medida en que trata el tema de la resurrección de la carne. Hay escenas de naturalismo, de ensoñación y misterio. Cristo como metáfora de una vida eterna inalcanzable que es, por tanto, quimera para la especie humana desde los albores de la civilización.

Cierra el  relato que le da título a este ejemplar, "El hombre que amaba las islas". Este cuento me ha parecido soberbio, una historia triste llena de angustia existencial, en el que el protagonista se levanta un día entendiendo que no puede controlar nada de lo que le sucede. Decide entonces emigrar a diferentes islas, cambiando cada vez a islas más pequeñas, lejos de todo y de todos. La obsesión por el control de las personas y del deseo, y la soledad vista como una triste dualidad entre la libertad y la esclavitud... Un cuento de los que dejan huella, a mí personalmente me dejó pensando durante días. ¿Cuántos autores pueden lograr una hazaña así, en estos días?

Un autor ecléctico, muy polémico, cuya condición de denostado y ateo sólo ha servido para elevarlo como una figura muy importante en el campo de las letras universales. La edición se completa con un interesante prólogo que nos cuenta todo sobre su trágica vida, con algunas fotos de su juventud, y que nos prepara para los tres cuentos maravillosos que vienen a continuación. Un libro de los que atesorar, como siempre, como todos los de Atalanta. Diez redondo.

Violeta Lila