El guardián entre el centeno

Opinión:

"El guardián entre el centeno", como los sueños de la infancia, tiene a su alrededor un halo misterioso que lo convierte en una especie de mito literario incluso para quienes ya conocen su historia. Desde su publicación en 1951, la primera novela de J. D. Salinger ha ido acumulando controversias que han contribuido a magnificar su valor: primero fue la sensibilidad de los lectores más conservadores, que no supieron apreciar el lenguaje espontáneo de Holden, su falta de 'filtro' y la naturalidad con la que la novela trata temas como la prostitución o el alcohol. Luego vino la polémico por el título, sobre todo en el mundo hispánico: las primeras ediciones de la obra llevaban el título de "El cazador oculto", pero luego se impuso la traducción literal, pese a que ello contribuyó a oscurecer su significado. Pero quizás lo más impactante es la fijación que algunos criminales famosos han manifestado por esta novela, como Mark David Chapman, asesino de John Lennon, o John Hinckley Jr., que intentó atentar en 1981 contra el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.

Lo cierto es que la novela -o, como mínimo, su protagonista/narrador- es bastante peculiar. Holden Caulfield, con sus diecisiete años, solo tiene clara una cosa en la vida: su rechazo irracional por todas las conductas que ha percibido en los adultos y que ve irremediablemente copiadas por muchos adolescentes. La novela se abre con sus últimas horas en la escuela preparatoria de Pencey Prep, de donde ha sido expulsado por sus malos resultados académicos. Esas últimas horas, en las que Holden se ve obligado a lidiar con Robert Ackley y con su compañero de habitación, Ward Stradlater, lo condicionan para la decisión que acaba tomando: en vez de esperar a que empiecen las vacaciones de Navidad para volver con su familia, opta por marcharse esa misma noche hacia Nueva York.

Los acontecimientos que Holden vivirá a lo largo de la noche y del día siguiente revelan la fijación que el protagonista mantiene por ese tiempo irrecuperable que es la infancia. Sin embargo, al mismo tiempo se va explicitando la inevitabilidad del paso del tiempo y la inaplazable llegada de la madurez. Holden se hospeda en el hotel Edmont, donde contrata los servicios de una prostituta siguiendo el consejo del ascensorista. Al día siguiente, tras un desenlace inesperado a esa primera experiencia sexual, Holden recurre a Sally Hayes, una muchacha de su edad, a quien le propone escaparse de la ciudad y empezar una nueva vida en el campo. La reacción de Sally contrasta con la que podría haber tenido Jane Gallagher, exnovia del protagonista, o incluso Phoebe, la tierna e inocente hermana de Holden, que querrá escaparse junto a él.

A lo largo de su aventura, un único pensamiento mantendrá a Holden Caulfield apegado al mundo real: el recuerdo de sus hermanos (el difunto Allie, Phoebe y D.B.). En ellos ve se cifra el universal de todos los niños del mundo, a quienes el protagonista siente que debe proteger a toda costa de ese mundo oscuro y lleno de peligros que es la adultez.

Esta es, al menos, una de las muchas lecturas que posibilita el texto, y que están determinadas por el lector: habrá quien quiera ver en Holden al último héroe romántico, al paradigma de la irracionalidad y de lo elemental; otros, en cambio, querrán entenderlo como un personaje maníaco e incapacitado para la labor inverosímil que se propone, e incluso algunos verán en él la personificación de la mayoría de edad kantiana. Me inclino a pensar que el valor de esta obra y su temprana adscripción al canon occidental viene dado precisamente por esa pluralidad de lecturas, que dependen no de la subjetividad, sino del grado de inocencia con que cada uno aborde la lectura de "El guardián entre el centeno".

Darío Luque