El fruto siempre verde

Opinión:

Hace ahora casi quince años, Juan Soto Ivars y Sergi Bellver anunciaron desde el prólogo de una antología de relatos el advenimiento de una nueva corriente estética, "Nuevo Drama", que rompía con los presupuestos de la generación precedente, tales como "la frialdad de la forma y la impostura de lo fragmentario". Esa especie de manifiesto, que no tendría gran continuidad, incluía a un tercer componente del grupo, Manuel Astur, cuya obra permanecía por entonces inédita. Aunque cada autor terminó derivando hacia estéticas y posturas ideológicas disímiles, aquellos primeros pasos de Astur en el mundo literario pronto cobraron forma en "Y encima es mi cumpleaños" (2013), su primer poemario, que diez años más tarde encuentra continuación, ahora con una voz muy distinta, mucho más pausada y madura, en "El fruto siempre verde". Entre uno y otro libro puede rastrearse el crecimiento literario y personal del autor, que en ningún momento ha perdido la sensibilidad introspectiva y la estrecha relación con su tierra que ya podían apreciarse en sus primeros escritos. De hecho, este vínculo entre lo íntimo y lo universal se manifiesta con confianza también en su novela "San, el libro de los milagros" (2020) y en dos ensayos emocionales que no me canso de recomendar: "Seré un anciano hermoso en un gran país" (2016) y "La aurora cuando surge" (2022). Es en este contexto donde se inscribe su nuevo poemario, que supone un regreso a la poesía como refugio y herramienta de reconstrucción personal.

"Cantad sin miedo ahora, / pues nuestra inconsciencia es nuestra mejor arma, antes / de que vuelva el peso de la cultura y la vergüenza", dicen los primeros versos del poemario. Fue la muerte de su padre, una figura presente en el resto de sus textos autobiográficos, el detonante de una escritura que debía congregar duelo, memoria y belleza. Partiendo de un momento tan desgarrador como es la pérdida de un ser querido, Astur erige un libro que no se limita a ser una elegía, sino que explora la relación entre la vida y la muerte, entre lo efímero y lo eterno; de ahí el interés de los tres poemas (o las tres partes del mismo poema) que dan título al libro; unas preciosas composiciones en las que el ciclo de la vida humana queda entrelazado con la naturaleza, y la imagen de un fruto amargo se sobrepone al trágico desconsuelo de la muerte. De esta forma, el autor transforma su dolor en un estrecho vínculo con la vida, con ese paisaje asturiano que por medio de múltiples referencias impregna de aromas y colores todas las composiciones del libro.

"El fruto siempre verde" incluye poemas de largo aliento, como "Hablan los hombres" o "Y eras niño", pero son especialmente las composiciones breves las que concentran una mayor intensidad emocional, pues refuerzan las ideas cíclicas, de tránsito y renovación que el autor intenta transmitir mediante la evocación de la naturaleza. En cualquier caso, el tono meditativo al que el autor nos ha acostumbrado en libros precedentes sigue siendo aquí perceptible, desde composiciones que parecen haikus (no podemos ignorar los cuentos zen que recientemente ha reunido Astur bajo el título de "En el cielo, una nube") hasta otras que entroncan con los motivos frecuentes de la lírica tradicional, como los petirrojos y los gorriones. Además, la sencillez y la fluida del verso libre permiten al autor captar la fugacidad de los momentos que describe, sin renunciar a imágenes tan poderosas como las que evocan la niñez propia o la infancia de sus propios padres. No en vano, otro aspecto destacable del poemario es su capacidad para entrelazar lo personal con lo colectivo, hasta el punto de que su preocupación por las raíces y por la identidad, ya presentes en libros anteriores, entroncan con una reflexión universal sobre el paso del tiempo, el arraigo y el amor a la vida.

Así pues, con una poesía que combina sensibilidad, profundidad y belleza, Astur invita al lector a recorrer un paisaje de duelo y renacimiento en el que la naturaleza, la memoria y la palabra se entrelazan para iluminar los rincones más oscuros de la existencia.

*Publicado por Acantilado.

Darío Luque