El enigma de Lea
Título: El enigma de Lea
Título Original: (El enigma de Lea, 2019)
Autor: Rafael Argullol
Editorial:
Acantilado
Colección: Cuadernos del Acantilado
Copyright:
© 2018, Javier Peralvo Ortega (ilustración de la cubierta)
© 2019, Rafael Argullol Murgadas
© 2019, Quaderns Crema, S.A. (de esta edición)
Edición: 1ª Edición: Enero 2019ISBN: 9788417346492
Tapa: Blanda, bolsillo
Etiquetas: poesía drama ópera tragedia amor dios misticismo aislamiento violencia secretos inmortalidad mezcla de géneros teatro monstruos secuestros maltrato
Nº de páginas: 111
Argumento:
Lea, la bella y tierna Lea, ha sido poseída por Dios. Ahora ella es portadora de un secreto que no puede revelar a nadie, de modo que dos monstruos infernales -Milojos y Milbocas- se encargarán de mantenerla cautiva y aislada: el primero la espiará siempre y el segundo la calumniará sin falta. Lea es ahora la puta de Dios.
"El enigma de Lea" es un cuento mítico -a modo de drama en verso- que ha servido de inspiración para una ópera homónima del compositor Benet Casablancas. Rafael Argullol ha compuesto una preciosa obra alegórica sobre la razón y los sentidos, sobre la inmortalidad, sobre el amor.
Opinión:
En la introducción a "El enigma de Lea", Rafael Argullol explica que el origen de la obra se remonta a la petición de Benet Casablancas de adaptar a ópera algún texto suyo. Argullol consideró que debía escribir una obra especial para la ocasión, un texto realmente pensado para ser llevado a la escena. De ahí surgió este bello cuento mítico que parece inspirarse no solo en la mitología grecolatina, sino también en el imaginario cristiano y en los recursos escénicos del teatro más contemporáneo. Si tienen la oportunidad de acudir a la ópera de Casablancas -se representó entre el 9 y el 13 de febrero en el Liceu-, les aseguro que vivirán una experiencia absoluta en la que música, danza y poesía se entrecruzan y forman un único arte.
La obra empieza con una danza etérea y sensual: la unión de Lea y Dios -no hay que pensar en el Dios cristiano, pero tampoco en Zeus; es un Dios indefinido, inconcreto, como todo en la obra-. Tras el coro de inspiración clásica, que pone al lector en situación y explica mínimamente el desarrollo futuro de la acción, Lea despierta en un lugar indeterminado, acompañada por dos monstruos: Milojos y Milbocas. Ellos son los encargados de aislar a Lea del mundo y vigilarla para que no libere el secreto que Dios le ha concedido: el secreto del saber, de la razón, de la inmortalidad. La razón es el único privilegio que se le ha concedido a la puta de Dios, a la vez que ha sido privada de cualquier otro derecho.
En su éxodo por lugares intemporales, Lea llega a los dominios de las Tres Damas de la Frontera, que le presentan a Ram. Ram, contraparte dramática de Lea, vio a la muerte desnuda en un sueño e hizo el amor con ella. Siguió soñando, y vio a una civilización que no conocía ni al tiempo ni a la muerte, y que se reían de su extraña e imposible experiencia. Cuando creyó despertar, Ram había perdido sus ciegos: andaba ciego, vagando en pena por un mundo que ahora carecía de sentido. En la segunda parte de la obra, los siglos han pasado y la acción se sitúa en una especie de manicomio. Lea y Ram se reencuentran bajo la supervisión del Doctor Schicksal, que busca pretendiente para esa misteriosa y bella muchacha que sigue siendo Lea.
"El enigma de Lea" es la primera obra de este tipo que ha escrito Rafael Argullol, pero no por eso deja de tener interés. La obra se construye mediante versos desnudos, sin rima ni gran complicación retórica, pero con algunas de las frases y ocurrencias más hermosas que puedan haberse oído. Todo ello aparece puesto en boca de unos personajes que, pese a la aparente simplicidad de la obra, aparecen caracterizados sin necesidad de definiciones. Argullol utiliza un claro maniqueísmo para definir a cada uno de sus personajes mediante oposiciones (de acciones, de sentimientos y de palabras). También la arquitectura dramática es elogiable: el texto parece ir construyéndose al mismo tiempo que se lee, como si el espacio dramático fuera un tablero de ajedrez en el que poco a poco se van colocando las distintas piezas.
Quizás el mayor inconveniente de la obra sea el giro de acontecimientos -y de ideario estético- que acontece a partir del segundo acto. De súbito, el imaginario mítico con evocación de pasados atávicos y prelógicos desaparece y es sustituido por una dimensión enloquecida. El nuevo espacio, a medias entre la parafernalia circense y el hospital psiquiátrico, no aparece solo como contrapunto al primer acto, sino también como quijotesca declaración de intenciones: la vida como una farsa, como una locura. Y, como todo el mundo sabe, solo los locos tienen abiertas las puertas de la libertad.
Con "El enigma de Lea", Rafael Argullol se ha superado. Por primera vez ha puesto sobre el tablero todos y cada uno de los elementos estéticos que con tanto esmero ha venido trabajando, y el resultado es digno de elogio. Un cuento mítico que puede ser leído como poema, como teatro, como ópera. O, aún mejor, como una obra total, un cruce de distintas artes.
Darío Luque
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